Escrito en mis sueños de Isabel Keats
Estupefacta y dolorida, Luna recibió los dos primeros azotes con un grito sofocado, pero al ver que aquel hombre no tenía ninguna intención de detenerse, luchó con todas sus fuerzas en un vano intento por liberarse. Sin embargo, la azotaina continuó con la regularidad de las campanadas de un carrillón, sin que su verdugo prestara la menor atención a lágrimas ni sollozos. |