Y eso fue lo que pasó

Y ahora una novela corta, la segunda escrita por la gran autora italiana, que se publicó en 1947 pero traducida al español y revisada en 2019, que es la que se presenta aquí. Una edición brillante como son las de Acantilado, una excelente traducción de Andrés Barba y un interesante prólogo de Italo Calvino.
Con estos ingredientes, nada puede fallar.

Mi comentario lo voy a empezar con el interesante prólogo de Italo Calvino donde realza la figura de la escritora así como su forma de escribir que parte de un lenguaje crudo, desnudo y realista, nos traslada a una historia que comienza con la descripción de un delito y a partir de ahí serán los recuerdos con los que cuenta la protagonista para rememorar toda una vida narrada en primera persona.

Qué interesante es esta manera de enfocar los hechos, ese comienzo espectacular que vamos a entender e incluso comprender a lo largo de la lectura, que una vez iniciada, no puedes dejar de leer hasta acabarla.

Impactante el principio, pues Y eso fue lo que pasó, que nos anuncia un título aludiendo al pasado, ya que es la tremenda confesión de un crimen a la que sigue también su justificación y la crudeza de todo lo ocurrido.

Pero, ¿por qué? La respuesta la vamos a encontrar, y no juzgamos, asistimos con absoluta preocupación, a veces con rabia, a veces con temor y tomamos distancia ante la puesta en marcha del engranaje que una joven protagonista nos presenta, cuando comienza una relación con un hombre, Alberto, que acabará siendo su marido y la causa también de sus soledad, sus temores y su desesperación.

¿Quién es Alberto? Pues un personaje en principio misterioso, poco comunicativo pero amable y amistoso. Y después se casa con ella, también es sincero y ella sabe que no la ama, pero en principio a la protagonista parece bastarle, aunque será una esposa absolutamente volcada en una relación que no tiene futuro. Es el retrato de una sumisión o tal vez, de una locura.

Otros personajes que giran alrededor de nuestra protagonista y que también tendrán importancia en el mundo reducido en el que vive, serán, una amiga suya, Francesca, que en muchas ocasiones se convertirá en su vía de escape, despierta y libre, y un amigo del marido, que también lo será suyo más adelante, llamado Augusto.
Estos personajes también tendrán repercusión en relación a la vida que nos muestra la narradora. Curiosamente, ella, la protagonista, es el único personaje sin nombre en la historia.

Y de todo ello tomamos buena nota porque nos permite realizar un profundo análisis así como grandes reflexiones sobre las actitudes y sus inevitables y desgarradoras consecuencias. Hay dureza, obsesión, deseos, brutalidad, desesperación y violencia.

Nos encontramos ante una mujer, ante una protagonista enamorada hasta la desesperación de un hombre, Alberto, con el que se casó sabiendo que no era correspondida. También hay que tener en cuenta la época en la que transcurre, casarse era la prioridad.

Y por eso mismo, habrá situaciones que complican su bienestar, pero la protagonista va llegando a través de los engaños, las mentiras y el desamor a una situación límite, es una bajada a los infiernos y sin otra vía de escape para liberarse y dignificar una situación, ya muy deteriorada y reparar su sufrimiento, que coger un revolver y disparar.

Y creo que lo más importante y destacable es que son los sentimientos, la gran cantidad de ellos en todas sus variantes, los que remueven, los que emocionan , los que en apenas unas cien páginas se nos presentan en todos los estados posibles hasta llegar en un proceso paulatino a la liberación emocional.

Y esto es lo que la protagonista conseguirá con absoluta constancia, luchando y sin perder la esperanza, poder amarse a sí misma aunque el coste sea muy elevado.

Una novela donde nos planteamos interrogantes sobre la libertad, la dificultad de conseguir la felicidad, el sentido de la vida… que en realidad, son preguntas imposibles de responder, aunque también nos vamos a encontrar con los hechos propios de la vida que nos acechan en los diferentes momentos de nuestro devenir como el deseo, la sexualidad, la amistad, los encuentros, el miedo y hasta llegar al mismísimo reencuentro al que llega la protagonista.

La novela tiene fuerza, tiene poder, es dura pero también posee belleza. Una lectura que, aunque duele es imprescindible.

Toda la novela rezuma tristeza, dudas y miedos. Los protagonistas viven inmersos en sus angustias que los lastran y no les dejan respirar, nada extraordinario: miserias comunes.
A pesar de lo corta que es tiene la medida exacta para que te llegue e impacte, y aunque se conoce cómo acaba desde las primeras líneas, en ningún momento se hace pesada. Está escrita con un lenguaje muy sencillo, pero lo que cuenta no es nada sencillo; sientes la densidad de sus vidas, esa carga pesada que llevan, cada uno a su manera y cada uno la suya y te agobias con ellos.
Una historia de las que te acompañan días.

En una nota antes de comenzar su novela, Natalia Ginzburg nos habla de las condiciones personales en las que se encontraba cuando la escribió. Totalmente devastada, triste, infeliz. Y es algo que se siente durante toda la narración, la protagonista está metida en una nube de humo y oscuridad, está derrotada. Pero su historia y su voz sí que tienen fuerza, muchísima. Desde la primera página, con un comienzo que no puede ser más impactante y en el que ya nos adelanta cómo acaba todo, te arrastra a un viaje emocional sin darte apenas tregua. Temas complejos como la soledad, el amor, la necesidad de pertenecer a algo, de encajar, los celos, la maternidad, la familia... que te presenta con aparente sencillez, sin adornos ni florituras, pero con las palabras justas. Ni le sobra ni le falta nada. Y aún sabiendo desde el principio cómo va a terminar el final te deja sin aliento. de verdad que conseguir esto es muy difícil, por eso mismo lo valoro tanto.

Tengo que decir que tenía yo muchas expectativas con Natalia y cuando lo terminé pensé que me había faltado algo, que esperaba algo más. Me había parecido quizá demasiado sencillo. Pero conforme fueron pasando los días la historia fue dejando su poso, y pensando en ella cada vez iba siendo más consciente de todo lo que había bajo la superficie. Y sí, todas las buenas críticas tenían razón.
Además broche de oro con el prólogo de Italo Calvino y una nota de la propia autora (que yo leí al final por si acaso 😅) para enmarcar. Es una joyita.

Novela corta sobre una mujer incapaz de ser feliz. Sólo reacciona de forma salvaje (explicado en la primera página), ante un despropósito marital. Casarse para no estar sola.

Una decepción comparada con sus libros leídos anteriormente: Léxico familiar y Las pequeñas virtudes. Aunque no merece un suspenso en la calificación, sí que es de una calidad ciertamente inferior a otras de sus obras. Una decepción

«Escribí esta historia para sentirme un poco menos infeliz. Me equivoqué. No debemos buscar nunca un consuelo en la escritura». En una nota al inicio de la edición, Natalia Ginzburg nos habla de las condiciones en las que escribió “Y eso fue lo que pasó”: su cabeza estaba llena de humo y lluvia y, de algún lado, salió un disparo. Un disparo que es el inicio de esta historia que se plantea como una confesión y que termina como una certeza.

El contexto desde el que se narra coincide con el de la historia: situada a finales de los años 40, en un mundo derruido en el que todos pierden. No hay nadie verdaderamente feliz en esta breve novela: la historia de amor de los protagonistas es una convención en la que la mujer permanece atrapada, aguardando siempre la llegada del marido, complaciente, solícita; los amantes se traicionan y se buscan desde el más puro egoísmo; la mujer que quiere ser libre encuentra obstáculos y tristeza; la muerte llega demasiado temprano. Todo, narrado desde esa mujer que ha apretado el gatillo al inicio de la novela para atravesar con una bala la cabeza de su marido; y que, después, se sienta en un banco a contarnos su historia, desde que lo conociera y se convenciera de que lo quería. Tal vez nunca llegase a amarlo, pero lo quería para sí; aunque él tampoco la quisiera y le fuese infiel; aunque le leyese a otra los versos de Rilke que antes eran para ella.

La lluvia y el humo de los que nos habla Ginzburg empañan una historia que no puedes parar de leer, que te atrapa desde ese fogonazo inicial y que fluye sin pausa, hurgando en los recovecos más intrincados, en aquellos en donde se esconden las pasiones más oscuras y temibles. La protagonista no trata de justificarse, no. Solo nos narra, con tremenda calma, que eso fue lo que pasó.

Y eso fue lo que pasó 



Natalia Ginzburg  es una de las plumas más especiales  de la literatura italiana del siglo XX. Conocía su nombre, pero no su obra, como siempre, la querencia de los libros hizo que llegará a mí a través de @imperiolibreria.

Descubrir nuevos estilos narrativos, descubrir autoras me ha llevado a reflexionar mucho. Mujeres dignas de admiración por su trayectoria.

«No sabré nunca lo que quiere de verdad» es una frase que repetida en modo martilleánte llevará a la protagonista sin nombre de esta historia a cometer un acto que marcará su vida.


En apenas cien páginas, Ginzburg presenta un prisma multicolor reflejando sentimientos, actitudes  y sus consecuencias adornados con todos sus vértices. 

Es la justificación de un crimen

“le pegué un tiro entre los ojos”

Pero también la íntima confesión de una mujer volcada en una relación sin futuro, la protagonista va entrando en un laberinto  de derrota, va bajando a los infiernos de su oscuridad,  abandonándose a sí misma 

“había dejado que muriera todo lo que no tenía que ver con él”, 
vivía por y para él, 
poco a poco la mentira en la que se ha convertido su vida dará un giro importante e irá abriendo los ojos, permitiéndose ver y aceptar 

lo importante que es quererse y respetarse a uno mismo.

De noche la imaginación encuentra lo que durante el día hemos perdido y ese fue su pozo sin fondo, creer en él por encima de ella misma. Así empieza su emancipación emocional.
Podía leer libros y visitar pueblos y ver cómo vivía el resto del mundo.

Ginzburg ha  creado una  historia que no olvidaremos por su crudeza, densidad  y sus toques de auténtica locura. Tiene las páginas exactas ni sobran ni faltan para tocarte sutilmente pero con certera puntería. 

Impresionante el prólogo y la nota que anticipa la novela. 
«Se le va la imaginación a diario detrás de tantas cosas que al final se encuentra indefensa frente a todos los errores y trampas que pone la fantasía»

«Nadie te quiere porque tú no quieres a nadie»

«La vida comienza cuando todavía somos demasiado jóvenes para comprenderla»

Tal y como nos dice la contraportada, es la historia desgarradora de una mujer, contada desde su propia perspectiva y punto de vista. Conforme van pasando las páginas, nos vamos acercando más a la verdad, o más que eso, a la explicación de esa verdad, de ese hecho tan sorprendente y conmovedor. de eso prácticamente se basa el libro. de cómo ha perdido la cordura, de cómo ha llegado al punto en el que está.

Es una historia cercana puesto que a lo largo de la historia de la humanidad, habrán sucedido mil y un caso como éste. No es algo ajeno, no es ficción: es una realidad. En ese sentido me parece una crítica social impecable. No obstante, al menos en mi caso, me cuesta ver o leer hechos de este tipo. No sé porqué. No me encuentro cómoda, siento un vacío enorme, y lo que más me sorprende: encontrarme en los pensamientos de la protagonista un par de veces.

Además, el estilo de la autora me recuerda de forma muy familiar al de Marguerite Duras, y mi primer contacto con ella no fue del todo satisfactorio. A pesar de ello, no es una historia que me haya desagradado, al contrario: me ha hecho sentir mucho. Este tipo de historias me hacen aflorar sentimientos muy contradictorios, y por esa razón normalmente nunca sé si me gustan o no, porque me es prácticamente imposible puntuar como positivo algo que me ha desgarrado y frustrado tanto.

Igualmente, el hecho de que desde la primera página supiésemos cómo acaba la historia, que en ese sentido esté tan desordenada, al principio me molestó. Me gusta estar con la intriga e ir yo descubriendo quizás sin saberlo el motivo por el cual los personajes hacen lo que hacen. Sin embargo, cuando llegas al final te das cuenta del por qué y lo comprendes todo.

En mi caso me ha resultado un poco pesado de leer a pesar de sus 112 páginas. No sabría si recomendarlo, porque ni siquiera sabía qué nota ponerle. Si esta reseña os ha ayudado a decidiros, me alegro. Supongo que con esta novela hay que arriesgarse y tirarse a la piscina. No podría definirla de otra forma. Eso sí, me ha dejado un vacío enorme, por lo que se vaticina un tiempo de resaca lectora importante.
Enlace: https://www.goodreads.com/re..

Y eso fue lo que pasó de Natalia Ginzburg es una obra literaria muy breve, pero su brillantez se despliega en cada palabra. Escrita con un estilo simple y directo, la protagonista inicia su relato de una manera impactante y cautivadora al disparar a su esposo en la cabeza.
A lo largo de la trama, se sumerge en diferentes reflexiones sobre la complejidad de la vida en familia, su matrimonio fracasado, la inevitabilidad de la muerte y las dinámicas de la sociedad, abordando así temas universales que resuenan facilmente con el lector.
La novela se convierte entonces en una deliciosa exploración de las motivaciones detrás de sus acciones, que personalmente disfruté muchísimo y me dejó reflexionando incluso después de haberla terminado.

Publicada en 1947 es una novela corta (110 páginas) que, parece ser, fue escrita después de que asesinaran a su marido y, sin duda, esto influyó en la obra.

"Y eso fue lo que pasó" es la confesión de un crimen: “le pegué un tiro entre los ojos”, esto nos lo narra en la primera página. Sin embargo, lo importante es todo lo que vino antes de ese momento, la justificación de este asesinato.

Natalia Ginzburg escribió una historia inolvidable, una locura, oscura, perturbadora y muy intimista, es un testimonio que nos enseña lo importante que es empezar a quererse y respetarse a una misma.

Sinceramente, estoy maravillada ante el talento narrativo de la escritora y seguiré leyendo sus novelas.

Dato curioso: no se menciona el nombre de la protagonista, toda la trama gira en torno a ella, es la narradora, conocemos su personalidad, sus deseos y miedos, sus frustraciones... pero no su nombre. (Es la segunda novela que leo con esta curiosidad, en "Rebeca" de Dafne du Maurier también sucede).

Natalia Ginzburg consigue crear un personaje al que me ha apetecido abrazar muy fuertemente y durante mucho tiempo, porque la soledad impregna cada página. Porque sufre, es engañada, está vacía y atrapada. Pero a la que también te dan ganas de zarandear para que reaccione, trate de cambiar su vida y por tanto, pueda ser más feliz. Y que consiga esto en 110 páginas me parece todo un logro.