Casas vacías

«¿Que es un desaparecido? Es un fantasma que te persigue como si fuera parte de una esquizofrenia.»
Daniel desaparece pero permanece. Permanece en el recuerdo de su madre, en su dolor, en sus pensamientos cruzados entre el amor y la culpa.
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«Respira, respira, ¡respira! Respira.
no, no, no quiero respirar.»
El dolor insiste, desgarra, cuestiona. En que momento ser madre sin querer serlo te convierte en el blanco de una mujer que si quiere ser madre pero no puede. Dolor como mujer, dolor como madre, dolor como hija, dolor por equivocarse, por errar, por.... Dolor por vivir.
«Pido un día mas de vida y a la vez imploro uno menos»
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«Nunca quise ser madre, ser madre es el peor capricho que una mujer pueda tener»
Pero cuando ya lo eres, el sufrimiento de perder a ese hijo te hunde en lo mas bajo, en un lodo pegajoso que te retiene y no te deja salir a flote. El entorno deja de ser importante, solo queda regodearse en el dolor, perdiendo la esperanza de que pueda aparecer, porque en el fondo, Daniel sigue en cada página, en cada lágrima, en cada grito y en cada silencio.
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«Ser las casas vacias para albergar la vida o la muerte, pero al fin y al cabo, vacías»
Ser madres, ser mujeres. Dar la vida, arriesgarte a perderla. Morir asesinada, violencia, violencias, violaciones. Y morir ante el silencio de las mujeres que deben defenderte y miran hacía otro lado.
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«¿Porqué lloramos cuando acabamos de nacer? Porque no debimos haber venido a este mundo.»
Te cuestionan, te cuestionas. Te acusan de ser, de no ser buena madre. Te acusas porque crees que no tenías que ser madre, que no eras válida para serlo. Quizás incluso no deberías ni de haber nacido.
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Mientras tanto Daniel/Leonel se mantiene callado en las sombras, desaparecido, quien sabe si mejor o peor. Mientras dos mujeres nos relatan su pérdida, su desaparición, su esencia. Y lloramos con ellas, con las dos, porque hay mucho más, hay demasiado mas.
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«¿Que pasa con los expedientes de las personas desaparecidas?»
Desgarrador y brillante. Sin frases de mas ni de menos. Y nos deja como quien espera la vuelta de un desaparecido que nunca vuelve. Nos deja azorados, agitados, revueltos y reflexionando sobre lo que ocurre con los desaparecidos. «Mejor muertos que desaparecidos».

TERRIBLE, ESTE LIBRO ES TERRIBLE...
Terriblemente bueno, doloroso e intenso, nos confronta e invita a reflexionar. En palabras de su autora este es un libro sobre el dolor y la violencia estructural, sobre la despersonalización de la mujer.

Dos voces narrativas que nos cuentan su historia. La de la mujer cuyo hijo desaparece y la de aquella otra mujer que se lo lleva para criarlo como propio. Dos contextos sociales muy diferentes, a primera vista ambas parecieran muy distintas, pero las rodean los mismos prejuicios sociales respecto a la maternidad y las unen la pérdida, la soledad, la culpa.

Pero, sobre todo, este libro retrata la violencia, la angustia y la ausencia que los miles de desaparecidos en nuestro país han dejado en sus familias. Una novela devastadora, escrita magistralmente, en la que podemos sentir el dolor y la desesperanza en cada página. El final me dejó una terrible sensación de vacío.

Una gran historia con muchos temas de los cuales reflexionar, la maternidad, la violencia, el dolor de perder a alguien sin saber si está vivo o no. Temas que sin duda siguen siendo de mucho debate en la actualidad y en lo personal viviendo en un país con tantos desaparecidos, este libro logra transmitir ese dolor que es olvidado, el dolor de las madres. Además de las perspectivas de la maternidad, la deseada y la no deseada o maternidad forzada.
La mujer de clase alta que tiene de todo en su vida y que sin querer ser madre de la noche a la mañana termina embarazada y siendo madre adoptiva de la sobrina de su esposo cuya madre fue asesinada por su propio marido. Y por otro lado tenemos a una mujer cuya vida no ha sido fácil, producto de una violación incestuosa, en una relación violenta tanto emocional como físicamente.

Ambas mujeres con un vacío, la primera con el vacío que le dejó la maternidad, tiene a su bebé que es diagnosticado con autismo haciéndole difícil el conectar con él, ve a su esposo ser el padre perfecto para su hija adoptiva/ sobrina, pero ser un desconocido para su propio hijo. Compró la idealización de la maternidad, que las mujeres para eso existimos, para reproducirnos, que un embarazo es un milagro y que vale la pena, sin embargo queda claro que una vez nació el bebé ella descubrió que la maternidad no es como la pintan.

La segunda mujer tiene un vacío o ausencia que según ella solo puede llenar un hijo, porque a pesar de que vive en un ambiente violento, con un hombre que la maltrata y la cosifica todo el tiempo, ella está segura de que con la llegada de un bebé la vida de ella y de su pareja cambiará para bien. Error, los hijos no son soluciones para problemas de pareja o vacíos emocionales.

Durante toda la narración es imposible no sentirte incómodo, en mi caso fue un audiolibro narrado por Cecilia Alcala y debo destacar su gran trabajo, logró trasmitirme perfectamente las realidades de estas dos mujeres. No estoy segura de si volvería a leer este libro pero sin duda es un must.

El único detalle es lo crudo y en ocasiones vulgar que llega a ser en ciertas escenas, pero es parte de esa incomodidad que caracteriza al libro.

¿Cómo vives tu maternidad?
¿Te han contado alguna vez que puede hacerte infeliz? O quizá ¿Sabes que hay mujeres que harían cualquier cosa por ser madre, que no conciben su vida sin poder vivir la experiencia de tener un/a hij@?

Brenda Navarro nos lo cuenta en su libro. Y lo hace de tal manera que hace tambalear nuestra propia ética.
Sus personajes principales son políticamente incorrectos, bailando así entre la línea de la moral establecida y rompiendo con lo que entendemos como "ser una buena madre".
Y me encanta.

Varias veces he parado y he dicho "respira, respira", porque sus páginas me han dolido, en ocasiones mucho... Y todo porque Brenda Navarro nos ha regalado una serie de personajes de los que permanecen a tu lado durante mucho tiempo.

El libro tiene a dos grandes protagonistas, las madres. La que lo es por derecho y la que lo es por secuestro. Y aquí es donde está la clave de esta gran historia, porque ¿Cómo es posible sentir empatía hacia la secuestradora? ¿Os ha pasado? Y es justo por eso cuando tu mente hace un "click" porque nunca pensaste que te pasaría...
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Nel siempre ha querido ser madre, pero Rafael, su pareja, siempre lo evita. Y ella, lo desea tanto...
Nel es muy oscura de piel, y va desaliñada, sabe que nunca va a tener nada bueno en la vida, porque las mujeres como ella nunca lo tienen.
Nel quiere ser madre. Es lo único que le daría la felicidad en esta vida... Y así, con esa obsesión, ve un día a Leonel y sabe que ese niño ha de ser para ella...
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"Y si sí es cierto que estás morena, pues ya te chingaste, te quedas abajo, para que te pisoteen, esa es la ley de la vida."

"... tú no naciste para estar embarazada, ya te avisaron."
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Bueno, y para acabar, me he enamorado de Nagore, "adoptada" por los padres de Daniel tras un trágico suceso y, que sin duda, se merecería un libro para ella sola.

Casas vacías es, sin duda, uno de mis libros del año.

Me ha recordado en algunos fragmentos a Ariana Harwicz y al libro de Lenny, de Max Potter

A dos voces se cuenta esta tremenda historia.
Una es la voz de una mujer de clase media, madre de un niño autista, que adoptó a la niña de su cuñada asesinada por su marido y que pierde a su hijo de tres años en el parque porque se distrajo con un mensaje de otro hombre en su teléfono.
La otra voz es la de una mujer de clase baja, que sólo quiere ser madre y su desesperación le lleva a robarle el hijo a la primera.

Una novela que se lee en un suspiro, pero un suspiro doloroso. Una novela que lees con el corazón encogido porque es tremendamente dura, cruel, real, impactante. Una novela sobre el dolor de ser madre, sobre la culpa, sobre el deseo de amar y que te amen, sobre la violencia machista. Una novela fascinante.
Poco a poco vas conociendo la vida de ambas y entendiendo por lo que están pasando a pesar de que no es fácil lo que cuentan, no es algo amable ni cómodo de leer pero aún si lo recomiendo, aunque a lo mejor es por eso por lo que me ha impactado tanto. Porque te remueve, te desgarra y te duele pero es una lectura espectacular. de esas lecturas que dejan poso y que si vuelves a leerla estoy segura de que aún encontrarás algo más.

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Me alegra mucho ver esta corriente de nuevas voces femeninas latinoamericanas que han llegado para quedarse. Fernanda Melchor, Mariana Enriquez, Claudia Piñeiro o la mexicana Brenda Navarro son algunos de los nombre que empiezan a ser imprescindibles en las librerías y bibliotecas personales. Por ello, entre tanta recomendación positiva, no podía dejar pasar más tiempo sin leer Casas vacías, la primera novela de Brenda Navarro, publicada en 2018 de forma digital y llevada a imprenta en 2020, galardonada ese mismo año con el premio Tigre Juan.

En esta novela corta pero intensa y dura en extremo, la autora mexicana nos habla de la maternidad desde la visión de dos mujeres que viven condicionadas por la gran sombra que proyecta sobre ellas el peso de esta. La historia nace en el momento que una de ellas le roba a la otra su hijo en el parque. La primera de ellas, una persona herida por todas las personas que deberían protegerla y cegada por la obsesión de querer tener un hijo, comete la atrocidad de robar un niño. La otra, una mujer que se enfrenta a la maternidad por primera vez desde el vértigo y el miedo que imagino que esto supone, le caerá como una losa insalvable la culpa de haber perdido al niño en el parque.

Brenda Navarro, sin ningún tipo de pudor y sin ningún atisbo de optimismo, es capaz de hacernos ver como una de las cosas más alucinantes de la vida puede también convertirse en una pesadilla. Esta visión arriesgada que nos presenta la autora mexicana con una prosa directa que en ciertos aspectos me llevaba al dinamismo narrativo que ya vivi con Fernanda Melchor, aporta una disrupción clara a la forma en la que se ha tratado la maternidad en la literatura hasta el momento.

🪻in duda es una lectura recomendable, por lo rompedor, lo valiente y lo arriesgado de la historia.

Cada vez son más las voces que nos cuentan lo difícil de la maternidad, ese “lado oscuro” por tantos siglos silenciado, quizás para garantizar la supervivencia del ser humano.
Aún así muchas mujeres siguen sufriendo por sentimientos que consideran de una “mala madre”.
En esta historia mexicana, escrita en lenguaje mexicano coloquial, dos mujeres nos acercan a sus sentimientos contrapuestos, una hacia su hijo desaparecido y la otra respecto al niño que un día se llevó de un parque.
La madre, que nunca quiso serlo, y cuya culpabilidad por este sentimiento la atormentará.
La raptora siempre deseó ser madre y no pudo serlo, aún así se le derrumbarán todas las supuestas bondades de la maternidad

Hace varios días que terminé 𝘾𝙖𝙨𝙖𝙨 𝙫𝙖𝙘í𝙖𝙨 de 𝘉𝘳𝘦𝘯𝘥𝘢 𝘕𝘢𝘷𝘢𝘳𝘳𝘰 y todavía puedo sentir la angustia que se desprende en cada una de sus páginas. Uno de esos libros que esconden una historia narrada de una forma muy sencilla pero con una dureza indescriptible.

La autora nos narra la historia de dos mujeres mexicanas que aparentemente no tienen nada que ver entre ellas, pero les une la forma de vivir la maternidad en relación a la desaparición de un niño. Por un lado nos encontramos con la perspectiva de la maternidad de una mujer que pierde a su hijo pequeño en un parque, y por otro con la visión de la mujer que lo secuestra y se nos expone todos los motivos que le llevaron a cometer esa acción . A través de sus pensamientos conoceremos la historia de estas dos mujeres que esconden mucho más de lo que aparenta: violencia familiar, las diferentes facetas de la maternidad, la presión social, la autoexigencia, las diferencias entre clases sociales, el sentimiento de culpabilidad...
Lo cierto es que cuando leí la sinopsis antes de empezarlo no pensaba encontrarme con una lectura tan dura y sorprendente en muchos sentidos.

Además, este libro también trata sobre el autismo y cómo ya he comentado en otras ocasiones es un tema del que me gusta leer mucho. Todo esto ha hecho que para mí la lectura sea más dura, ya que podía llegar a comprender muchas de la situaciones que se exponían, pero también me ha generado gran dolor muchas otras.

¿Habéis leído Casas vacías? ¿Os pareció una historia dura?
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Un relato a dos voces en torno a Daniel (o Leonel), un niño de tres años que desaparece en el parque inesperadamente. La primera voz es la de la madre que lo pierde. Nos arroja sus pensamientos, todo lo que siente, sin tregua. Sin contención. Sin filtros. Y con frecuencia no es lo que esperas. Porque en este libro se cuestiona la maternidad perfecta y feliz que desde siempre nos han contado. A veces cuesta encajar lo que nos está contando, es duro, pero sincero.

La segunda voz es la de la 'madre' que se lleva al pequeño. Una mujer desesperada por tener un hijo, por ser 'normal', por tener una familia. Y, sinceramente, no sé cuál de las dos me ha impactado más. Porque poco a poco conoces sus historias, que van mucho más allá de lo que imaginas con la primera impresión. Y no puedes evitar ponerte en su piel y sufrir con ellas, con las dos. Algo que creo que es muy difícil de conseguir.

Es una historia incómoda y muy dura, no os voy a engañar, pero a la vez me ha hecho pensar mucho porque también es una crítica a las desigualdades sociales y a la violencia familiar y una reflexión sobre la culpa, la necesidad de sentirse querido, la aceptación, el rol de las mujeres y madres en la sociedad, la soledad... En serio, tengo medio libro subrayado y me gustaría releerlo dentro de un tiempo porque creo que fui tan rápido que me he dejado cosas aún en el tintero. Sin duda voy a seguir de cerca a esta autora mexicana que os recomiendo mucho.

Esta fue la primera novela de Brenda Navarro (¡menudo debut!) y en ella la escritora da voz a dos mujeres a las que no otorga nombre en ningún momento; quizá para obligarnos a hablar de ellas a través de sus circunstancias, y poner así el foco en el bucle de la violencia, que sufren y, en cierto modo, reproducen.
La maternidad es uno de los ejes principales de la novela, pero no el único y, en tanto que construcción social, es analizada y tratada desde diversas perspectivas: como anhelo condicionado socialmente; como un ente que es alojado en el cuerpo (de ahí la idea de «contenedor viejo deshabitado»). de fondo, la creencia de que el cuerpo femenino solo tiene sentido si aloja la maternidad: no experimentarla supone vivir una feminidad incompleta.
El protagonista de fondo, permanente, constante, es ese México quebrado que punza hasta dejar abierta la herida que representa el desamparo, ese estado único desde el que es posible reaccionar a contextos de violencia estructural y simbólica («la maldad, la tristeza, el peligro, la desazón está en todos lados»). El drama de las desapariciones constituye un telón de fondo a lo largo de toda la novela: qué representa la ausencia / presencia del otro, y como se manifiesta en lo cotidiano pero también en el plano abstracto y etéreo… la narración de hechos y con la descripción de estados emocionales y reflexiones guarda un equilibrio perfecto, y la estructura permite acercarnos a la realidad de forma progresiva pero con toda su crudeza.
Admiro el estilo de Brenda Navarro: la escritora juega con el lenguaje, lo estira, le da la vuelta, lo retuerce y lo exprime para poder obtener el máximo de significado posible a las palabras y a lo que representan. Su escritura es un proceso de indagación y de búsqueda que no se conforma con el mensaje superficial, que necesita adentrarse hasta lo más hondo para alcanzar la máxima pureza de significado. El símil de las casas vacías, usadas con diversas connotaciones que creo mejor no desvelar, es perfecto... Acabo: las referencias a los poemas de Szymborska, que abren distintas secciones del relato, son bellas y elocuentes, un complemento ideal a la narración de estas historias de ausencias y de pérdida.
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