«En cuanto vemos rotos nuestros sueños, nos consume la nostalgia por el tiempo en que bullían dentro de nosotros. Nuestra suerte transcurre en ese alternarse de esperanzas y nostalgias.» Prácticamente todo en este libro rezuma memoria. Memoria, añoranza y melancolía, pues a través de estas crónicas periodísticas, que abarcan desde 1944 hasta 1960, Natalia Ginzburg lleva a cabo un recorrido por su vida, hace un ejercicio de amor (y crítica, a partes casi iguales) hacia su entorno más inmediato, hacia su propio proceso vital. Y hay algo que se repite a lo largo de estos escritos: la sensación permanente de exilio en la autora; desde el exilio al que tuvo que marcharse por el auge del fascismo en Italia y el estallido de la guerra hasta el exilio dentro del propio oficio de la escritura, en ocasiones algo ingrato. El estilo de Ginzburg es directo, casi seco, y aún así, todo en él tiene una delicadeza y belleza que te envuelve. Como si cada palabra estuviera ahí porque tiene que estarlo. Hay una mirada muy particular en lo que se cuenta y, sobre todo, me sorprende la capacidad de la autora para escribir sobre los procesos internos de cada vivencia; los procesos internos de una relación tóxica; los procesos internos de la escritura; los procesos internos de ir creciendo y convirtiéndose en adulto; los del exilio, cómo no, también. Es esta mirada la que une a todos estos artículos, pues partiendo de la base de que todos sus textos de una forma u otra parten de sus propias vivencias, son bastante diferentes entre sí: hay una una primera parte, mi favorita, en la que Ginzburg se centra especialmente en hablar del pasado, como quien va recordando las etapas en que se fue feliz sin saberlo, y una segunda parte en la que encontramos reflexiones más generales de la vida, el ser humano, la educación, la escritura o la maternidad. Fue empezar a leer y yo ya sentí el corazón llenito y ganas de llorar de lo feliz que me hacía haber conectado así con su escritura. Ahora mismo solo pienso en leer todo lo que pueda de Ginzburg, que me cuente y me invada de esta nostalgia tan suya, tan bella. «Somos adultos porque tenemos a nuestras espaldas la muda presencia de los muertos.» + Leer más |
Educada en una familia en la que los libros son "peligrosos para la salud", Paula sueña con tener su propia biblioteca. Este amor por la literatura la lleva a buscar una vida lejos del hogar de origen. al otro lado del océano, primero en Barcelona y luego en Madrid, funda una librería habitada por las obras de sus autores más queridos. Para su sorpresa, tras la muerte de su madre esta vocación abre espacio a nuevos anhelos, que de a ratos parecen imposibles: tener un hijo y pertenecer por fin a un lugar de forma permanente. Dividida entre labores y países, Paula encuentra en la cerámica una nueva revelación. En el jardín de Mishal, su profesora, descubre el poder de la observación paciente y el trabajo artesanal y termina forjando la figura de la diosa de Laussel, que coloca en el centro de su casa. Guiada por ella, por charlas con amigas y por la lectura de sus escritores admirados, desde T. S. Eliot hasta Roberto Bolaño, Natalia Ginzburg, Agota Kristof o Marta Sanz, la autora argentina y cofundadora de la librería Lata Peinada nos brinda una conmovedora memoir sobre el poder transformador de la literatura, el singular oficio de librera y las distintas formas de crear y reinventar la vida.
Más información: https://www.penguinlibros.com/ar/literatura-contemporanea/336526-libro-la-libreria-y-la-diosa-9788426426376