Envidio a quien pueda sumergirse en esta novela sin conocer ningún detalle de la historia, ni haberse visto influido por las dos versiones cinematográficas de la novela, (la más famosa la de Hitchcock de 1940 y un remake de Wheatley de los últimos años), porque el disfrute está asegurado. No fue mi caso. Conocía la historia a groso modo, pero no por ello ha desmerecido un ápice la experiencia. A la mansión de Manderley, llega una joven asustada e ingenua (es curioso cómo la autora mismamente la eclipsa, porque no conocemos su nombre en ningún momento), que acaba de casarse in extremis con el viudo Max de Winter, el cual vive atormentado por el recuerdo de la muerte de su anterior esposa, Rebeca. Personajes profundos y maravillosamente construidos, secundarios soberbios, pero todos ellos, sin embargo, odiosos, tanto en su carácter como en sus actos. Y esto respecto a los personajes reales, humanos, porque si algo tiene de excepcional esta novela, es que sus dos mayores protagonistas son intangibles; por un lado, el escenario de los hechos, Manderley, la mansión que nos envuelve, que toma vida en la novela, y por otro, Rebeca, un personaje sin presencia, pero que eclipsa a todo lo demás y nos acecha con su sombra durante toda la historia. Novela negra por excelencia, llena de tensión e intriga, de atmósfera y escenarios asfixiantes, y con giros argumentales que dejan al lector con la boca abierta. La autora, que pone mucho de sí misma en esta novela con vagos tintes autobiográficos, es una maravillosa narradora, quizá peque de excesivamente descriptiva en algún tramo (se puede salir con un master de jardinería), pero es capaz de crear una sensación de tensión, de agonía, que hace que necesites leer más y más hasta descubrir el misterio de Rebeca. No hagáis como yo, si no habéis leído esta novela, no la dejéis esperar más, os va a encantar, os lo aseguro. + Leer más |