Siempre hemos vivido en el castillo

La desgracia que ocurrió, seis años atrás, en el comedor de la casa de los Blackwood podría haberle bastado a Shirley Jackson para desarrollar una historia de terror y casas encantadas. Pero no va por ahí la cosa.

El miedo no está en la casa, vista por los habitantes del pueblo como el escenario de un crimen. La casa no resulta amenazadora para los protagonistas, sino todo lo contrario. La vida de Merricat y Constance y su tío Julian, se sucede con suma tranquilidad.

Merricat es la única que rompe con ese aislamiento, para ir a la biblioteca y al colmado. Pero esas visitas se revelan como paseos peligrosos, incómodos, ya que los vecinos la increpan y se burlan de ella. Incluso leerle la lista de la compra al dueño del colmado se convierte en una tarea terrorífica.

Y es aquí donde reside el verdadero horror de esta historia: en lo externo. Lo que más miedo despierta en los protagonistas son los vecinos y cada una de las visitas que reciben, porque se viola la quietud de su refugio. Es así como Shirley le da la vuelta al subgénero de las casas encantadas para contar otra historia: la de la persecución de los inadaptados.

Shirley da voz a Merricat, el mejor ejemplo de narradora poco fiable que he leído hasta ahora. Es infantil, extraña, cruel, y a la vez dulce. Tiene sometida a su hermana, quien la consiente en todos sus caprichos. Constance es muy indulgente con ella, maternal y dedicada a las tareas del hogar.

Me gusta pensar que Constance y Merricat simbolizan las dos caras de la personalidad de Shirley. Por un lado, la esposa, madre y ama de casa, por otro, la escritora, excéntrica y amante de la brujería y el tarot ✨

Me ha encantado esta novela.

Lean a Shirley, siempre 🤍

Está novela es como un estanque tranquilo en el que en algún momento, sin saber como ni porqué se desata un tsunami. Sí, en un estanque.
Siempre hemos vivido en un castillo de Shirley Jackson cuenta de las hermanas Blackwood quienes viven en la gran mansión familiar con su tío Julián después de que todo el resto de la familia fuera envenenada:
"Me llamo Mary Katherine Blackwood. Tengo dieciocho años y vivo con mi hermana Constance. A menudo pienso que con un poco de suerte podría haber sido una mujer lobo, porque mis dedos medio y anular son igual de largos, pero he tenido que contentarme con lo que soy. No me gusta lavarme, ni los perros, ni el ruido. Me gusta mi hermana Constance, y Ricardo Plantagenet, y la Amanita phalloides, la oronja mortal. El resto de mi familia ha muerto".
Una de las cuestiones en las que más me fijo a la hora de leer es el inicio. Los comienzos son diversos pero sí una historia empieza así 👆 entonces tiene toda mi atención. La novela es una bomba de tiempo, la desesperación ante lo terrible de lo raro o de lo cotidiano se da cada vez que se da vuelta una página. Por lo menos así lo sentí.
Todo el pueblo detesta la casa, la familia y a las chicas. Cada vez que Merricat va a hacer compras está expuesta a los maltratos más crueles. Ella es dulce y aniñada pero Jackson sabe exactamente en qué momento es necesario cuidarse de ella.

Merrycat es una joven de 18 años, retraída, antisocial, sensible y misteriosa. Vive con su hermana Constance y su tío Julián.
La historia te envuelve desde el principio, crea un ambiente inquietante, un pasado que se va desgranando página a página.
Me ha encantado la narrativa de Shirley Jackson, su manera de describir a los personajes y los espacios es fascinante.
Los personajes protagonistas, Merrycat, Constance y Julián son personajes que inspiran por unos momentos ternura y dulzura, y en otros momentos cierta inquietud, llegando a ser en ocasiones un tanto siniestros. Esa mezcla de caracteres hacen muy especial a los personajes y su historia y llegas a empatizar con personajes que han cometido crímenes y despreciando a aquellos personas “honorables” que los acosan o acusan.

“En el pueblo todos nos odian”. La que afirma esto, y con toda razón, es Merricat, de 18 años, la protagonista de Siempre hemos vivido en el castillo (1962), de Shirley Jackson.

Merricat vive en la mansión Blackwood con su hermana mayor Constance y con el tío Julian, postrado en una silla de ruedas y afectado de demencia senil. El resto de la familia murió misteriosamente envenenada y, aunque la Justicia no pudo demostrar que se trató de un asesinato perpetrado por Constance, en el pueblo todos están convencidos de que fue ella.

Ante la hostilidad de sus vecinos, Constance vive recluida en la casa familiar, cocinando, limpiando y ocupándose del tío Julian. La rutina es su mejor refugio.

Merricat es la única de los tres que todavía se atreve a salir de la casa a realizar las compras. Lo hace con la menor frecuencia posible para evitar las miradas aviesas, las burlas y los comentarios maliciosos de la gente del pueblo. A ella no le importa, ha construido un universo propio dentro de los límites de la propiedad. Un mundo de fantasía y superstición que se rige por normas diferentes a las del exterior.
(Sigue leyendo la reseña en el enlace):
Enlace: https://humildelector.com/20..

Sinopsis:
Merricat, su hermana Constance, el tío Julián y su gato Jonás viven de forma solitaria en una gran casa apartada del pueblo.
Todo transcurriría con normalidad si no fuera porque algo pasó ahí 6 años atrás, algo que lo hizo cambiar todo...

Mi opinión:
Se podría decir que esta historia es un cuento de hadas macabro... tiene uno de los inicios más intrigantes que he leído. Está maravillosamente escrito.

La historia está contada en primera persona por Merricat, la protagonista de la historia, que es un personaje fascinante. Juega contigo durante toda la novela y a veces te planteas si está diciendo la verdad o jugando contigo. Este personaje lleva conmigo mucho tiempo... es realmente entrañable.

No puedo decir mucho más sin desvelar parte de la historia así que solo añadiré que lo único que se me quedó un poco corto fue el final, pero porque tenía unas expectativas enormes con este libro y ya se sabe que las expectativas nunca son buenas.
Aún así lo disfruté mucho
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Curioso libro y curiosos personajes... Y cómo la autora hace que el lector sienta más simpatía por los alienados envenenadores que por el pueblo.
Hay mucho juego en esta historia, mucha crítica hacia el pueblo (critica que ya vi en La lotería).
¿Me ha gustado? Pues más que gustado, la palabra sería sorprendido... Y me ha despertado curiosidad por seguir leyendo libros de esta autora.
También debo decir que el postfacio de Joyce Carol Oates, ayuda mucho a desmembrar la obra.

Érase una vez una joven que vivía junto a su hermana mayor y su tío en una gran mansión. No salían mucho de la propiedad y apenas tenían contacto con la gente del pueblo. Llevaban una vida apacible y tranquila en esta especie de encierro. Pero sobre este aparente remanso de paz pesaba una oscura sombra. Una sombra que ocultaba un terrible crimen pues seis años atrás el resto de la familia murió en extrañas circunstancias.

Tenía altas expectativas con este libro porque lo había visto tantas veces reseñado y con tan buenas opiniones que no sé qué me esperaba. ¿Me ha decepcionado? Mmm...no. Me ha sorprendido, pero no en el sentido que esperaba. Supongo que me había formado una idea del libro en mi cabeza que nada tiene que ver con la historia real. No me esperaba encontrar un cuento, no de hadas quizás, sino más bien de brujas. Un cuesto oscuro, algo macabro quizás y con una protagonista muy especial.

Merricat me ha parecido un grandísimo personaje. Sus siniestros pensamientos y su convicción total en sus juegos y hechizos chocan con su parte más emotiva y tierna, con ese amor incondicional que siente hacia su hermana Constance. La relación entre las dos me ha parecido un punto fascinante de la historia.


Todo está envuelto además en un ambiente inquietante que me recuerda a las novelas góticas, sin embargo me ha divertido encontrar cierto humor, cierta ironía que no me esperaba en absoluto.

Más que una reseña quiero hacer una puntualización a las críticas bastante buenas que han hecho los otros miembros. Abordé esta novela principalmente por ser de Shirley Jackson, autora de la que tenía muy buen recuerdo, aunque este título se me antojaba "poco comercial". de hecho, aunque la atmósfera está muy lograda y resulta perturbadora, no deja de ser un tanto lánguido al principio, como una de esas novelitas de tinte gótico que tanto se llevaban hace unas décadas y que se vendían como tebeos, aunque poco a poco va adquiriendo una buena profundidad y tiene momentos realmente logrados (no los comento para no hacer spoiler). Me dejó un poco extrañado el punto de vista de la protagonista. Aunque te aclaran desde un principio que tiene 18 años, en todo momento tengo la impresión de que es una niña pequeña, no sé si le habrá pasado a alguien más... Por lo demás, es una novela poco convencional, de esas que se centran más en la atmósfera y en conversaciones entre los personajes que pueden dejar al lector con una sensación extraña en el estómago, y en ese sentido resulta meritoria.
Su mayor pega: que cuesta entrar en ella, que pasan pocas cosas (si lo que buscas es acción) y que me resultó algo confusa por momentos.

Las hermanas Blackwood, Constance y Mary Katherine, y su anciano tío Julian, minusválido, obsesionado con escribir unas memorias y contar lo que realmente sucedió aquel día que murieron sus parientes, viven en la mansión familiar, completamente apartada del pueblo donde seis años atrás el resto de la familia murió envenenada.
Las jóvenes pasan el día entre la cocina, llegando a ser la comida un "personaje" más de la novela, atender el jardín, hacer las compras semanales en el pueblo y el gato Jonás. Visto así es una novela simple, rutinaria, llegando incluso a ser aburrido el encierro autoimpuesto.
Lo bueno de este libro es que la escritora te lleva durante todo el libro a suponer cómo murieron esos familiares y quién los mató, nunca se revela esa información aunque desde el principio lo deja bien claro, pero siempre esta la sombra de la sospecha.
Es un libro ambiguo, con un visión distorsionada de la protagonista principal, dejando claro que Merricat, la hermana pequeña, tiene 18 años pero se comporta como si fuera una niña infantil y al mismo tiempo muy manipuladora, por otro lado Constance, su hermana mayor de unos 27 años, le consiente todo, la malcría, tal vez sintiéndose culpable por lo que pasó.
Encasillada en el género de terror, con mucha superstición, creo más bien que es una novela negra, de terror psicológico, costumbrismo estadounidense, con un final trágico y feliz.

Soy consciente de que no es el mejor libro del mundo, sé que el final no tiene el impacto de las revelaciones que se hacen a lo largo de la lectura y también sé que pierde “tiempo” (o páginas) dando explicaciones que podrían haberse obviado. Sin embargo, Siempre hemos vivido en el castillo es uno de los libros que más movieron mi experiencia lectora en los últimos meses. Me atrapó, lo disfruté, me encantó y así lo califiqué.

Siempre hemos… cuenta la historia de Mary Katherine “Merricat” Blackwood, una chica de dieciocho años que vive en una de las mejores casas del lugar junto con su hermana mayor Constance, su tío Julian y Jonas, el gato. Ellos son los (casi) últimos Blackwood, ya que el resto de la familia falleció en un episodio tétrico que se irá revelando con el correr de la narración. Merricat es la única que sale de la casa (sólo hace las compras y va a la biblioteca) mientras que su hermana se dedica a cocinar y su tío a… bueno, a escribir un libro y tomar sol. La vida es muy apacible de esa forma, pero luego están los vecinos que los señalan con el dedo y no pierden oportunidad para hostigar a Merricat cada vez que la ven en el pueblo. Las razones de este comportamiento son variadas y complejas.

Durante gran parte del libro se asiste a la vida semi ordinaria de los Blackwood. Las descripciones son un poco extensas, algunas se repiten (como el hecho de que Merricat se obligue a ser más amable con el tío) e incluyen mucha comida (admito que abre el apetito porque todo lo que cocina Constance suena rico). El hermetismo de ellos es parcial, pero tampoco rompe la burbuja. Merricat, Constance y Julian reciben visitas y las espantan con sus maneras afectadas, llenas de silencios, salvo cuando Julian abre la boca y saca a la superficie el episodio que los condenó a esa manera de vivir. El tío funciona como la memoria parlante del pasado, trayendo a colación aquello que Merricat quiere (¿quiere?) soltar en medidas dosis. La irrupción de un elemento extraño en la casa (seré más clara: es un humano) altera completamente la rutina y el orden al que están acostumbrados, a tal punto que Merricat dejará de comportarse como una chica medianamente obediente.

Merricat es la voz cantante de la historia y me atrevo a decir que es una de las mejores que he leído. al ser un personaje con muchas aristas, su perspectiva puede pertenecer al plano de la realidad o al de la fantasía (como el deseo de vivir en la Luna). Oscila entre lo infantil y lo adulto, lo amoroso y lo agresivo. El lector tiene que recomponer esos pedazos de Merricat para intentar comprenderla (o no). A veces parece formar un cuento de hadas que repentinamente se mancha con algo turbio o creepy. de principio a fin, Siempre hemos… está condicionado por lo que Merricat quiere que sepamos y lo que oculta porque le conviene. Para mí, es uno de los enormes puntos a favor de este libro. Se la puede acusar a Merricat de no ser la más simpática del universo y sería justo. No obstante, no hay que olvidar que los vecinos se mimetizan con los salvajes pensamientos de la protagonista. No existen diferencias abismales entre el mundo de afuera y el mundo de adentro. El mundo interno de la muchacha ya es otro asunto (espero que la película haya aprovechado eso).

La primera parte de Siempre hemos… me gustó porque su carácter introductorio no entorpecía la buena experiencia de lectura. Se desarrolla lentamente mientras Merricat pretende ser una bruja que utiliza hechizos (enterrando objetos, por ejemplo) para proteger la casa o convierte las calles del pueblo en una especie de Juego de la Oca. Todos son indicios para entender mejor los capítulos en que la supuesta paz de los Blackwood se rompe y da paso al accionar extraño de Merricat, a la sumisión de Constance, a la ambigüedad de Julian. La interrupción de lo que simula ser un Edén para personas con dotes mínimas para socializar desencadena la parte más movida del libro, pero no la más temible. Creo que es la única falla que puedo señalar: el suspenso lo percibí en los primeros capítulos, no en el clímax. Allí residía una proporción importante del gótico, que no se limita a la inclusión de una casa cerrada con habitantes extraños y ya. Después del hecho que marca definitivamente el cierre, se desenvuelve un final que no cubrió mis expectativas pero que conservó la dignidad de la historia. Es muy peculiar y esperaba algo contundente. Tal vez debería haber recordado La lotería, también de Jackson, antes de presuponer cosas. Por cierto, este libro me pareció mucho mejor escrito que ese cuento. Es perturbador notar que los fragmentos más poéticos coinciden con los momentos más álgidos del desprecio de Merricat hacia los que considera como invasores. Sin embargo, las descripciones detallistas de los alrededores de la casa (asociados al estado de calma o de búsqueda de refugio) no se quedan atrás. Lamentablemente, otras sobran, como la enumeración exhaustiva de los objetos que se hallan dentro de lugar.

En el posfacio, Joyce Carol Oates (a quien no tuve oportunidad de leer fuera de sus trabajos críticos) da algunas pautas de lectura que se pueden debatir e incluso ampliar, pero me parecieron acertadas. Guardé fragmentos que iluminan el libro (no los reproduzco para que la reseña no sea infinita) y ayudan a transformarlo en algo menos extraño, si eso es posible. Tampoco estoy segura de querer desgranar Siempre hemos… punto por punto porque perdería la ingenuidad y la pasé muy bien leyendo. Hace bastante que no me cruzo con personajes complicados que integran una historia de esta índole, de esas que te hacen cuestionar de qué lado estás y por qué. Merricat es una manipuladora efectiva: casi me convence de querer ir a la Luna a mí también.

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