Es muy difícil reseñar la tercera novela de una trilogía sin desvelar demasiado. Para los que no han leído las anteriores solo decirles que ya están tardando. Soy seguidora de
Juan Gómez-Jurado desde que conocí sus libros Contrato de Dios y
Espía de Dios gracias al Círculo de Lectores. Por supuesto compré las dos y como me gustaron después vinieron las demás. He leído todas sus novelas menos
La historia secreta del señor White.
La conexión que tienen entre sí la trilogía y las dos novelas anteriores la intuía, pero hace tanto que leí
El paciente y
Cicatriz, y tengo tan mala memoria que no he llegado a verlo. Dan ganas de volver a leerlas otra vez. La que más me gustó de las dos fue
El paciente. Y con ella empezó todo. La trilogía hay que leerla por orden, pero no las otras dos porque son independientes y en principio no parece que tengan relación. Y aunque con
Rey blanco termina la trilogía yo tengo la esperanza de volver a encontrarme con Antonia Scott y con Jon Gutiérrez, los protagonistas que tanto me han gustado en las tres novelas. Los dos han ido evolucionando a medida que avanzan las tramas, los vamos conociendo a ellos y a su familia, y al menos yo los he cogido cariño.
Como
Rey blanco empieza justo donde acaba el anterior,
Loba negra, no puedo contar el principio de uno sin contar el final del otro. Solo diré que la vida de Jon estará en peligro durante toda la novela. Y que se enfrentarán los dos al temido señor White.
Podemos encontrar grandes dosis de acción, suspense, tensión, además de amistad, compañerismo, lealtad, superación, pero también encontraremos traición. Con su inconfundible estilo directo, sencillo, con mucho ritmo y lleno de giros; con los diálogos entre Antonia y Jon, y los pensamientos de este último irónicos y su humor, quitando tensión y gravedad, me parecen estupendos. Hacen una pareja inmejorable, espero volver a saber de ellos en más novelas.
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