Nada se opone a la noche

Después de leer Las gratitudes a finales del año pasado, tardé poco en hacerme con Nada se opone a la noche, ya que es de las obras más recomendadas de Delphine de Vigan.

En ese caso se trata de un libro de no ficción aunque novelado (no sé si esos términos son correctos pero creo que se me entiende), en el que la autora, después de la extraña muerte de su madre se decide a investigar un poco sobre el acto y sobre la vida en general de su madre.

Reconozco que en sus primeras 15 páginas aproximadamente pensaba que no me iba a encantar como a todo el mundo, pero hasta aquí llega lo malo, que tampoco es malo, simplemente fueron intuiciones erróneas que uno se hace. En esas primeras páginas se nos da una pincelada de lo sucedido con su madre y ya nos lleva a la niñez de esta para ir conociéndola poco a poco.

Y a partir de esto pues bueno, solo puedo decir cosas maravillosas de esta tremenda obra. Una dura vida relatada por su hija en la que sufriremos con ella y también conoceremos su vida. El por qué se vuelven las personas de una u otra manera, los consecuencias de una dura infancia, conocer la dura vida en general de esta familia, hasta llegar al punto final de una vida pero que realmente no lo es por todo lo que se deja atrás.

Me ha encantado nuevamente cómo lo cuenta Delphine, sin virguerías pero con una crudeza que abruma. Y una valentía también de admirar, porque aquí se mete también ella, con su pasado, su presente y lo que le queda por vivir, con todos estos recuerdos que ahora conocemos de su mano.

No me enrollo más, me ha encantado, y me ha gustado mucho saber de la autora también, creo que así conectaré más aún (si es que eso es posible) con las futuras lecturas que haga de su libros, porque obviamente habrá más, muchas más.

No os lo perdáis, ni este libro ni Las gratitudes.

Tras la muerte de Lucile, su madre, Delphine se adentra en la historia de esta y de su familia, que reconstruye a través de documentos, cintas de vídeo, entrevistas o sus propios recuerdos.

Este libro está dividido en tres partes. Es una historia cruda, intensa, que muestra tanto lo bueno como lo malo, repleta de tragedias, que aborda temas complicados como el suicidio, los abusos, la muerte o la salud mental. La autora también va mostrando las dificultades que va encontrando al escribir esta historia, la angustia, el miedo a las consecuencias que pueda provocar escribir este libro, poder hacer daño con esta historia a otros familiares…

Ha sido mi primer contacto con esta autora y dudo mucho que sea el último. A pesar de que es un libro duro, me he sentido súper cómoda leyéndolo, avanzaba por las páginas sin darme cuenta, completamente metida en el mundo de la autora. Es de esos libros que te hacen sufrir, que sabes que te va a dejar hecha polvo, pero que te fascina. Así me he sentido desde el principio hasta el final. Me parece que está bien escrita y muy bien tratado.

Ahora a dejarlo reposar un poco tras el impacto. Pero lo que es seguro es que os lo recomiendo.

Un libro, una historia puede ser dura, pero cuando encima sabes que ésta tiene un potente componente real o autobiográfico, cuando las palabras que lees conforman la vida y experiencias reales de otra persona, entonces es cuando una lectura te rompe totalmente.
Nada se opone a la noche es una historia escrita como realidad novelada, un ejercicio de introspección de la autora, una forma de terapia para arrancarse el dolor del reciente fallecimiento de su madre por suicidio, que nos llevará de la mano cronológicamente hacia atrás, a los orígenes de su familia, en un viaje vital de búsqueda de la motivación que hay tras los actos de una persona. Un homenaje a una madre, Lucile, que vendrá marcado por un tormentoso e intimista camino de dolor.

Tocando muy de lleno temas como la salud mental, las relaciones paterno-filiales problemáticas o el arma de doble filo que puede ser la familia, la autora a través de una minuciosa labor de investigación, recoge testimonios y grabaciones familiares, experiencias y recuerdos personales de sus tíos y hermanos, que entremezcla con los propios. Estamos ante una novela valiente, donde la autora desnuda su alma, exponiendo su vida y la de sus familiares, para hacernos partícipes de su ejercicio de autosanación a través de la escritura. Es precisamente con ella con quien vamos sanando también nosotros como lectores, es impresionante cómo a través de la lectura, nuestra propia percepción de los personajes varía y viaja del aborrecimiento al cariño, haciéndonos empatizar totalmente con ellos. 

El texto compone una narrativa de bella factura, muy lírica, conformada de pensamientos y sentimientos, donde, a través de frases cortas como dardos que se clavan en el alma, la autora se arranca una historia sobresaliente, intimista, muy cruda, pero a la vez serena, que te sacude como lector.  

El final deja poso, una sensación de desasosiego, de querer estrechar entre tus brazos a los personajes, a Lucile y a Delphine, de querer susurrarle al oído palabras de consuelo y de comprensión. Y es que a veces el sufrimiento más intenso se esconde tras una máscara de rutina y cotidianeidad. 

Delphine ha llegado a mi vida para quedarse.

"Nunca me he interesado realmente por la psicogenealogía ni por los fenómenos de repetición transmitidos de una generación a otra. Ignoro cómo se transmiten esas cosas, pero el hecho es que atraviesan a las familias como maldiciones sin piedad, dejando huellas que resisten al tiempo y a la negación"

Hace poco leía un artículo de Juana Vázquez en el que hablaba de la llamada "literatura del yo". Dentro del género se hace necesario adjetivar ese "yo", y en el caso de Nada se opone a la noche es un yo claramente subconsciente, que nace y se refleja en el propio escrito sin mediadores ni condicionantes.

En este libro Delphine entrelaza la información obtenida a través de escritos y entrevistas con sus propios recuerdos y vivencias para hacer una memoir de la vida de su madre, Lucile.

La historia de Lucile no es sólo la historia de su madre. También es la vida de sus abuelos, de sus tíos y tías, de su hermana, de sus hijas. Es la suya propia.

Con una narración poderosa la autora repasa los principales acontecimientos vitales de su madre y su familia. Una vida marcada por ciertos mitos familiares y sucesos que parecen repetirse durante generaciones, llena de luces y sombras, de secretos, duelos no elaborados, muertes imprevistas, modelos parentales casi negligentes.

Y a pesar de todo, Lucile se convierte en la protagonista indiscutible de esta historia. Lucile, que "miraba con aquella cara de saberlo todo y no haber aprendido nada, aquella forma de estar sin estarlo, de llevar una existencia paralela a los demás". Lucile, que acabó perdida en sus propios delirios, que no fue capaz de sostener más el sufrimiento que la corroía por dentro.

Nada se opone a la noche es un relato desgarrador, tan desgarrador como solo puede serlo a veces la propia realidad. Tiene un estilo narrativo con tanta fuerza y es tan realista que a veces da un poco de pudor el saber que te estás asomando a una vida ajena. Consigue que sea imposible parar de leer.

Creo que de algún modo este libro es catártico tanto para la autora como para el lector, porque ayuda, si no a reconciliar, si a colocar en su lugar a los fantasmas familiares. Porque también somos nuestras familias, y hacer este trabajo de desmenuzar el pasado y recolocarlo es liberador y ayuda a no hipotecar el futuro.

Este libro es un regalo. Gracias Delphine por atreverte a escribirlo.

Después de leer la maravillosa Las Gratitudes, ¡supe que tenía que conocer más de la obra de Delphine de Vigan!

Nada se opone a la noche fue la novela más galardonada y vendida en Francia el año de su publicación, y es sorprendente (pero maravilloso) que este libro haya conseguido tal éxito de público, porque los temas que aborda y saca a luz continúan siendo un asfixiante tabú en nuestra sociedad contemporánea.

Temas como el suicidio, la enfermedad mental, los abusos sexuales... Reconstruyendo la vida de su madre desde una infancia en apariencia idílica hasta su muerte, la autora se enfrenta con las palabras al silencio que se había impuesto en el seno de su familia.

Pero esta obra también es un ejercicio de catarsis personal, un esfuerzo por reconciliarse con la vida y la muerte de Lucile. La madre de Delphine de Vigan es un personaje complejo, con defectos, excentricidades y fortalezas; y cuya vitalidad se queda con el lector como un regusto agridulce en la boca.

Lo que más me ha gustado de la novela es que, al igual que "Las gratitudes", está marcada por la empatía. de Vigan es una escritora con una gran capacidad de comprensión de los sentimientos y los anhelos humanos, con la que consigue sublimar el dolor hasta alcanzar la belleza.

Enlace: http://nextlibris.es/nada-se..

Me encanta ese estilo sencillo, claro, elegante y envolvente. Su dureza y dolor contenidos, su estilo intimista y su saber hacer.
He llorado muchísimo leyendola porque no es una novela fácil, es dura, dolorosa y desgarradora. Porque habla de su madre, de Lucille.
Cuando muere en extrañas circunstancias, de Vigan decide escribir sobre ella y también lo hace sobre su familia y sobre ella misma.
Y reconstruye la historia familiar a través de fotografías, de grabaciones y de entrevistas a familia y amigos.

Una familia en la que hay tragedias, dolor y sufrimiento. Hay secretos, verdades y mentiras. Hay dolor y dureza. Hay enfermedad mental, hay muertes y suicidios. Hay dudas y miedos. Hay un final que no sorprende porque es conocido desde el principio, pero que me ha emocionado, desgarrado y me ha llenado de dolor.
Pero también hay perdón y reconciliación y eso es algo que valoro mucho. Porque muchas veces las relaciones familiares son tormentosas, no entendemos las cosas porque no nos las han contado o porque son demasiado duras para asumirlas y juzgamos y no entendemos y a la vez nos sentimos culpables por esos sentimientos. Sentimientos que hacen que el miedo y la presión nos hundan. Y cuando indagamos en las vidas de quienes ya no están, aunque sean muy cercanos y creamos que conocemos todo de ellos , los vemos desde otra perspectiva y comprendemos y perdonamos. Y eso nos sana. A los que nos quedamos. Nos ayuda con el duelo, a minimizar el dolor o cuanto menos a entender y a perdonar. O a perdonarnos.

Enlace: https://instagram.com/mi.ter..

¿Cómo resumir esta lectura? INTENSA, esta es la primera palabra que me viene a la mente para calificarla. Es una obra que fue un gran éxito de crítica, premios y ventas cuando fue publicada en Francia y es que Delphine nos novela la historia de su madre tras encontrarla muerta en su casa.

Para ello nos hace un retrato de familia, una familia que tras su aparentemente existencia idílica esconde muchísimos fantasmas.

El éxito de esta obra yo creo que radica en que supone una catarsis personal para la propia escritora. Supone un perdón y aceptación de su historia personal, de reencuentro con su madre una persona muy especial con muchas luces y sombras.

Este libro es un descenso a los infiernos familiares donde se habla de apariencias, de suicidios, de problemas mentales, de abusos.

Solo he leído otro título de Delphine de Vigan, Las gratitudes pero la narrativa de la autora ya me ha cautivado, su forma de escribir, de profundizar en los sentimientos...una maravilla.

Nada se opone a la noche es a la vez una novela terrible y conmovedora.
Enlace: https://tulibroytu.wordpress..

La lectura de esta obra de la autora francesa venía precedida por la multitud de estupendas reseñas que había leído previamente, con lo que las expectativas estaban muy altas y, en mi caso, eso suele ser un problema, porque me hago una idea y si no se ajusta a ella no me gusta tanto como podría haberlo hecho si no hubieras sabido nada de la obra. Que no es que no me haya gustado o no me haya parecido alucinante, simplemente es que esperaba otra cosa.

El caso es que, como apuntaba una de las últimas reseñas que leí, lo mejor de este libro es la perspectiva, el que la autora afronte la historia de su madre desde fuera, poniéndola en el centro a ella y no a sí misma. No debe ser fácil contar todo lo que cuenta este libro sobre Lucile (a la que se refiere muy pocas veces con el apelativo de madre): su infancia caótica y algo solitaria a pesar de estar rodeada siempre de hermanos, el haber conocido la muerte bien cerca desde pequeña, el haber sido centro de atención de las miradas por su belleza, los abusos de su padre, la aparición de la enfermedad mental, esa permanente huida hacia delante…

De todo el relato de la vida de Lucile se trasluce la necesidad de Delphine de entender a su madre, saber qué es lo que la llevó a desarrollar la enfermedad mental y, finalmente, a suicidarse. También parece que puedas llegar a entrever cómo fue esa familia tan particular, como si casi pudieras tocar a cada uno de sus miembros, observar los momentos que conforman su memoria familiar. Y lo que me resulta muy curioso es que, a pesar de la brutalidad de lo que cuenta, de la opinión que pueda despertar cada decisión de esos progenitores, de los silencios que ganan espacio dentro del relato, a pesar de todo ello no parece que la autora esté reprochando nada a su madre, es decir, consigue contar mucho sin contagiarte de lo que ella pueda pensar o sentir. ¡Qué difícil debe ser eso! Sobre todo teniendo en cuenta que su propia infancia y la de su hermana han sido difíciles por cómo era su madre.

En definitiva, creo que es un libro que merece la pena leer porque nos muestra una familia que se sale de lo común y hay en el texto un intento más que loable de comprender la naturaleza humana. Eso sí, mini consejito del día: siempre es mejor dejar las expectativas a un lado.

Leyendo la sinopsis del libro una cita llamó especialmente mi atención: “son muchas las versiones de una misma historia y narrar implica elegir una de esas versiones y una manera de contarla”. Qué gran verdad.

Esto es exactamente lo que hace Delphine de Vigan: elige cómo enfrentarse al recuerdo de su madre fallecida y cómo proyectarlo en su libro.

Esta crónica familiar comienza remontándose a la infancia de Lucile (la madre de Delphine) y va, poco a poco, reconstruyendo su vida hasta llegar a la edad adulta y desembocar en el suicidio. Gracias a esta “búsqueda de respuestas” que hace la autora a través de fotografías y testimonios familiares, conoceremos a la familia Poirier al completo, sus valores y estilos educacionales y el sinfín de desgracias que atraviesan, y más tarde, a una Lucile adulta con sus luces y sus sombras.

Los pasajes sobre la vida de Lucile se van alternando con otros capítulos en los que la autora reflexiona sobre su propio proceso de escritura, la implicación emocional que le supone enfrentarse a esta historia, debatiéndose sobre la conveniencia (o no) de perturbar la intimidad familiar y sacar a la luz los fantasmas del pasado.

Sin duda, la autora tuvo un gran coraje para publicar la vida de su madre, su propia vida. Sabe que, en su intento de reconciliar todas sus versiones de Lucile, se expone en todo su ser y corre el riesgo de levantar ampollas.

Aunque hubo partes con las que no conecté y, por momentos, la lectura me asfixiaba, creo que la autora ha hecho un bonito homenaje a su madre y un fiel retrato de la enfermedad mental.

NADA SE OPONE A LA NOCHE
Es una novela basada en hechos reales y llevada al cine por Roman Polanski, y además la más galardonada (5 premios) en Francia en 2011 y con mayor número de lectores (500.000). Y esto se transcribe cono un reconocimiento de todos, al sentimiento que transmite la escritora hacia su madre, de todos los hijos que necesitan rendir homenaje a sus madres, de todas las almas que han sufrido miedo, o soledad, o pena por lo que hubiera podido pasar si sus familias, madres, hubiesen sido las ideales.
Delphine de Vigan se construye en personaje principal y narradora, en esta autobiografía, que es un testimonio gráfico y oral de toda su familia, para investigar la historia de su madre Lucile.
Comienza con el sentimiento desgarrador de ella cuando descubre el suicidio de su madre, muerta desde hace 5 días en su domicilio y sigue y sigue la novela con más sentimientos, con más emoción y empieza a indagar para explicárselo a sí misma, para perdonar a su madre y a ella misma también.
Pero los acontecimientos que de Vigan va esclareciendo son aterradores, la enfermedad mental que va desarrollando Lucile, lo vamos descubriendo durante una lectura desgranada hecho a hecho, día a día, que tiene su origen en una familia muy poco convencional para los años 50, una madre que solo quería tener hijos, parió 8 y adoptaron a otro: uno murió de pequeño en un accidente, dos se suicidaron, el padre que abusaba sexualmente de Lucile, pero a nadie parecía importarle, porque tenía una personalidad arrolladora. Lucile fue una niña extremadamente hermosa y su madre la convirtió en modelo infantil y portada de carteles y revistas, así creció. Se casó joven tuvo a sus 2 hijas, Delphine y Manon, se divorció, tuvo varios amantes, uno de ellos también se suicidó, se convirtió en un autómata de la vida, se drogaba, trabajaba, se hundía, podía o no podía cuidar de sus hijas. Un dato importante para la autora es saber que su madre renunció a su contacto desde niña, dejó de abrazarla cuando tenía 10 años: “yo ya no tenía contacto físico con ella desde hacía mucho tiempo” Pero Lucile le enseñó arte, teatro, música, su literatura: “Creo que Lucile amaba la poesía de Baudelaire por encima de todo”, y al final reconoce que también la amó. Lucile fue ingresada en el psiquiátrico, Lucile tras unas décadas de caída al vacío, salió indemne y volvió a la vida y estudió Trabajo Social, pero siempre estuvo al borde del precipicio. Durante unos años Delphine tuvo relación con su madre, que fue una buena abuela y al final enfermó de cáncer.
Toda la vida de Lucile está contada con una frenética cadencia, y en el final el frenesí aumenta desgranando los últimos días, las últimas horas de su desesperación por lo que pueda ocurrirle a su madre: “Lucile murió a los 61 años, antes de ser anciana. Lucile murió como lo deseaba: viva. Hoy soy capaz de admirar su valor”
De verdad que no es la novela que un psicólogo me hubiera recomendado para mi actual estado psíquico, porque en estos momentos estoy huyendo de la melancolía, busco mirar al futuro con esperanza, pero el pasado me llama una vez y otra. La juventud ya me pasó, tengo 64 años y sé que lo que me espera es ese tiempo final, esos años en los que hay que saber gestionar el tiempo para no pensar demasiado en lo poco que falta para el final.