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El cuarto libro que leo de Annie Ernaux, y por fin uno que me gusta con todos los honores. Sentida reflexión de vida después de la muerte de su padre, del paso del tiempo, de los sentimientos que nos acompañan, y como vamos encajando los nuevos y despojandonos de los pasados. Es un libro precioso: detallitos cotidianos descritos con una naturalidad entrañable que nos remiten a su padre, al nuestro, a mamá o a nuestros seres queridos: " Es en la manera en que la gente se sienta y se aburre en las salas de espera, se dirige a sus hijos o se dice adiós en los andenes de las estaciones, dónde he buscado el rostro de mi padre. En esos seres anónimos con que tropiezo en cualquier parte, portadores, sin saberlo, de signos de entereza o de humillación, he vuelto a encontrar la realidad olvidada de su condición." Las limitaciones generacionales de un padre educado en la miseria y en el mantener la compostura para que no se vean los descosidos y el esfuerzo de su incultura por aceptar y el de la autora por comprender. Enfrentamiento personal y de clases dentro del entorno familiar. "Quizá su mayor orgullo, o puede que hasta la justificación de su existencia: que yo pertenezca a un mundo que lo había despreciado a él." Apenas cien páginas de homenaje a ese hombre que nos dió la vida, héroe de nuestra infancia, diana de nuestra adolescencia, márgen de nuestra adultez, espejo de nuestra madurez, y ausencia de nuestra vejez.... así lo he sentido, y así creo debe ser, para mí que carezco de la figura paterna, pero si que soy padre, este libro me ha conmovido de que manera. El Lugar ideal para acercarse a Annie Ernaux y por eso lo recomiendo 100%. + Leer más |
La historia trágica de un acontecimiento biográfico de la autora y ganadora del premio nobel de literatura Annie Ernaux.
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