Reina roja es la primera novela de una trilogía, muy entretenida, de fácil lectura, y no solo porque el argumento sea muy adictivo, también por su ritmo ágil, cargado de escenas muy gráficas y porque les coges mucha simpatía y cariño a los dos protagonistas, Antonia y Jon, además, está aderezada con un montón de dificultades que tienen que superar y de zancadillas que les van poniendo para resolver el monumental crimen al que se enfrentan.
Yo creo que el argumento habla de la eterna lucha de la justicia entre la pobreza y la riqueza, el malo malísimo que quiere convertirse en un Robín Hood para equilibrar la balanza, donde nos encontramos frente a una batalla dialéctica, pero regada con un montón de muertos y mucha adrenalina. Además está el universo de una superdotada, lleno de soledad y de miedo, que tiene que lidiar con los casos que le encomiendan por el proyecto
Reina Roja, pero que reconoce que sus superpoderes no impiden a los malos hacer todas sus fechorías.
El lenguaje del escritor es fluído, cercano al humor, y a veces con sarcasmo, además, según mi opinión, él lo quiere reforzar con determinadas frases, que va repitiendo, cuando quiere reafirmar el carácter, o los sentimientos de sus personajes, como en el caso de los Ortiz, cuando piensan en sus empleados: -“Carmelo lleva con la familia toda la vida. Es de la familia” -“Maggie lleva con la familia seis años. Es de la familia” o, -“Therese lleva con la familia desde que Mario nació. Casi es de la familia”
También cuando repite: “No es que esté gordo”, describiendo el físico del inspector Jon.
Es una de las características de la novela, su lenguaje fresco y de descripciones casi juveniles, con humor, aun cuando se trata de situaciones muy trágicas: 1- Jon y Antonia están en el despacho de Laura Trueba, esta sale de detrás de su mesa y les guía hasta un zona con sofás y mesita baja… “Para llegar hay que hacer transbordo”, o, 2- cuando Jon ve como un tipo grandote arrastra a Antonia dentro de un coche… “De la iglesia de la que sí es devoto Jon Gutiérrez, donde pone velas, hace genuflexiones y recita plegarias es la de Nuestra Señora de Con Mi Compañera No se Juega”
En la novela hay también documentación contada de forma simpática, como la historia del banco de los Trueba, y de cómo lo consiguió el tátara-tatarabuelo Trueba, de la reina Isabel II, en su encuentro en las recién halladas cuevas de Altamira. Refiriéndose, como sabemos a la historia de la familia Botín.
En la tercera parte, casi al final de la novela, se deleita con la historia de la ciudad de Madrid, desde que los árabes en el siglo IX, la llamaron Magerit (lugar abundante de aguas) y nos cuenta quien fue
Alberto Corazón, el gran diseñador gráfico, del gran mural que representa el primer emblema de la ciudad de Madrid: “Un pedernal y una piedra de sílex, porque de esa piedra están hechos los muros y encima de ellos la leyenda: - Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son”. Todo esto hace que la novela tenga diversos ritmos, que para mí son muy interesantes.
Los personajes víctima, Carla Ortiz, y el pequeño Álvaro Trueba, nos hacen pensar, o eso creo yo, en la hija de Amancio Ortega y su padre, y en la familia Botín, y este elemento, es otro de los que añaden morbo y dan más popularidad a la novela.
También hay guiños al cine: “como en aquella película de moteros, cuando Mickey Rourke era guapo. Si todo el mundo lo dice, tiene que ser cierto.” Y a las canciones de Sabina: “Quería contártelo – dice Jon, y por las arrugas de su voz se filtra la desolación - Pero no encontré el momento”
Gómez-Jurado introduce en la novela el juego de las palabras que no tienen traducción en otros idiomas, salvo la explicación de su significado, y curiosamente yo he jugado mucho con ellas y hasta tengo mi colección de preferidas, como Mangata, de la que habla Antonia, puedo nombraros también: komorebi, japonés, o, pochemuchtka, ruso, o depaysement, francés, o incluso nuestra palabra sobremesa, que tampoco existe en otros idiomas, salvo su explicación, y podría seguir, pero alomejor solo Antonia podría jugar conmigo.
En cuanto al final, porque una novela negra que se precie, ha de tener un desenlace de esos que en el cine consiguen que estemos mordiéndonos las uñas para saber si ganan los buenos, en esta nos mordemos hasta el pulpejo, vamos que si queremos pasar un buen rato de entretenimiento y evasión, con
Reina roja lo habremos conseguido de sobra.