Cuando no queden más estrellas que contar

Te quiero, te quiero muchísimo, y me marcho porque mi lugar, mi familia y mi casa están en Sorrento. Mi sitio se encuentra allí y también el tuyo, Lucas. En esa villa repleta de gente que te quiere de verdad, a la que solo le importa que seas feliz. Donde las mañanas huelen a mar y café y las noches, a barbacoa y limoncello. Donde la siesta se duerme en una bañera y las canciones se susurran al oído. Donde...-se me quebró la voz-. Donde no hace falta alas para volar jodidamente alto.

Tenemos la absurda creencia de que es la unión con otra persona la que nos completa, pero nadie está en este mundo para colmarnos y hacernos felices. Es una responsabilidad demasiado grande con la que no deberíamos cargar.

"Olvidamos que cada persona ve su lado particular de las cosas, su pequeño fragmento que también confunde con el todo. Su verdad, su razón".

Un espíritu quebrado no se compone de trozos que se pueden pegar. Es como el agua que se escurre entre los dedos y se filtra en la tierra seca. Es la ceniza que queda tras el paso del fuego y se deshace con un pequeño soplo. Es un trozo de hielo bajo el sol. Desaparece y no hay modo de recuperarlo.

Quiérete por lo que eres hoy, y mañana haz lo mismo. Así es como se sigue adelante.

Porque hay trenes que solo pasan una vez.
Que ya no vuelven.
Y te subes sin dudar, aunque sepas que van a estrellarse.
Porque es más fácil seguir viviendo con la certeza de lo que no fue que con la incertidumbre de lo que podía haber sido.
Es así.

Dicen que el pasado está hecho de recuerdos y que el futuro nace de los sueños.

Dicen que el pasado está hecho de recuerdos y que el futuro nace de los sueños. Lo que ya ha ocurrido no se puede cambiar y lamentarse por ello es una pérdida de tiempo. Y quién sabe lo que está por venir.

Me costó tan poco quererla que a veces creo que llegué al mundo con todo este amor dentro.
Por ella. Para ella. Porque la quiero de todas las formas posibles. Por dentro. Por fuera. Por partes y completa.
Tan fácil. Tan bonito. Tan de verdad que a veces siento miedo y me pregunto si este
sentimiento durará para siempre. Si algún día tomaremos direcciones diferentes.
Y ese miedo me mata.
Hasta que miro hacia arriba y aparece.
Un pequeño punto en el cielo.
Luego, otro.
Otro más.
Después, miles.
Millones de luces brillando en el universo.
Y me calmo, porque ahí encuentro la respuesta:
«Cuando no queden más estrellas que contar».

La felicidad no depende de lo que nos pueda pasar, sino de cómo percibimos aquello que nos ocurre.