Contiene el valioso libro, once ensayos que transitan entre la autobiografía y la reflexión, en torno a temas que partiendo de lo cotidiano trascienden a una visión más profunda de las cosas. Habla de lugares en los que ha vivido, como Pizzoli, en Los Abruzos, allí fueron deportados en 1940 a causa de la disidencia política de su marido, con el régimen fascista. Pasaron tres años que considera la mejor época de su vida. Después su marido se fue a Roma y Natalia con sus hijos se reencontró con él. Desgraciadamente apresó y torturó la Gestapo a su marido de procedencia judía, para fallecer en febrero de 1944. Otros ensayos giran en torno a su estancia en Inglaterra a partir de 1960. Destaca la melancolía reinante en ese país. De Roma nos habla de la pobreza que pasó, donde solo disponía de un par de zapatos rotos. Ciudad querida a pesar de los momentos angustiosos que vivió. Emotivo es el ensayo dedicado a su amigo Cesare Pavese y la ciudad donde vivía: Turín. Destaca la tristeza de la ciudad y su amigo, que parecían fundirse. Hay relatos de sus vivencias de la guerra. El miedo acompañará siempre, temiendo que en cualquier momento se pueda caer el techo sobre ella o los que han sobrevivido a las guerras. Tiene ensayos relacionados con su oficio de escritora. Sobre las diferencias entre su marido y ella, a veces incluso con gustos contrarios entre los dos, pero a pesar de ello; hay una afinidad común. Destaca el ensayo que da título al libro en el que habla en torno a la educación de las pequeñas virtudes, en lugar de las grandes. Pues en ellas está el buen camino tolerante de los hijos. De lectura obligada. |