Matilda es un personaje al que le coges cariño desde el primer capítulo. Es adorable, tierna, independiente, fuerte y con una inteligencia desbordante, adora la lectura por encima de todo y es tremendamente madura para la edad que tiene. Es muy complicado no sentir afecto por esta dulce criatura que se siente fuera de lugar, distinta a las demás por las capacidades que posee, pero que en el fondo no deja de ser una niña que necesita cariño familiar. A lo largo de la historia también se ve su evolución, como va integrándose y desarrollando su mente y como va creando lazos afectivos con sus amigos y con la señorita Honey. En cierto modo, a través de Matilda, este libro te hace reflexionar sobre la educación que recibe un niño y en como, a veces, se desaprovecha su inteligencia al no incentivarla ni alimentarla, pasando incluso desapercibida por sus más allegados. En este caso en concreto, la familia de nuestra protagonista -los padres sobre todo- es la más peculiar y pintoresca que te puedas encontrar. Los padres son ineptos a la hora de criar a su hija, incapaces de ver su valía; el padre solo piensa en ganar dinero y en estafar a sus clientes, la madre en gastar dinero a mansalva y en ponerse guapa (o a intentarlo más bien) y el hermano, bueno, no tiene un papel definido en la historia pero tampoco hace nada por su hermana. Por último, y no por ello menos importante, tengo que decir que me he aficionado a los libros de este autor porque es magnifico. Tiene un estilo de escritura audaz y complejo, pero a la vez narra los acontecimientos de una forma tal que es muy rápido de leer y te genera una sensación muy cálida. Además, está ilustrado por Quentin Blake y es simplemente precioso, ambos artistas hacen un trabajo espléndido. Desde luego este libro me ha encantado, de hecho es el primer libro que me leí cuando era pequeña y le tengo especial cariño. + Leer más |