Y eso fue lo que pasó

Y eso fue lo que pasó es la segunda obra de la escritora italiana Natalia Ginzburg que fue publicada en 1947. Fue inédita en castellano hasta 2016, año en el que Acantilado la trajo traducida con motivo del cumplimiento del centenario del nacimiento de la escritora. La obra incluye un interesante prólogo de Italo Calvino dónde reflexiona sobre la producción de la autora, así como una nota adjunta de la propia Ginzburg en la que expresa la infelicidad que sentía en el momento de escribir esta novela debido a sus circunstancias personales.

Ginzburg nos retrata en una novela de breve extensión un relato contando en primera persona por su protagonista visto desde su mundo interior, cercano a la imaginación y ensoñación, a partir de un hecho determinante que cambiará el rumbo de su destino. “Le pegué un tiro entre los ojos” dice nuestra protagonista en el comienzo de la obra y es así como a partir de esta verdad incontestable construye una confesión certera y lúcida sobre los hechos acontecidos que la condujeron a tomar un revólver y matar a su marido. Por tanto, se trata de una obra que nos enuncia su final en las primeras líneas. Lejos de restar interés a la obra, lo convierte en el motor que lleva a seguir leyendo para intentar comprender los motivos que tiene la protagonista para cometer semejante crimen.

La figura clave en esta novela es nuestra protagonista. Una mujer insustancial que vive en la rutina de lo cotidiano sin ninguna pretensión más allá de ella. Un punto marcado de su personalidad es la recurrente caída en dejarse llevar por la imaginación o fantasía de hechos por venir o situaciones dadas.

Un día conoce a Alberto y tras varias citas en cafés y paseos acaba enamorándose de él, no es recíproco. No obstante, ambos deciden casarse. al parecer, Alberto es el primer hombre que le muestra algo de interés, comprensión y le profesa afecto. En este punto, conviene remarcar el interés de Ginzburg por mostrar la escasa o más bien nula educación en materia de educación sexual y relaciones de pareja que existía en el momento histórico en el que se enmarca la novela. La inexperiencia de la joven, unido a la escasa información que posee le llevan a casarse para evitar la soledad y la condenan a un matrimonio abocado al fracaso. También es interesante comentar que existen otras figuras femeninas, tales como su prima Francesca que es su contrapunto. Una mujer que tiene relaciones esporádicas con hombres y quiere escapar de los convencionalismos de la época. Este personaje intentará asesorar a la protagonista y ser punto de apoyo en momentos cruciales de su vida.

El matrimonio cae en la desidia y en la desconfianza creciente de la protagonista hacia Alberto por las continuas ausencias de éste por sus viajes, que, en realidad, son escapadas con su amante. La protagonista es consciente de este hecho ya que antes de casarse, Alberto le comenta que ha estado toda su vida enamorado de otra mujer. Su error fue pensar que Alberto la dejaría atrás tras establecer el vínculo matrimonial con ella.

El tratamiento de los personajes masculinos es también interesante en la obra. Alberto es un hombre indeciso, no sabe bien lo que quiere y necesita, oscila entre las dos mujeres. Taciturno y apesadumbrado, cercano y cariñoso en otras ocasiones es una personalidad muy particular que desconciertan a la protagonista. Ella se entrega por completo, sin embargo, Alberto es un desconocido en sus motivaciones incluso hasta para él mismo.

Ante varios hechos y el devenir de la historia, Ginzburg describe de forma magistral cómo la protagonista toma conciencia del paso del tiempo, ese que le otorga lucidez para analizar su propia vida, su personalidad anodina y el desperdicio de su vida cayendo en el error de que no puede rehacerse y cambiar su forma de ser, ver y actuar en el mundo.

En resumen, estamos ante una novela que, por un lado, trata sobre el amor, la sexualidad, la amistad y la complejidad de nuestra situación en el mundo y tejer relaciones con los otros, sobre cómo las personalidades y la educación cultural y familiar recibida marcan a cada individuo en su devenir vital. Por otro lado, y de manera principal, nos describe ese sentimiento de reafirmarnos como nosotros mismos con nuestras decisiones, acertadas o erradas, pero, al fin y al cabo, nuestras y de nadie más que nos determinan y hacen patente que somos los únicos dueños de nuestra vida. Un disparo, una trágica ráfaga de luz que saca de la niebla a la protagonista, un hecho, una decisión que marca un futuro y que cierra un pasado. Una obra magistral de Ginzburg que nos habla de lo complejo de ser, vivir y sentir, en definitiva, de lo que nos hace humanos.
Enlace: https://youtu.be/uLNRiba1TeY

📕Y eso fue lo que pasó de ✒️Natalia Ginzburg en @acantilado1999
Tan sencillo como un fondo blanco. Tan inmenso como su color. Colocando cada palabra en su sitio, sin faltar la frase adecuada a cada movimiento. Esa debe ser la verdadera dimensión de una ESCRITORA sin que sea un grito para elevar la voz pero que merece su nombre en mayúscula.
Cien páginas le sobran para hablar de lo más universal, de lo inherente al ser humano. Y tan eterno. Será que cuando todo empieza a importar ya somos demasiados viejos. Será que escribiendo siendo infelices sale un relato que parece ahogarse en si mismo. Cuando todo arranca yo ya no tengo fuerzas para entenderlo. Queda sentarse y esperar. Queda sentarse e intentar comprender cómo hemos llegado hasta aquí. Como te has metido en el agujero y , lo más importante, si sabrás salir. Y cuando salgas, si lo consigues, ver que todo ha seguido sin que alrededor nada cambie. Eso es lo que te cuenta, lo que ha pasado, y como no pudo evitarlo. Que si lo evitas puedes perder tu estabilidad emocional, y no saber si compensa. O todo es aburrimiento. O es que ya no vuelta atrás ante lo que más puede doler.

La protagonista cuenta bajo confesión porque ha tenido que matar a su marido cansada de infidelidades. Y ese primer disparo ya te acompaña el resto del relato como un interminable eco. Acompañada de un excelente prólogo de #calvino y una introducción con toques metaliterarios. Una belleza.
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Desde el primer momento sabemos qué es lo que va a suceder: “Le pegué un tiro entre los ojos”, una frase que va repitiéndose a lo largo de la novela cual mantra. Aun así, la novela te engulle y te introduce en la espiral de tristeza en la que la protagonista se ve sumida.
Ginzburg explica que en el momento de escribirla estaba muy triste, y eso es palpable de principio a fin. La protagonista, una mujer de la que no sabemos el nombre, empieza a obsesionarse con un hombre, pues lo ve como única salida a su vida miserable, y empieza a idealizar su relación, intenta convencerse a sí misma de que está enamorada de él. Como era de esperar, es un matrimonio infeliz; ambos son seres que se han visto empujados a dar ese paso por diferentes motivos, y ni tan siquiera el nacimiento de la hija, a la que se refieren siempre como “la niña”, aporta felicidad. Ni tan siquiera la niña es feliz.
Escrita de una forma sencilla, la novela te atrapa desde la primera página, pero en muchas ocasiones tuve que darme un respiro y dejar de leer, pues la desesperación y tristeza me embargaban. Sin duda alguna, fueron las últimas líneas de la novela las que más me impactaron, sobre todo por los gestos, las acciones y los sentimientos tan cotidianos que describe justo después de haber puesto fin a la vida de su marido, y que te arrastran hacia la misma angustia y patetismo de la protagonista.
Una novela tristísima, bella e intensa a partes iguales, sólo apta para valientes.