Amo a Maggie O'Farrell por encima de todas las cosas, no me escondo. A partir de esa premisa, podéis leer esta reseña teniendo claro desde la primera frase que ‘
El retrato de casada' me ha encantado. ¿Que podría también leer la ‘to do list' de la semana de esta autora y encontraría cosas para subrayar? Seguramente.
En esta novela, viajamos a Florencia y Ferrara a mediados del siglo XVI para acompañar a Lucrezia, una de las hijas del gran duque Cosimo de Medici, durante toda su vida. Literalmente, desde el momento en que es concebida, hasta su muerte. Y es precisamente su deceso y las habladurías que lo rodearon, la referencia histórica de la que O'Farrell parte para presentarnos una nueva biografía imaginada (como también hizo en ‘
Hamnet').
Imaginada sí, pero contada de tal forma que no puedes si no pensar que cada día sucedió tal y cómo te lo cuenta. Y es que… para mi Maggie O'Farrell más que construir personajes, les insufla vida, consiguiendo que transciendan las páginas, respiren y pasen a formar parte de tu vida. Personas de carne y hueso, con ilusiones y miedos, puntos fuertes y rarezas, con inteligencia, impaciencia, anhelos… En este caso, Lucrezia, quien desde pequeña la vemos al margen de sus hermanos y hermanas, con su enorme talento para el dibujo y una gran sensibilidad para ver el mundo. Lucrezia quien es querida por aquellos que dedican tiempo a conocerla. Lucrezia, soñadora y entusiasta, que se cree libre, hasta que la realidad choca en su cara.
Con trece años, Lucrezia será comprometida con el futuro duque de Ferrara. Tras la boda, deberá dejar todo lo conocido atrás y pasar a formar parte de la familia de su marido, como duquesa. Sin saber a qué enfrentarse, entrará en una nueva corte, para descubrir que su gran misión no es otra que dar descendencia al duque. Sin otra opción.
Una historia eminentemente intimista, pero con una tensión presente desde la primera página que no te deja respirar tranquila. Una historia sobre (muchos tipos de) relaciones, que pone de manifiesto que el amor y la amistad, no siempre provienen de donde la esperamos.
Una novela con mil y un sorpresas y pequeños detalles que no quiero desvelaros. Donde la documentación histórica realizada por la autora, nos llega en forma de anécdotas y curiosidades perfectamente integradas en la trama que nos sumerge de lleno en una corte renacentista, sus rutinas, días de fiesta, de luto, de esparcimiento... Un libro que supone un pequeño acercamiento al día a día y el constreñido rol de las mujeres que en ellas habitaban (y con la capacidad de crearte la necesidad de querer leer todo lo que caiga en tus manos de esa época), de las consecuencias que sufrían quienes buscaron pensar y hacer oír su voz, tener inquietudes,… Un libro sobre la pérdida, la añoranza y mayor de las soledades, la de quien no solo no tiene compañía, sino también se siente olvidada.
Imposible pensar en Renacimiento sin que nos vengan obras de arte a la cabeza, ¿verdad? Pues, como puede verse desde el título, tampoco faltará en la novela la presencia de la pintura y, lo que es más importante, el proceso de creación de los retratos que cuelgan en nuestros museos. ¿Cuál era el papel real de los artistas que los firmaban? ¡Quizá os sorprenda descubrirlo!
Un libro que he disfrutado de principio a fin, qué viaje y ¡qué final mágico! (Ojalá poderlo comentar más en detalle). Una historia para emocionarse (en mi caso, llorar a mares ¡y no en el final!) y reírse, para sufrir y disfrutar. Lucrezia y su vida me dejan con un vacío dentro, con ese tipo de melancolía que solo aparece cuando algo bueno se acaba.