Casas vacías

Me siento totalmente incapaz de valorar esta lectura, me ha destrozado por dentro. Esa falta, esa culpa, ese castigo, me ha devorado.
Porque cuando somos adultos, cada una de nuestras decisiones afecta a las personas que nos rodean, incluso el simple hecho de mirar el móvil un momento, puede cambiarnos la vida para siempre. Y desde el momento en que decidimos tener un bebé, ya nada vuelve a ser lo mismo. Está claro que cada niño es un mundo, al igual que cada maternidad es única.
Ahora imaginaros que vuestro hijo o hija desaparece con tres años, no puedo, ni quiero, imaginarme en esa situación. Una vez dejé de ver a mis dos hijos durante 5 minutos y tuvieron que dejar una silla en la tienda en la que estaba para que me sentara porque las piernas no me sostenían, cada día doy gracias porque todo se quedara en un susto pero… ¿y si uno de los dos no hubiera vuelto a mi vida? ¿Si hubiera nacido con una enfermedad o un síndrome raro? O incluso, ¿y si nunca me hubiera logrado quedar embarazada? Pues esta lectura me ha removido todo eso y mucho más, he vuelto a tener esas pesadillas raras que tuve durante los embarazos y que todo el mundo consideraba normal menos yo, lo primero que hice cuando nacieron mis hijos, y no es coña ni un cliché, fue contarles todos los dedos.
Eso es, en esencia, todo lo que contiene este pequeño libro, de los relatos de varias formas de ser madre. Está escrito en primera persona desde el punto de vista de dos madres, una lo fue biológicamente, la otra no pudo serlo, aunque era su mayor ambición.
Es tan pequeño que no llega a 200 páginas, pero pesa mucho, golpea fuerte y sabe a sopa contundente.
Es una lectura que no es fácil, que deja un agujero dentro, pero que aconsejo porque de en cuando, es bueno sentir que tenemos un corazón latiendo en el pecho.

Hace unos días estuve en una presentación y conocí a Brenda Navarro, de sus reflexiones sobre la obra que se presentaba hubo unos cuantos puntos que llamaron mi atención y me dije, tengo que leerla. Un acierto, de las dos que encontré elegí la más antigua, una historia brutal sobre dos mujeres, dos maternidades, dos historias muy diferentes con rasgos en común. No tienen nombres, sí ellos, Fran y Rafa, dos hombres muy distintos afrontando situaciones complejas. Pero el foco está sobre ellas, sobre sus deseos y frustraciones. de la maternidad oscura, de los duelos mal resueltos… he hablado mucho, hoy me centro en otro personaje potente de esta novela. Nagore, ese daño colateral o chivo expiatorio, sacrificada para sofocar la culpa, el miedo, la frustración y la rabia. La madre de Daniel la señala constantemente como un elemento diferente y peligroso para su duelo, a través de ella quiere expiar la culpa. Nagore no debía estar con ellos. «Tenías que haber desaparecido tú», palabras que son como dardos. Daniel desapareció porque Nagore no se ofreció para el sacrificio, esa es la culpa que desea que cargue, quiere deshacerse de la responsabilidad que la señala como mala madre, no puede librarse del dolor, la perdida, la ausencia, pero sí de la etiqueta, recobrar su valor moral, su control personal.
                La culpa, la insatisfacción, la incomprensión del entorno. Cada una de estas madres cogerá un mecanismo de defensa para acallar sus voces machaconas, apartará su conciencia, dejará de lado las emociones y pensamientos que molestan. La primera no reconoce que Nagore es otra víctima como Daniel, que la está apagando su luz, aunque en el fondo sabe que es una mala madre hasta para la hija adoptiva que le queda, lo importante aquí,  nunca quiso ser madre; la segunda, reconoce que no es suyo, que tiene una madre que sufre en algún lugar, el niño no está donde debe…, pero ella siempre quiso ser madre, se lo merece, se lo debe la vida…


Muy recomendable para los que le guste leer sobre el comportamiento humano, pensamientos, emociones y conductas, si eres un amante de la psicología, de cómo funciona la mente, a veces hisotiras sencillas dan mucha explicación.

Brenda Navarro es uno de mis grandes descubrimientos literarios. Leí Casas vacías y el impacto emocional fue brutal y diría que difícil de superar, pero al leer Ceniza en la boca me di cuenta del tipo de escritora que es Brenda. Es de las que no defraudan, de las que te van dando una de cal y otra de arena con textos maravillosamente escritos que indagan en los sentimientos más profundos del ser humano.
En este caso la protagonista se enfrenta al suicidio de su hermano y para ello va tejiendo una historia familiar anterior a la muerte que te deja calado hasta los huesos.
Si eres de los que buscan emociones fuertes este es tu libro.

Esta fue la primera novela de Brenda Navarro (¡menudo debut!) y en ella la escritora da voz a dos mujeres a las que no otorga nombre en ningún momento; quizá para obligarnos a hablar de ellas a través de sus circunstancias, y poner así el foco en el bucle de la violencia, que sufren y, en cierto modo, reproducen.
La maternidad es uno de los ejes principales de la novela, pero no el único y, en tanto que construcción social, es analizada y tratada desde diversas perspectivas: como anhelo condicionado socialmente; como un ente que es alojado en el cuerpo (de ahí la idea de «contenedor viejo deshabitado»). de fondo, la creencia de que el cuerpo femenino solo tiene sentido si aloja la maternidad: no experimentarla supone vivir una feminidad incompleta.
El protagonista de fondo, permanente, constante, es ese México quebrado que punza hasta dejar abierta la herida que representa el desamparo, ese estado único desde el que es posible reaccionar a contextos de violencia estructural y simbólica («la maldad, la tristeza, el peligro, la desazón está en todos lados»). El drama de las desapariciones constituye un telón de fondo a lo largo de toda la novela: qué representa la ausencia / presencia del otro, y como se manifiesta en lo cotidiano pero también en el plano abstracto y etéreo… la narración de hechos y con la descripción de estados emocionales y reflexiones guarda un equilibrio perfecto, y la estructura permite acercarnos a la realidad de forma progresiva pero con toda su crudeza.
Admiro el estilo de Brenda Navarro: la escritora juega con el lenguaje, lo estira, le da la vuelta, lo retuerce y lo exprime para poder obtener el máximo de significado posible a las palabras y a lo que representan. Su escritura es un proceso de indagación y de búsqueda que no se conforma con el mensaje superficial, que necesita adentrarse hasta lo más hondo para alcanzar la máxima pureza de significado. El símil de las casas vacías, usadas con diversas connotaciones que creo mejor no desvelar, es perfecto... Acabo: las referencias a los poemas de Szymborska, que abren distintas secciones del relato, son bellas y elocuentes, un complemento ideal a la narración de estas historias de ausencias y de pérdida.
Enlace: https://instagram.com/lesbou..

Me alegra mucho ver esta corriente de nuevas voces femeninas latinoamericanas que han llegado para quedarse. Fernanda Melchor, Mariana Enriquez, Claudia Piñeiro o la mexicana Brenda Navarro son algunos de los nombre que empiezan a ser imprescindibles en las librerías y bibliotecas personales. Por ello, entre tanta recomendación positiva, no podía dejar pasar más tiempo sin leer Casas vacías, la primera novela de Brenda Navarro, publicada en 2018 de forma digital y llevada a imprenta en 2020, galardonada ese mismo año con el premio Tigre Juan.

En esta novela corta pero intensa y dura en extremo, la autora mexicana nos habla de la maternidad desde la visión de dos mujeres que viven condicionadas por la gran sombra que proyecta sobre ellas el peso de esta. La historia nace en el momento que una de ellas le roba a la otra su hijo en el parque. La primera de ellas, una persona herida por todas las personas que deberían protegerla y cegada por la obsesión de querer tener un hijo, comete la atrocidad de robar un niño. La otra, una mujer que se enfrenta a la maternidad por primera vez desde el vértigo y el miedo que imagino que esto supone, le caerá como una losa insalvable la culpa de haber perdido al niño en el parque.

Brenda Navarro, sin ningún tipo de pudor y sin ningún atisbo de optimismo, es capaz de hacernos ver como una de las cosas más alucinantes de la vida puede también convertirse en una pesadilla. Esta visión arriesgada que nos presenta la autora mexicana con una prosa directa que en ciertos aspectos me llevaba al dinamismo narrativo que ya vivi con Fernanda Melchor, aporta una disrupción clara a la forma en la que se ha tratado la maternidad en la literatura hasta el momento.

🪻in duda es una lectura recomendable, por lo rompedor, lo valiente y lo arriesgado de la historia.

Lejos queda la mirada idealizada en torno a la maternidad que a las mujeres se nos presentaba como el todo que venía a completar la parte incompleta que éramos sin hijos. Maternidades hay muchas y me cuesta imaginar alguna que no sea dura. Brenda Navarro nos las muestra sin veladuras, con una sinceridad apabullante y necesaria, en una novela cuyos personajes se mueven entre México y España.

En “Casas vacías” está la madre que no quería serlo, la madre que quiere serlo y no puede, la madre asesinada, la madre de la madre asesinada, las madres que han perdido a sus hijos quién sabe cómo… Todas, mujeres que siguen siéndolo después de la maternidad, o a pesar de ella, cada una como sabe o como puede.

La novela está narrada a dos voces con una estructura paralela en la que conocemos, en primer lugar, a la madre que ha perdido a su hijo en el parque. Estaba y, de repente, ya no está. A través de su voz, entrecortada y, en ocasiones, asfixiante, conoceremos sus miedos y, sobre todo, la culpa que llega con la ausencia del hijo y que se nos narra a través de una mirada al pasado teñida de reproches, que no hace más que sumergir en un pozo oscuro a esa madre que no sabe por qué terminó siéndolo y que ahora no ve más que sufrimiento en el hecho de haber tenido-perdido al hijo.

El hijo, ese que está con la otra madre, la madre impostada, una voz sin ataduras que nos cuenta cómo fue que terminó llevándose al niño de ese parque y, al mismo tiempo, nos habla de violencia y desigualdad. de silencios. de los que desaparecen y ya no están y de los que se quedan, buscándolos. Siempre.

El juego de voces en la novela es un acierto que la dota de un realismo demoledor. Brusco. Y, tras su lectura, es inevitable no pensar en esas casas vacías de las que nos habla Brenda Navarro: las que cobijaron vida y se ven, ahora, deshabitadas.

Me paso por aquí para dejaros mis impresiones de un libro que hace mucho tiempo que tenía ganas de leer «Casas vacías» de Brenda Navarro editado por Sexto Piso. Es el debut de esta autora mexicana y ya os aviso que ella emplea su lengua, que difiere de la nuestra, en muchas expresiones y hay que acostumbrarse a ello, en caso contrario te costará seguir el ritmo.

«Casas vacías» es el relato de dos mujeres, de las que nunca conocemos su nombre las reconoceremos como la madre de Daniel y la madre de Leonel, ambas madres del mismo niño. Una de ellas se enfrenta a la desaparición de su hijo en el parque en el que juega mientras ella se encuentra distraída mirando el móvil, la otra decide secuestrar a ese niño porque ansía ser madre por encima de todas las cosas.

Una historia dura porque la maternidad lo es y lo es mucho más cuando se juzga el papel de una madre. Aquí nos presenta a dos madres a las que les une la soledad, dos madres que viven en casas vacías porque nadie se ha preocupado nunca de mirar en el interior. Me ha encantado la forma de narrarlo, de transmitir el dolor, el miedo, la culpa, el vacío.

Pero no nos equivocamos porque aquí no hay buenos ni malos, no va de eso esta historia, va mucho más allá. Brenda ha querido narrar el hecho de que la maternidad no siempre cumple con las expectativas impuestas, las que una misma se pone y las que la sociedad te impone. de esa forma reflexionamos acerca del dolor que ambas sufren a su manera: una que nunca quiso ser madre y otra que siempre lo anheló.

Son muchos los temas que la autora va desgranando a lo largo de esta breve novela: la violencia doméstica, la soledad, las desigualdades sociales y económicas, el patriarcado, el arrepentimiento, la toma de decisiones… todos ellos envueltos en un lenguaje directo que invita a la reflexión de forma continua y que no te dejará indiferente.

No quiero desvelar mucho más ni profundizar más en mi opinión de «Casas vacías» porque prefiero que si os llama la atención os adentréis en esta historia y saquéis vuestras propias conclusiones. Una novela dura, angustiosa que retrata la violencia y el horror que se vive ante una desaparición en un país como México. Una novela escrita de forma exquisita que te deja una gran sensación de vacío tras su lectura.


Enlace: https://www.librospordoquier..

Cada vez son más las voces que nos cuentan lo difícil de la maternidad, ese “lado oscuro” por tantos siglos silenciado, quizás para garantizar la supervivencia del ser humano.
Aún así muchas mujeres siguen sufriendo por sentimientos que consideran de una “mala madre”.
En esta historia mexicana, escrita en lenguaje mexicano coloquial, dos mujeres nos acercan a sus sentimientos contrapuestos, una hacia su hijo desaparecido y la otra respecto al niño que un día se llevó de un parque.
La madre, que nunca quiso serlo, y cuya culpabilidad por este sentimiento la atormentará.
La raptora siempre deseó ser madre y no pudo serlo, aún así se le derrumbarán todas las supuestas bondades de la maternidad

Descubrí a Brenda Navarro (@despixeleada) este mismo año con su sobresaliente Ceniza en la boca, así que no podía dejar escapar su anterior novela Casas vacías, de la que también había oído maravillas.

Sin tener ambas novelas mucho que ver, sí que tienen gran parecido en su estructura, su narración, su enganche y lo que esta autora nos hace sufrir con sus textos. En este caso el tema central es la maternidad, desde dos puntos de vista muy bien marcados, con dos protagonistas que no dejan indiferente al lector.

Una novela que te mantiene en vilo durante toda su narración, sufriendo con ambas mujeres, viendo distintos puntos de vista de afrontar la maternidad, dos vidas diferentes y situaciones que nos harán ver la vida desde sus ojos. En este caso, como decía, nos va a tocar sufrir con ambas historias por diferentes motivos.

Una historia dura pero realista y directa de la que he disfrutado mucho. En este caso no me ha sorprendido la forma de escribir de la autora porque ya la conocía, pero me confirma que me encanta y que espero su siguiente novela con muchas ganas.

Lo "peor" que puedo decir de la novela es que existe Ceniza en la boca, para mí superior, pero aun así me parece una novela maravillosa que también os animo a leer y disfrutar (o sufrir, depende de cómo se mire).

Guau. Respira, respira, nos dice Brenda Navarro, en numerosas ocasiones en voz de uno de sus personajes. La primera novela que publica, y la primera que leo de ella. Ha sido fantástico. Nos habla de maternidad, de almas rotas.

La mujer A ha perdido a su hijo. La mujer B lo ha robado. Mientras una lidia con la desaparición de su bebé y se enjaula en una culpa infinita, la otra vive el sueño amargo de ser una madre de mentirita.

En esta novela de apenas doscientas páginas, dos mujeres nos cuentan en primera persona el vínculo que las une sin saberlo. Cada voz con su estilo y circunstancias nos hace partícipe de sus vidas, de cómo sucedió el suceso, de sus motivos. La autora nos sumerge en el sentimiento más puro de ser madre sin enmascarar absolutamente nada.

La narración íntima, a bocajarro y con todas las letras, hace que realmente conmueva y sangre por dentro, poniéndote en los zapatos de cada una de ellas. Dos puntos de vista distintos, dos vidas distintas, envueltas por un hermoso bebé de ojos azules, el más guapo y más bonito.

Me ha maravillado. Me encanta este atropellamiento de emociones vivas, dolores sufridos. A veces este tipo de novelas que se mueven tan cerca de los dolores propios, a menudo no son para todo el mundo, pero indudablemente son completamente humanas.

Brenda Navarro es una genia. Seguiré muy de cerca a esta autora.