Cuando no queden más estrellas que contar

Las cosas que han ocurrido no se pueden cambiar. No existe un conjuro que pueda deshacer el pasado. Ocurrió y permanecerá.
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Lo que da sentido a la vida son los momentos.
Una verdad que hice mía con el paso de los días.
Momentos pequeños
Momentos sencillos
Momentos que llenan grandes vacíos, hasta colmar los y hacerlos desaparecer.

Las personas no somos más que una capa tras otra de secretos. Motivos ocultos, enterrados en nuestros corazones, que nos da miedo compartir. Y, aún así, esperamos que los demás confíen en nosotros sin albergar dudas, cómo un salto de fe al que te lanzas con los ojos cerrados.

-Yo también quiero, mami. ¿Puedo tener unas alas invisibles como las tuyas?
-Claro, Maya. Algún día descubrirás las tuyas y volarás muy lejos.
-¿Adónde?
-Adonde tú quieras, porque lo de menos es el lugar. Lo importante es que serás libre.

La felicidad no depende de lo que nos pueda pasar, sino de cómo percibimos aquello que nos ocurre.

Cuando una puerta se cierra se abre una ventana. ¿Y si la ventana se cierra? Pues golpeas la pared hasta abrir un agujero.

Un espíritu quebrado no se compone de trozos que se puedan pegar. Es como el agua que se escurre entre los dedos y se filtra en la tierra seca. Es la ceniza que queda tras el paso del fuego y se deshace con un pequeño soplo. Es un trozo de hielo bajo el sol. Desaparece y no hay modo de recuperarlo.

El poder de las palabras es descomunal, pueden elevarte al cielo o hundirte en el vacío más absoluto.

-No olvides que cuando una puerta se cierra, siempre se abre una ventana.
- ¿y si la ventana también se cierra?
-Golpeas la pared hasta abrir un agujero

“El pasado está hecho de recuerdos, el presente se compone de instantes y el futuro nace de los sueños. Pues eso soy: recuerdos, instantes y sueños”