No sé cómo explicar lo que me ha hecho sentir esta obra. ¿Sabéis cuando lleváis años de vuestra vida escuchando hablar sobre una obra maravillosa? Cuando llega el momento de tenerla entre tus manos, recoges y agrupas todas esas grandes expectativas que has ido acumulando durante todos esos años. Las haces una bolita y las metes dentro de tu pecho, deseando que salgan con cada línea que leas. Yo hice todo eso con Pedro Páramo, no veía el momento de empezar a leer. No sabía absolutamente nada de esta obra mas que era una auténtica maravilla del realismo mágico. Una de las obras que forman la cumbre de la literatura universal. Con todo esto, me adentré en la historia, y me encontré en Comala, un pueblo vacío y triste. En el que no sabes si los habitantes están vivos o muertos. Si existen o no. Si son una ilusión o una realidad. Esta novela me ha hecho reflexionar muchísimo, me ha removido miedos y sentimientos propios, incluso tuve que parar en varias ocasiones para descansar la mente, y es que a veces lo que Rulfo quería transmitir en esta obra, lo consigue. Llega un momento en el que los sentimientos se te desbordan, y la tristeza, la soledad y el desamparo de los habitantes de Comala te persiguen y se meten dentro de ti. Mientras lo leía no me estaba gustando nada, por lo que cuesta adentrarse en la novela. Tardas mucho en conseguir entender qué está ocurriendo, pero cuando lo haces, lo disfrutas. Y aunque es muy corto (no llega a 120 páginas) y podrías leerlo en una sola tarde, yo no pude. No podía leer más de una o dos páginas al día, porque me frustraba no entender lo que pasaba, no entender el camino. Me frustraba que Rulfo me estuviera poniendo la zancadilla con cada párrafo que leía, haciendo que las líneas temporales cambiaran sin previo aviso. Te pierdes, en definitiva. Pero llega un momento, casi al final de la obra, en el que te encuentras. Entiendes las líneas temporales, los saltos y los distintos personajes. Entiendes la historia. Entiendes por qué Rulfo escribió sobre Pedro Páramo y sobre Comala. Si con algo me quedo de esta historia, es con algunas de sus frases lapidarias, como la que le dice a Juan Preciado su madre en el lecho de muerte: «No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dió. El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro». Me dejó helada esta frase, porque es rencor puro y el dolor que esta mujer sintió al tener que criar a su hijo sola traspasa todas las barreras y se incrusta en lo más profundo de tu corazón. También me quedo con expresiones tan bonitas como "me viene la luna" haciendo referencia a la regla. + Leer más |