Nada se opone a la noche

NADA SE OPONE A LA NOCHE
Es una novela basada en hechos reales y llevada al cine por Roman Polanski, y además la más galardonada (5 premios) en Francia en 2011 y con mayor número de lectores (500.000). Y esto se transcribe cono un reconocimiento de todos, al sentimiento que transmite la escritora hacia su madre, de todos los hijos que necesitan rendir homenaje a sus madres, de todas las almas que han sufrido miedo, o soledad, o pena por lo que hubiera podido pasar si sus familias, madres, hubiesen sido las ideales.
Delphine de Vigan se construye en personaje principal y narradora, en esta autobiografía, que es un testimonio gráfico y oral de toda su familia, para investigar la historia de su madre Lucile.
Comienza con el sentimiento desgarrador de ella cuando descubre el suicidio de su madre, muerta desde hace 5 días en su domicilio y sigue y sigue la novela con más sentimientos, con más emoción y empieza a indagar para explicárselo a sí misma, para perdonar a su madre y a ella misma también.
Pero los acontecimientos que de Vigan va esclareciendo son aterradores, la enfermedad mental que va desarrollando Lucile, lo vamos descubriendo durante una lectura desgranada hecho a hecho, día a día, que tiene su origen en una familia muy poco convencional para los años 50, una madre que solo quería tener hijos, parió 8 y adoptaron a otro: uno murió de pequeño en un accidente, dos se suicidaron, el padre que abusaba sexualmente de Lucile, pero a nadie parecía importarle, porque tenía una personalidad arrolladora. Lucile fue una niña extremadamente hermosa y su madre la convirtió en modelo infantil y portada de carteles y revistas, así creció. Se casó joven tuvo a sus 2 hijas, Delphine y Manon, se divorció, tuvo varios amantes, uno de ellos también se suicidó, se convirtió en un autómata de la vida, se drogaba, trabajaba, se hundía, podía o no podía cuidar de sus hijas. Un dato importante para la autora es saber que su madre renunció a su contacto desde niña, dejó de abrazarla cuando tenía 10 años: “yo ya no tenía contacto físico con ella desde hacía mucho tiempo” Pero Lucile le enseñó arte, teatro, música, su literatura: “Creo que Lucile amaba la poesía de Baudelaire por encima de todo”, y al final reconoce que también la amó. Lucile fue ingresada en el psiquiátrico, Lucile tras unas décadas de caída al vacío, salió indemne y volvió a la vida y estudió Trabajo Social, pero siempre estuvo al borde del precipicio. Durante unos años Delphine tuvo relación con su madre, que fue una buena abuela y al final enfermó de cáncer.
Toda la vida de Lucile está contada con una frenética cadencia, y en el final el frenesí aumenta desgranando los últimos días, las últimas horas de su desesperación por lo que pueda ocurrirle a su madre: “Lucile murió a los 61 años, antes de ser anciana. Lucile murió como lo deseaba: viva. Hoy soy capaz de admirar su valor”
De verdad que no es la novela que un psicólogo me hubiera recomendado para mi actual estado psíquico, porque en estos momentos estoy huyendo de la melancolía, busco mirar al futuro con esperanza, pero el pasado me llama una vez y otra. La juventud ya me pasó, tengo 64 años y sé que lo que me espera es ese tiempo final, esos años en los que hay que saber gestionar el tiempo para no pensar demasiado en lo poco que falta para el final.