Siempre he pensado que adiós es una palabra sin esperanza. Y cuando no hay esperanza, no queda absolutamente nada. Todo se desvanece. - Cuando no queden más estrellas que contar, pags. 68 |
Siempre he pensado que adiós es una palabra sin esperanza. Y cuando no hay esperanza, no queda absolutamente nada. Todo se desvanece. - Cuando no queden más estrellas que contar, pags. 68 |
Fingimos ser dos, cuando ya empezábamos a mezclarnos, a fundirnos. Porque hay cosas que solo ves al cerrar los ojos, y nosotros no podíamos dejar se mirarnos. - Cuando no queden más estrellas que contar, pags. 108 |
Con él aprendí que hay que dejarse llevar por las emociones. Sentirlas. Aunque a veces sintamos cosas que duelen, que dan miedo. - Cuando no queden más estrellas que contar, pags. 135 |
Es increíble lo rápido que una persona puede acostumbrarse a lo bonito. A lo que le hace sentir bien. A vivirlo como si siempre hubiese estado ahí. - Cuando no queden más estrellas que contar, pags. 144 |
Porque mi mundo había empezado a girar en el mismo instante en que lo vi por primera vez; y si eso no era una señal ni tenía ni idea de qué otra cosa podía ser. - Cuando no queden más estrellas que contar, pags. 157 |
Fue una sensación inesperada e intensa, y lo sentí. A él. Muy dentro. Colándose bajo mi piel como una tormenta. Y no lo vi venir. - Cuando no queden más estrellas que contar, pags. 166 |
Cuando me rodeó los hombros al cruzar el paso de cebra, me pegué a su costado. Dos partes que encajaron como si siempre hubieran formado un todo. - Cuando no queden más estrellas que contar, pags. 196 |
Y en ese instante, entre sus brazos, yo encontré mis alas. - Cuando no queden más estrellas que contar, pags. 212 |
Sin embargo, comenzar desde cero cuando las heridas aún escuecen y las palabras queman, cuando los errores pesan y la confianza no es más que un conjunto de sílabas, es peligroso. - Cuando no queden más estrellas que contar, pags. 278 |
Las personas no somos más que una capa tras otra de secretos. Motivos ocultos, enterrados en nuestros corazones, que nos da miedo compartir. Y, aun así, esperamos que los demás confíen en nosotros sin albergar dudas, como un salto de fe al que te lanzas con los ojos cerrados.
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Manolito ...