De la muerte y el amor, del amor y la muerte.
Vuelvo sobre esta novela, de las primeras que escribió
Murakami san y la segunda que leí de él. Una narración alejada de su universo fantástico, con sólo la imagen del pozo anunciando lo que será un rasgo distintivo de su profunda imaginación.
Watanabe, uno de nosotros, recuerda sus años de estudiante, su búsqueda por encontrar su camino, las muchas personas que le acompañaron en ella y sus esfuerzos desesperados por no perderse bajo la superficie.
Una de ellas, Naoko, destaca sobre todas las demás: un corazón herido, un amor de aquí hasta Andrómeda y tal vez las escenas más eróticas que podamos encontrar en este cautivador escritor.
Me resulta difícil poner por escrito mis impresiones acerca de este Blues. Unas emociones y un relato que se escapan como las olas que quieras aferrar con tus manos: muchas caminatas, muchas canciones, un buen puñado de personajes inolvidables... y una luz verde al otro lado de la bahía.
"«Algún día la muerte nos tomará de la mano. Pero hasta el día en que nos atrape nos veremos libres de ella». Yo pensaba así. Me parecía un razonamiento lógico. La vida está en esta orilla; la muerte, en la otra. Nosotros estamos aquí, y no allí.
A partir de la noche en que murió Kizuki, fui incapaz de concebir la muerte (y la vida) de una manera tan simple. La muerte no se contrapone a la vida. La muerte había estado implícita en mi ser desde un principio. Y éste era un hecho que, por más que lo intenté, no pude olvidar. "
"Todos somos personas que nos hemos doblado en algún punto, que nos hemos torcido, que no hemos podido mantenernos a flote y nos hemos hundido deprisa. Yo, Kizuki, Reiko. A todos nos ha ocurrido lo mismo. ¿Por qué no te gusta la gente corriente?
—A mí no me da esta impresión —respondí tras reflexionar unos instantes—. No me parece que ni tú, ni Kizuki, ni Reiko estéis «torcidos». La gente que a mí me parece «torcida» pasea por la calle tan campante."
"Al igual que todas las mañanas tú cuidas de las aves del gallinero y trabajas en el campo, yo me doy cuerda a mí mismo. Antes de saltar de la cama, lavarme los dientes, afeitarme, desayunar, vestirme, salir de la residencia y llegar a la universidad, ya he dado treinta y seis vueltas a la clavija."