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El peligro de estar cuerda de Rosa Montero
La vida es una constante reescritura del ayer. Una deconstrucción de la niñez .
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Calificación promedio: 5 (sobre 792 calificaciones)
/Como la mayoría de los novelistas, empecé a escribir de niña, en ese momento es algo que sale naturalmente y no te das cuenta, como cuando dibujas que lo haces para divertirte. El primer cuento, que guardó mi madre y lo fechó, lo hice a los cinco años sobre unas ratitas que hablaban. Puedo decir que escribo desde siempre. Desde que me recuerdo como persona, me recuerdo escribiendo ficción y esto forma parte estructural y sustancial de lo que soy.
Absoluta y pura casualidad, la literatura tiene esas coincidencias extrañas. Esta novela sé perfectamente cuando nació porque me ocurrió a mí lo que le sucede al personaje en el primer capítulo, yo iba camino de Málaga para dar una charla en Alhaurín el Grande y el tren se paró en un sitio en el que no se suele detener y entonces vi ese paisaje urbano horrendo, una casa pegada a las vías del tren, casa del desarrollismo franquista con un balcón espantoso y un letrero escrito a mano que decía «Se vende» y a mí me pareció tan tremendo y conmovedor ¿quién iba a comprar esa casa que era el símbolo de la fealdad absoluta en mitad de la nada? Entonces imaginé qué pasaría si hubiera un personaje que se bajara en la siguiente estación, regresara, compara la casa, se metiera ahí y no llegara nunca a su destino. Esto ocurrió en el 2017 y terminé el borrador final a principios de enero de este año cuando no teníamos idea de lo que iba a pasar. Las revisiones se hicieron durante el confinamiento pero esto no influyó en nada en la historia, no hice ninguna modificación relacionada con la pandemia.
Hay gente que lo hace literalmente, en España en los últimos diez años han desparecido 200 000 personas y no se trata de que las hayan matado, simplemente son personas que se han borrado. Siempre hay una tentación de escapar en algún momento de nuestras vidas, de librarnos de nosotros mismos aunque nos vaya bien en la vida y estemos contentos con ella. Vinimos al mundo con tantas posibilidades del ser y luego nos vamos encerrando en una pequeña existencia. Por otro lado, en toda vida hay muchas vidas, vamos siendo otros sucesivamente pero no podemos escapar de lo que somos cada momento.
Escribir es ser otro de una manera poderosísima, es una autorización de la esquizofrenia y eso es absolutamente maravilloso. Pero no solo te escapas al escribir, te escapas también al leer. Decía Fernando Pessoa que «la existencia de la literatura es la prueba inequívoca de que la vida no basta » y es verdad. Un escritor escribe siempre sobre los mismos temas, escribe sobre sus obsesiones que aparecen de una manera o de otra, toda la vida da vueltas intentando poner un poco de luz en esas sombras suyas. No se escribe para enseñar nada, se escribe para aprender y no quiero, ni pretendo, ni puedo escapar de esas obsesiones.
Soy una escritora muy arquitectónica, me interesan mucho las estructuras y la de esta novela es una estructura muy trabajada, es un artefacto de relojería, está todo medido, la información y la desinformación. El lector va siguiendo los enigmas y de repente cree que tiene unos datos y que ya empieza a entender lo que pasa pero dos páginas más adelante se da cuenta que es mentira y que la cosa va por otro lado. Todos los personajes mienten y ocultan algo; es un poco como el cubo de rubik que debes darle muchas vueltas para llegar a la solución final. No lo pensé como un thriller clásico, aunque hay policías y delincuentes y delitos pero sí que es una novela de misterio, de misterio existencial.
Raluca se ha comido la novela, al principio tenía un peso menor pero empezó a crecer y se ha llevado la novela por delante, le ha dado muchísima más luz. de todas las novelas que he escrito esta es la más luminosa y eso es gracias a Raluca. Irrumpió en la novela como una especie de elefante y trajo incluso el título debajo del brazo porque la novela se llamaba antes El silencio, pero ella llegó y dijo «no, no, se va a llamar La buena suerte», porque precisamente llega con toda esa fuerza y alegría de vivir, con ese amor a los demás, esa manera de enfrentarse a las cosas sin perder la esperanza nunca y nos viene a decir que la buena suerte consiste en contarse la vida de una manera determinada y en querer tener esa buena suerte también. Yo me enamoré de ella y por eso comprendo también que se enamorasen otros personajes de la novela. Me encantaría tener una amiga como Raluca.
En el infierno mayor, efectivamente. Es una novela sobre el bien y el mal y sobre como el bien gana al mal que es algo en lo que creo realmente. Pero es este mal absoluto y sin sentido sobre el que trata la novela y el lugar que ejemplifica mejor ese mal son esas familias que existen en la realidad, cuento casos que han salido en la prensa, famosos algunos de ellos, historias de familias que matan, torturan, violan a sus propios hijos. No hay un infierno mayor que ese lugar que debería ser el nido y la protección se convierta en un abismo negrísimo, con la indefensión de esos niños destrozados por sus padres.
Sí, en este sentido es una novela que celebra el final feliz de la vida porque Pablo ha conseguido salir de su propia apocalipsis, reinventarse y tener una vida mejor de la que tenía antes y además ha entrado en contacto con gente buena. Creo que la mala suerte existe pero la buena suerte la podemos fomentar, hay un músculo que podemos ejercitar para eso, el músculo de la alegría. La alegría es un hábito. Lo que hay que pedir al destino es no tener mala suerte, es también lo que pido para mis personajes al final de la novela, de la buena suerte ya nos encargamos nosotros.
Es muy bonito que lo pongas de esta manera, de que el amor se enfrenta al miedo porque es así. Pero también lo que pasa es que uno de los más grandes miedos de los seres humanos es el miedo al amor, entonces lo que hay que hacer es perder ese miedo. Por ejemplo Pablo, al principio de la novela, tiene miedo de sus propios sentimientos porque cree, como le pasa a muchas personas, que las emociones nos debilitan y lo que en realidad te debilita es negarte a sentir o a querer. Es verdad que amar a los demás nos hace más vulnerables pero si te niegas al amor por no aceptar esa vulnerabilidad te estás negando a vivir. No amar a nadie es fracasar completamente en la vida y esta novela lo que me enseña a mí es que hay que perder el miedo a la vida, que es perder el miedo a amar.
El humor es para mí cada vez más esencial. Creo que es una de las principales herramientas de la inteligencia y desde luego es absolutamente necesario en la comprensión del mundo y también en su expresión. En la expresión literaria llegas mucho más al fondo de las cosas y colocas la realidad en un lugar más verdadero cuando te acercas a ello con humor porque te quita la ceguera de la autoimportancia que te hace ver la vida desde un lugar muy pequeñito y sesgado.
La novela es un género de madurez y yo llevo ya varios libros en donde siento que mi oficio está en un buen momento, que he escrito con ese poder artesano que te da el oficio y con La buena suerte me pasa lo mismo. Estoy en mi etapa de madurez, pero lo que sí siento es que con esta novela me he acercado más que nunca al secreto ese de la vida, que es lo que intento hacer siempre, poder atrapar un pellizco de la luz y la oscuridad de la vida, de la manera más profunda, más sencilla, más exacta.
Ahora estoy preparando un ensayo sobre creación y locura en el que vengo trabajando un buen tiempo y supongo que tardará un par de años en salir. Vendrá la cuarta novela de Bruna Husky, la dejé en un lugar tan peculiar que me muero de ganas de saber qué va a pasar con ella y para eso tengo que escribir una novela.
Recuerdo algunos cuentos de muy pequeña, pero un libro que me fascinó también de niña fue El maravilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia de Selma Lagerlöf, supongo que tener un modelo de una escritora, saber que una mujer era la autora de uno de los libros que más me gustaba, me dio la naturalidad de poder escribir.
Para nada.
En estos libros de cuentos infantiles que leía recuerdo uno que incluía El gigante egoísta de Oscar Wilde, que supuso mi descubrimiento de la muerte.
No releeo casi nunca. Hay tantos libros maravillosos y no hay tiempo para leerlos todos.
Muchos. Tengo una formación autodidacta, entonces he leído cosas extrañísimas o desconocidas pero también me faltan algunas lecturas básicas que no he hecho como La Divina Comedia.
Joyce, evidentemente.
Ursula K. Leguin, una de mis maestras. Recomiendo Los desposeídos, que para mí está a la altura de La montaña mágica o de Guerra y paz, es decir es una de las grandes obras de la literatura del siglo XX.
Estoy leyendo unos textos de un amigo que aun no están publicados pero he leído este tiempo dos libros que me han dejado completamente embelesada, El infinito en un junco de Irene Vallejo y la novela Sobre los huesos de los muertos de Olga Tokarczuk. Ambas maravillosas.
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El peligro de estar cuerda de Rosa Montero
La vida es una constante reescritura del ayer. Una deconstrucción de la niñez .
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La loca de la casa de Rosa Montero
El éxito angustia, porque no es un objeto que uno pueda poseer ni encerrar en una caja de caudales. De hecho, el éxito es un atributo de la mirada de los demás, quienes, de pronto, y de manera en realidad bastante arbitraria, deciden contemplarte con placidez y agrado, otorgándote el incierto regalo de creerte exitoso.
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La loca de la casa de Rosa Montero
Y querer todo es lo mismo que no querer nada; es algo tan grande que no puede abarcarse.
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El amor de mi vida de Rosa Montero
nuestro cuerpo es el mundo en el que tenemos que vivir toda nuestra vida. Y hay libros que son como cartas de navegación de ese planeta corporal, mapas de la terra incognita de nuestro organismo
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La ridícula idea de no volver a verte de Rosa Montero
Pero no te recuperas nunca, ese es el error: uno no se recupera, uno se reinventa.
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La ridícula idea de no volver a verte de Rosa Montero
La infancia nos forja y lo que somos hoy hunde sus raíces en el pasado.
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El amor de mi vida de Rosa Montero
Los buenos escritores son capaces de hacer novelas muy grandes con personajes muy pequeños
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La desconocida de Rosa Montero
En cuanto a Erik Zapori, simplemente le encanta incomodar. Es una de esas personas que prefieren comenzar cualquier relación dejando claro que son insoportables. Si la gente está desencantada contigo desde el principio, ya no se puede decepcionar. Fracasar aposta para protegerse del fracaso.
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El peligro de estar cuerda de Rosa Montero
"Volviendo a la abundancia de manías entre los creadores, y por mencionar a modo de aperitivo tan solo unas cuantas, diré que Kafka, además de masticar cada bocado treinta y dos veces, hacía gimnasia desnudo con la ventana abierta y un frío pelón; Sócrates llevaba siempre la misma ropa, caminaba descalzo y bailaba solo; Proust se metió un día en la cama y no volvió a salir (y lo mismo hicieron, entre muchos otros, Valle-Inclán y el uruguayo Juan Carlos Onetti); Agatha Christie escribía en la bañera; Rousseau era masoquista y exhibicionista; Freud tenía miedo a los trenes; Hitchcock, a los huevos; Napoleón, a los gatos; y la joven escritora colombiana Amalia Andrade, dequien he recogido los tres últimos ejemplos de fobias, temía en la niñez que le crecieran árboles dentro del cuerpo por haberse tragado una semilla (lo encuentro bastante parecido a lamer cobre). Rudyard Kipling solo podía escribir con tinta muy negra, hasta el punto de que el negro azulado ya le parecía «una aberración». Schiller metía manzanas echadas a perder en el cajón de su mesa, porque para escribir necesitaba oler la podredumbre. En su vejez, Isak Dinesen comía únicamente ostras y uvas blancas con algún espárrago; Stefan Zweig era un obsesivo coleccionista de autógrafos y enviaba tres o cuatro cartas al día a sus personalidades favoritas para pedirles la firma... Por no hablar de Dalí, que siempre fue el rey de las extravagancias." + Leer más |
Lleva un nombre femenino que se ha convertido en símbolo de la adolescencia y la picardía