Zweig es un excelente narrador y un brillante analista de la psicología y los sentimientos humanos. Quien haya disfrutado algunas de sus obras sabrá a qué nos referimos. ‘Confusión de sentimientos‘ o ‘Veinticuatro horas en la vida de una mujer' son claros ejemplos. Esta joya que tratamos hoy es una historia portentosa de amor desdichado, pasión febril y una irracionalidad un tanto enfermiza. A través del recurso de la carta, Zweig introduce la historia con un personaje, el destinatario, un hombre que apenas tiene interacción en la historia. El motivo es que se desarrolla como un monólogo de ella, la desconocida, que le envía al hombre que ama una misiva en la que narra pormenorizadamente su historia de vida, cómo ha crecido amándole en secreto, sin que él fuera consciente de este hecho. La sensibilidad de Zweig para exponer la enajenación de la protagonista desde que es una niña cuando le conoce, a su inquietud desquiciada de adolescente y hasta la amargura que siente en su madurez otorgan al relato una belleza sin parangón. Lo trágico, lo desdichado y lo bello se dan cita a la vez. Leemos sabiendo que el tiempo ya pasó y las circunstancias ya no pueden ser cambiadas, algo que produce la sensación de pesadumbre al ver la ruina de una muchacha joven por un amor exacerbado. Las descripciones de sus sentimientos en cada momento de su vida van reflejando el paso de sus etapas vitales, sus pequeñísimas alegrías y sus desventuras en un recorrido vital que se ve atravesado por una locura amorosa que la trastoca y se apodera de ella. Los sentimientos no manifestados, guardados, pueden llegar a enquistarse y producir una enfermedad que nos lleve a perder el autocontrol, bien lo sabe nuestra desconocida que es consciente de su situación. No se la pierdan.
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