Hoy vengo con otro de esos libros que, de tan famosos y tan conocida la historia, he ido dejando siempre pasar dando prioridad a otros. ¿Quién no ha oído hablar de esta invasión de los marcianos o de la emisión radiofónica a cargo de Orson Welles que sembró el pánico la noche de Halloween de 1938? Y eso por no hablar de las innumerables adaptaciones cinematográficas o televisivas... Pues eso, que lo he ido dejando pasar hasta ahora, y me arrepiento mucho porque lo he disfrutado un montón, mucho más de lo que esperaba. Iba con las expectativas moderadas por algunas opiniones tibias que he ido leyendo o escuchando a lo largo de los años, y debo ser rara, porque la principal pega que todo el mundo le pone para mí ha supuesto un plus en la lectura. Bueno, me dejo de anticipaciones y os cuento. La ambientación inicial de la historia nos lleva al condado inglés de Surrey, a unos 40 kilómetros al suroeste de Londres. En unas canteras de arena ubicadas en tierras comunales entre las localidades de Horsell, Ottershaw y Woking se estrella lo que el narrador en principio llama la Cosa. No es un meteorito, está hecho de metal, y de él intentan salir unos seres horrorosos y desagradables que, aun teniendo algún rasgo humano, no son en absoluto humanos: todavía no lo saben, pero son marcianos. Las banderas blancas sirven de poco, y esa misma noche exterminan con un artilugio que desprende una especie de rayo ardiente a las decenas de personas que rodean la nave. Nuestro narrador es testigo de todo y el único superviviente, y a partir de ahí le acompañamos durante los días siguientes en los que más naves siguen aterrizando en la zona y los marcianos salen de ellas manejando unas máquinas de treinta metros de altura que se yerguen sobre un trípode y usan maquinaria contra la que el ejército inglés poco puede hacer. La guerra entre Marte y la Tierra ha comenzado, y Marte tiene todas las de ganar. El primer concepto del que tenemos que olvidarnos a la hora de abrir el libro es el del héroe, porque nuestro protagonista no lo es (Tom Cruise who?). Tan solo se trata de un vecino de Woking, un escritor, y es una persona normal y corriente, ordinaria, que tiene muy claro que solo con inteligencia y reflexión conseguirá salir de esta y es el primero en reconocer que, durante las muchas penalidades de su camino, se salva por los pelos y porque ha tenido suerte. No se hace el valiente, no lleva a cabo acciones épicas ni intenta salvar el mundo... bastante tiene con salvarse él si le dejan. Su principal objetivo es reunirse con su mujer, que ha dejado con unos primos en una localidad en apariencia fuera de la ruta de los marcianos, pero con esas máquinas de combate patrullando incansablemente y más numerosas cada día que pasa, sus pasos no siempre pueden dirigirse hacia donde él quiere y eso hará que nos movamos por un radio variable de kilómetros alrededor de Londres siguiendo el avance de la invasión. Desde el principio sabemos que la historia se nos cuenta en retrospectiva y que han pasado varios años desde los sucesos, lo que permite que también podamos conocer puntualmente lo que sucede en Londres aunque el protagonista no esté allí, pero las circunstancias y el porqué de esta parte de la narración no os los voy a desvelar aquí. En realidad La guerra de los mundos se puede leer solamente como una novela de ciencia ficción (o de anticipación científica, que parece que es el término correcto) si eso es lo que busca el lector, pero hacerlo sería como prepararte una pizza carbonara y luego quitarle el beicon y los champiñones (¡sacrilegio!). Es decir, que si os queréis quedar con las máquinas de combate, el poder de su armamento, las nuevas técnicas de destrucción que van mostrando conforme pasan los días (y ellos son más en número y más fuertes como ejército), el modo en que sobreviven y se alimentan en la Tierra y el avance sin prisa pero sin pausa hacia Londres... me repito, si os queréis quedar con la historia de la invasión en sí misma, lo vais a disfrutar mucho. Pero si queréis ir más allá, Wells no esconde en absoluto sus reflexiones y críticas hacia la humanidad en general y la Inglaterra imperialista y colonialista en particular, amén de otras críticas a las que quizás no se les da tanto bombo pero que yo creo que resultan evidentes leyendo la novela. Desde el principio asemeja la invasión marciana con el imperialismo y la dominación británicos, los más extensos en la historia de la humanidad (que en la época en que fue escrita la novela abarcaba nada menos que casi una cuarta parte de la población mundial... más de cuatrocientos millones de personas, por si no queréis hacer cálculos), así como con el dominio o exterminio automático tanto de especies animales como de otros pueblos considerados inferiores. Los marcianos ven a los británicos de igual manera, así que no pueden quejarse por recibir el mismo trato que ellos han dado. Pero también reparte estopa por otros derroteros. Recibe su parte del pastel el archipoderoso ejército británico, una armada gloriosa que no dejaba de aumentar la hegemonía británica pero que se demuestra totalmente inútil e incapaz de frenar la invasión extraterrestre; también recibe un gobierno desaparecido, inoperante e invisible durante todo el libro que, cuando más falta hace, deja a la población totalmente abandonada a su suerte (...). El clero también se lleva lo suyo (supongo que en general, aunque aquí está representada la iglesia anglicana), personificado en la figura del que quizás (seguro) es el personaje más odioso de todo el libro en un alarde de estupidez, egoísmo, enajenación e ineptitud. El ser humano como ente individual no podía salvarse en esta escabechina, y cuando la misma existencia se convierte en un sálvese quien pueda, la compasión queda en barbecho y los instintos más primitivos e irracionales toman el mando; las escenas de huida en masa nos muestran la dos caras de la moneda, la menos habitual (la de la empatía y la bondad con el prójimo) y la mayoritaria (la de la sinrazón, la crueldad y la deshumanización). También se podría meter aquí el prólogo con el que comienza el libro, en el que se critica la prepotencia y la vanidad de la raza humana, el creernos el ombligo del universo sin saber realmente qué hay ahí fuera, pero es que si os dais cuenta, buena parte de lo que he dicho en este párrafo podría extrapolarse a nuestra sociedad del siglo XXI. Así de atemporal es esta novela para los temas base que plantea. Obviamente, si nos metemos en materia científica, hay que comprender que la novela se publicó a finales del siglo XIX y que lo que hoy en día se sabe sobre Marte en aquella época ni se intuía, con lo que nos movemos todo el tiempo en territorio de suposiciones y creencias que luego se han demostrado incorrectas. Aun así Wells no se sacó de la manga la base hipotética de la historia, sino que basó su teoría en unos fenómenos reales observados por el astrónomo Stéphane Javelle en 1894, y a eso sumó la conjetura de una inviabilidad progresiva de la supervivencia en Marte y la necesidad de sus habitantes de buscar otro lugar en el que vivir, escogiendo la Tierra por ser el planeta más cercano y un testimonio de fertilidad y mares visto desde las estrellas. La verdad es que he leído este libro al mismo tiempo que el rover Perseverance de la NASA está realizando su misión científica en Marte, y no ha dejado de tener su aquel la coincidencia. La principal queja que había leído sobre este libro es que su narración es fría y desapasionada, como que a muchos lectores les cuesta conectar con el libro. Evidentemente solo puedo hablar por mí, pero no ha sido mi caso, y no solo lo he disfrutado muchísimo sino que me parece la narración perfecta para la historia que Wells quiere contar. La guerra de los mundos cuenta unos hechos dramáticos pero no necesita usar el drama humano para transmitir al lector las consecuencias de esos hechos. Wells narra de una manera aséptica porque lo que importa es el calendario marciano y la crítica social que esconde ese calendario, además de lo que cada uno de esos días implica en el avance de la invasión hacia Londres. ¿Hay situaciones dramáticas? Por supuesto que las hay, miseria humana también, y dolor, muerte, soledad, desolación, pérdida, depravación... pero Wells no se recrea en ninguna de esas cosas, hacerlo supondría desviarse de su hoja de ruta, y La guerra de los mundos prescinde totalmente del melodrama y del exceso emocional porque sinceramente creo que no le hacen falta. Sobre la edición solo puedo hablar maravillas. Libros del Zorro Rojo se supera una vez más, y a la edición en cartoné con sobrecubierta (cuya parte interior incluye un póster) suma las ilustraciones de Henrique Alvim Corrêa, que aparecieron en una edición limitada allá por 1906 (apenas ocho años después de la publicación inicial del libro) y que no solo plasman a la perfección lo que se narra en la novela sino que son tan adelantadas a la época y tan visionarias que sorprenden por su modernidad. No es de extrañar que Wells quedara encantado, porque la visión exacta de las máquinas de combate marcianas que tenemos hoy en día se la debemos a Corrêa. La traducción es también la primera al castellano de la novela, que vio la luz en 1902 de la mano de nada menos que Ramiro de Maeztu (ensayista, novelista y crítico literario, entre otras cosas, perteneciente a la generación del 98), y me ha parecido fantástica. Sabéis que soy muy pejiguera con las traducciones antiguas, pero no es el caso. de verdad que me parece una joya de edición. Enlace: http://inquilinasnetherfield.. + Leer más |
El ciclo de encuentros El pecado de leer llega a su cuarta edición con la propuesta de explorar a través de la lectura muchas de las circunstancias, situaciones o sustancias que hacen que nuestra mente se desordene. Los estados alterados, realidades alternativas, percepciones desmesuradas —en ocasiones entendidas como estados de locura—, nos muestran una realidad otra en la que nosotros somos otros también. Novelistas, poetas, ensayistas y periodistas, todos ellos lectores, compartirán con nosotros sus lecturas del catálogo de El libro de bolsillo de Alianza Editorial y nos contarán cuál es el estado alterado que encuentran en los libros. Porque hay otros mundos, y están todos en este.
5 ciudades, 4 estados alterados,
45 libros y un secreto
Pánico, euforia, alucinación y enamoramiento.
En cada encuentro, dos invitados y un moderador hablarán sobre uno de los estados alterados a través de los libros de bolsillo de Alianza Editorial.
Comisaria del ciclo:
Giselle Etcheverry Walker
Pánico
Martes 27 febrero 2024
19.00 h
Librería Gil
Calle Hernán Cortés, 23
39003, Santander
Invitados:
Rafael Manrique, psiquiatra y ensayista, hablará sobre: El Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de R.L. Stevenso y Maestros antiguos, de Thomas Bernhard
Cristina Sánchez-Andrade, escritora, hablará sobre: El dolor, de Marguerite Duras y Juan Belmonte, matador de toros, de Manuel Chaves Nogales
Introduce y modera: Guillermo Balbona, crítico de cine y poeta
Otros títulos sobre el pánico:
El caso de Charles Dexter Ward, de H.P. Lovecraft
Cuentos 1, de E. A. Poe
La isla del Dr. Moreau, de H.G. Wells
Cuentos negros, de Ambrose Bierce
El guardavía y otros cuentos de miedo,de Charles Dickens
Drácula, de Bram Stoker