Levi y Vi se conocieron de pequeños. En ese pueblo perdido de Montana donde todos se conocen y Vi se lleva de lleno la etiqueta de excéntrica, extravagante desde el primer pie que pone en el lugar. Para Levi se convierte en Vértigo, esa sensación efervescente que sube por la base de la garganta y te deja sin aire. Esa es Vi, su esencia, su realidad, aunque también asuma su papel de criatura estrafalaria con un aura magnética que sabe que la va a llevar tan lejos como se permita volar. Y Vi se come este libro, lo abarca en todas las letras y vive en cada uno de los párrafos, sin importar quién es el narrador, se convierte en esa clase de personas (personajes) que entran en una habitación e invaden cada recóndito lugar con su presencia, con su imagen, con su personalidad.
Vi es... es este libro. al completo. Desde la primera letra del inicio hasta la palabra final. Vi se esconde, y a veces ni eso, en cada pequeño y amplio párrafo, en cada descripción de paisajes y de personajes secundarios donde ha dejado retazos de su persona, está en cada idea y cada pensamiento. Vi es un puñetero huracán dispuesto a romperlo todo para poder seguir siendo ella misma. No para serlo o para liberarse, sencillamente seguir siéndolo porque lo fue desde el primer hálito de vida al nacer. Es el viento que se escurre entre cada grieta porque nadie, nadie, puede atraparla ni mucho mejor enjaularla o ponerle cuerdas. Se desliza a través de ellas sin que la toquen siquiera. Hay lugares en los que crea su hogar, en personas y en objetos, pero sabe que no es para siempre, no cree en los para siempre, solo cree en su poder, en lo que la llena y lo que la rebasa, en lo que puede hacer con toda la fuerza interior con la que podría manejar el mundo a su antojo.
Y, después, detrás de todo ello, de la persona que es Vi, está Levi. Un murmullo quedo que susurra rutina. Esa clase de cotidianidad que enlaza un día tras de otro para crear su propia monotonía dentro de la vida. de esa que llena y rompe. de esa que se queda a vivir dentro de la persona y en la que apetece arrullarse con el sonido de la calma. Junto a Vi es... bueno, una sombra. Vi estalla en mil pedazos, mientras Levi los recoge para formar de nuevo a la misma persona rebosante de vitalidad. Se complementan, en cierta manera, pero... ¿es realmente suficiente cuando ambas personas son extremos totalmente opuestos?
Vi me ha encantado, con sus excentricidades y los vuelcos de su vida, con sus baches y sus estallidos, con su recuperarse y volver a romperse, con las grietas y las alas que la hacen volar. Siempre. Su personalidad es tan arrolladora que es absolutamente imposible no amarla. Quizás si fuese real habría dos polos opuestos, o amarla u odiarla. En este libro no veo a nadie capaz de odiarla. Es tan "estable" dentro de la inestabilidad que es la montaña rusa de su vida que solo tenía ganas de más, de seguir conociéndola, de seguir viéndola vivir, de seguir avanzando con cada paso y cada tropiezo, de abrazarla en sus errores e impulsarla con cada acierto.
Levi me... aburrió. Un poco. Quizás en otra clase de historia habría sido la felicidad de la calma, pero en este libro es lo opuesto a un huracán y, visto así, se convierte en aburrido. En celoso. En unas manos que quieren atar en corto, pero saben que no tienen el derecho. de aferrarse a algo que sabe que no va a poder atrapar. de crear su hueco, su vida, su hogar, en una persona que es tan volátil que sabe que solo producirá frustraciones y luchas internas. Su personalidad solo consiste en querer tener a Vi y saber que no puede acortar su margen de maniobra porque no será feliz de esa manera. Pero, a la vez, saber que nunca podrá ser feliz sin ella. Es tóxico, insano, terriblemente doloroso y, a la vez, terriblemente real. Ha habido momentos (especialmente al final) en el que me hubiese gustado que se callara, que dejara de agarrarse a ideas que no llevan a ninguna parte, a dejarles ser felices en sus caminos separados... pero la personalidad de Levi, todo lo que nos cuenta la autora hasta ese momento, hace que sea humanamente imposible que sea de otra manera.
Eso sí, el final no. No me ha gustado. No encaja con todo lo demás. Me parece un despropósito. Un sinsentido. Ilógico. ¿Qué son esas piezas tan dispares encajando de una manera que no podrían? Me niego a aceptar que eso podría funcionar. Me niego a admitir todo el daño que produjeron a los demás, a los que realmente podían haberles hecho felices de una manera bien.
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