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Kafka en la orilla de Haruki Murakami
Pero lo que ya ha sucedido es igual que un plato roto en mil pedazos. Por muy esforzadamente que lo intentes, ya no podrás devolverlo a su estado original.
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Calificación promedio: 5 (sobre 148 calificaciones)
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Kafka en la orilla de Haruki Murakami
Pero lo que ya ha sucedido es igual que un plato roto en mil pedazos. Por muy esforzadamente que lo intentes, ya no podrás devolverlo a su estado original.
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La chica del cumpleaños de Haruki Murakami
Una persona, desee lo que desee, llegue hasta donde llegue, jamás puede dejar de ser ella misma.
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De qué hablo cuando hablo de correr de Haruki Murakami
En mi interior siempre ha ansiado el deseo de permanecer completamente solo. Por eso, el simple hecho de correr una hora todos los días, asegurándome con ello un tiempo de silencio solo para mí, se convirtió en un hábito decisivo para mi salud mental. Al menos cuando corría no tenía que hablar con nadie ni que escuchar a nadie. Bastaba con contemplar el paisaje que me rodeaba y mirar hacia mi interior, Eran momentos preciosos e insustituibles.
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1Q84 de Haruki Murakami
Fuera, un trueno sin relámpago retumbó violentamente. La lluvia golpeaba la ventana. En ese momento, ellos se encontraban en una caverna prehistórica. Una caverna sombría y húmeda, de techo bajo. Bestias oscuras, y un espectro, rodeaban la entrada. Por un instante, la luz y la sombra se volvieron una alrededor de Aomame. Una ráfaga de viento atravesó soplando el lejano estrecho. Ésa era la señal. Respondiendo a ella, Aomame descendió el puño rápidamente y con precisión. Todo terminó en silencio, las bestias y el espíritu exhalaron un profundo suspiro, levantaron el asedio y fueron regresando al bosque, que había perdido su corazón. |
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Los años de peregrinación del chico sin color de Haruki Murakami
El talento es como un recipiente. La capacidad no cambia por mucho que uno se esfuerce. Y cuando el agua llega al borde, rebosa.
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La muerte del comendador de Haruki Murakami
A decir verdad, yo mismo me hacía daño. Mis sentimientos no dejaban de oscilar como un péndulo cortante que, de un extremo a otro, dibujaba un gran arco sumido en el silencio. Ese vaivén de mis sentimientos dejó muchas heridas en mi piel, y para ahuyentar el dolor sólo tenía un recurso: pintar.
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Hombres sin mujeres de Haruki Murakami
No obstante, acepté sin más lo que el marido me había comunicado. No albergaba ninguna sospecha. Tras romper conmigo, ella siguió viviendo en este mundo, se enamoraría (probablemente) de alguien con quien luego se habría casado, y el miércoles de la semana pasada acabó con su vida por algún motivo, de algún modo. En cualquier caso. En la voz del marido había, sin duda, un vínculo profundo con el mundo de los muertos. En la quietud de la noche, fui capaz de sentir esa cruda conexión. Percibí la tirantez del hilo tensado y su agudo destello. En ese sentido, llamarme pasada la una de la madrugada —fuese o no su intención— era la opción correcta para él. A la una de la tarde seguramente no habría causado el mismo efecto.
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Sputnik, mi amor de Haruki Murakami
Hace tiempo, cuando se estrenó Grupo salvaje, de Sam Peckinpah, en la rueda de prensa una periodista alzó la mano y preguntó en tono inquisitivo: “¿Qué necesidad creen que hay de mostrar tanta sangre?”. Ernest Borgnine, uno de los actores, respondió con aire perplejo: “Pero, señora, cuando te disparan, sangras”. La película se filmó en plena época de la guerra del Vietnam. Me gusta esta frase. Posiblemente sea uno de los principios básicos de la realidad. Aceptar las cosas difíciles de desentrañar como cosas difíciles de desentrañar, aceptar el hecho de sangrar. Disparar y sangrar. Es que, cuando te disparan, sangras. |
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Tokio blues de Haruki Murakami
La muerte no existe en contraposición a la vida sino como parte de ella
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De qué hablo cuando hablo de correr de Haruki Murakami
Los pensamientos que acuden a mi mente cuando corro se parecen a las nubes del cielo. Nubes de diversas formas y tamaños. Nubes que vienen y se van. Pero el cielo siempre es el cielo. Las nubes sólo son meras invitadas. Algo que pasa de largo y se dispersa. Y sólo queda el cielo. El cielo es algo que, al tiempo que existe, no existe. Algo material y, a la vez, inmaterial. Y a nosotros no nos queda sino aceptar la existencia de ese inmenso recipiente tal cual es e intentar ir asimilándola
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Novela de ciencia ficción, escrita por Richard Matheson, en 1975 se titula: "En algún lugar del _________"