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En este libro, Murakami me ha dejado la reflexión de la espiral oscura, del pozo negro que todo el mundo carga a sus espaldas. La tristeza se propaga entre los personajes como una epidemia pandémica. También me ha hablado de la presión social de una cultura. Y esto lo veo, sobre todo, en los personajes de Naoko, Hatsumi, Reiko y Midori. Cada una un vértice de esa presión. Un papel promedio que les toca cumplir. Sobre el papel, maravilloso. Pero en la realidad que transmite Murakami, cada personaje es su propio mundo, va a su propio ritmo. Luego esta el protagonista. Watanabe. Un personaje que se alimenta de la desgracia ajena, que la provoca a su paso. Llegué a odiarlo porque sabía que cada vez que se juntaba con alguien, a ese alguien le pasaba algo gordo. El libro es crudo sin tener que recaer en imagenes desagradables. Las malas noticias nos atropellan con solo una frase en plena calma. En general, el ritmo es lento y atrapa por el elenco que rodea a Watanabe más que por él mismo o por una trama embrollada. Por último añadir que el final está un poco apresurado, que los acontecimientos se suceden más rápidamente que en el resto de la novela y puede llegar a ser un poco embrollo. Pero eso no quita de que esta obra sea un buen libro que tener en las manos. |
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