Con él aprendí que las palabras dicen una cosa, lo que pensamos que es correcto, pero es lo que grita nuestro cuerpo lo que importa. El cuerpo no sabe fingir, refleja los deseos. Se estremece con los impulsos. Tiembla con las sensaciones. Co él aprendí que hay que dejarse llevar por las emociones. Sentirlas. Aunque a veces sintamos cosas que duelen, que dan miedo. Porque es el conjunto de todas ellas el que nos da forma, el que nos dibuja, con luces y sombras, desde distintos ángulos, hasta obtener un reflejo nítido de quiénes somos en realidad. Él me enseñó que hay viajes sin destino. Y que el destino es un viaje en sí mismo. Sin mapa. Sin brújula. Sin estrellas que nos guíen. Porque no importa el camino que elijas. Ni que te pases la vida viajando a ninguna parte. Al final, la última parada siempre será la tuya. Tu destino. |