No es la primera vez que leo un libro de estas características. Dónde queda expuesto todo el vínculo con la madre cuando ésta está viviendo sus últimos momentos, años, con vida. “Ella es el tiempo para mí”. En este caso, Annie escribió después de cada visita a su madre. Registró todo lo que le inundaba en ese momento posterior. Juntando todas esas fechas a modo de diario salió “no he salido de mi noche”, la última frase que su madre escribió cuando el Alzheimer comenzaba a borrar toda su memoria. En estos relatos siempre hay algo común: la madre se convierte en niña, la hija en madre. Los roles cambian y la dirección de los cuidados también. “Todo se ha invertido, ahora es mi hijita. NO PUEDO ser su madre”. Además, como la madre de Annie estaba internada en una residencia, también podemos ser testigos de la vejez en su estado más bruto. Sin adornos ni florituras. Donde la demencia hace acto de presencia y se lleva por delante demasiadas almas. También hay momentos para la luz, cuándo aparecen gestos, comportamientos, actos y palabras que reconocemos innatos en esa persona que ahora cuidamos. Cuando dicen tu nombre después de tanto tiempo. Inevitablemente es ahí cuándo la nostalgia y la melancolía lo embriagan todo. Y verse en ese cuerpo que mengua con el paso del tiempo, que se escapa al propio control. Verse, porque de esa carne has salido tú. Verse en el reflejo de la madre por la que hay que velar. + Leer más |
La historia trágica de un acontecimiento biográfico de la autora y ganadora del premio nobel de literatura Annie Ernaux.
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