Te odio, pero bésame de Isabel Keats
Me hubiera gustado decírtelo antes de que ocurriera, pero no pude resistirme, y sin que se que debería hacerlo, no me arrepiento de nada.
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Te odio, pero bésame de Isabel Keats
Me hubiera gustado decírtelo antes de que ocurriera, pero no pude resistirme, y sin que se que debería hacerlo, no me arrepiento de nada.
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Te odio, pero bésame de Isabel Keats
La vida era una sucesión de sorpresas-algunas más agradables que otras, eso desde luego- y núnca se podía estar preparado para todo.
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Expiación de Isabel Keats
Simplemente, Milord, le recuerdo que quizá llegue el día en el que usted también haga el ridículo por amor y no creo que le gustara que ese momento fuera del dominio público.
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Absolución de Isabel Keats
—¿Por qué te fuiste? ¿Pensaste que no te buscaría? ¿Que te dejaría escapar?
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Expiación de Isabel Keats
—¿Me está diciendo, milord, que no es solo para salvar su honor por lo que insiste en casarse conmigo? Sherry movió la cabeza la cabeza en una negativa y dijo con resignación: —Mucho me temo que te amo, Emma Lovegrace. |
Redención: 1 de Isabel Keats
«La quiero. La quiero para mí», se dijo. A su lado se transformaba en uno de esos vampiros de las leyendas eslavas; solo se sentía vivo cuando bebía de sus palabras y gestos.
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El sol sale por el oeste de Isabel Keats
Amor a primera vista. El mismo que cuando lo lees en una novela dices: Imposible. Pero lo es. Posible, me refiero. Desde entonces aunque haya tenido alguna que otra relación esporádica no he dejado de pensar en ti.
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Algo más que vecinos de Isabel Keats
La joven se le había metido tan dentro de la piel que ahora no había forma de saber qué parte de él era suya y cuál pertenecía a ella.
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Escrito en las estrellas de Isabel Keats
El recién llegado parecía encantado con la novedad de dormir con un animal, así que le hizo una seña a Balu para que lo siguiera y los tres desaparecieron por una puerta al fondo del patio.
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Escrito en mis sueños de Isabel Keats
Estupefacta y dolorida, Luna recibió los dos primeros azotes con un grito sofocado, pero al ver que aquel hombre no tenía ninguna intención de detenerse, luchó con todas sus fuerzas en un vano intento por liberarse. Sin embargo, la azotaina continuó con la regularidad de las campanadas de un carrillón, sin que su verdugo prestara la menor atención a lágrimas ni sollozos. |
Nunca es tarde de Isabel Keats
Debía reconocer que se había sentido atraída por el profesor de literatura desde el instante en que se lo presentó una de sus colegas. Desde entonces, él había perdido bastante peso y se le veía más en forma, lo que le hacía aún más seductor. Por desgracia, era consciente de que Thomas Baker jamás sentiría la misma atracción por una persona como ella; a esas alturas de su vida, Nancy Newman no se engañaba sobre el alcance de sus encantos.
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Nunca es tarde de Isabel Keats
(…) Cuando no la conocías bien, la señora Newman daba la sensación de ser una persona culta, inteligente, con mucho sentido del humor y muy divertida; sin embargo, a la larga, uno se daba cuenta de que no era más que una entrometida sabelotodo.
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Nunca es tarde de Isabel Keats
(…) Te juro, Georgina, que hay veces que me da miedo pensar hasta qué punto mi felicidad depende de ti. —Al ver sus propios temores reflejados en los cándidos ojos verdosos que brillaban llenos de sinceridad, la detective, incapaz de resistirlo más, tomó su rostro entre las manos y depositó un apasionado beso en aquellos labios firmes que tenían el poder de enloquecerla.
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Nada más verte de Isabel Keats
(…) Stephen Allen podía llegar a ser un hombre muy atractivo. Su figura, a pesar de que él se empeñaba en ocultarla bajo esas chaquetas deformes y pasadas de moda, era imponente y su rostro de rasgos fuertes, con su nariz larga y recta y su mandíbula cuadrada, resultaba muy masculino. Desde luego, era una pena que el tipo se disfrazara de fantoche, se dijo. (…) |
Nada más verte de Isabel Keats
(…) le parecía increíble que Stephen Allen fuera tan sumamente educado como para ser incapaz de mandarla a paseo. Definitivamente, el profesor no se parecía en nada a los hombres que había conocido hasta entonces.
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Nada más verte de Isabel Keats
(…) Stephen la soltó y se metió en su cuarto. Con un movimiento compulsivo abrió y cerró varias veces la mano; las yemas de los dedos todavía le cosquilleaban después de haber tocado aquella suave piel.
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Nada más verte de Isabel Keats
—Mira, Amanda, voy a ser completamente sincera contigo —afirmó Georgina en cuanto se calmó un poco—. Si tu hermano no me pareciera el hombre más anticuado y con el peor corte de pelo que he visto en mi vida; si no pensara que la ropa deforme que lleva parece salida de un museo; si a pesar de todo eso me hubiera enamorado con locura de él, aun así, sé que no tendría la menor posibilidad... ¡Cada vez que me mira parece que estuviera chupando un limón!
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Gregorio Samsa es un ...