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Ordeno y mando de Amélie Nothomb
Sin embargo, la libertad no puede cargar con el peso del recelo. Quien haya decidido ser libre no puede ir arrastrando esos pensamientos mezquinos, puntillosos, burocráticos, que por qué dijo eso o por qué dijo lo otro, etc. Quería comerme la vida a bocados, sentir la exaltación de la existencia. Para conocer la embriaguez de navegar mar adentro, nada mejor que adoptar la identidad de un desconocido. |
Golpéate el corazón de Amélie Nothomb
La revelación no dejaba de recorrer su cuerpo. Sí, en brazos de su padre, su abuela, su abuelo, había sentido que la amaban y que amaba. Pero lo que había experimentado en los brazos de su madre era distinto: tenía que ver con la magia. Era una fuerza que te elevaba, te traspasaba, te trituraba de felicidad. Y eso guardaba relación con el olor de su madre, superior al de las más exquisitas fragancias. Tenía que ver con la voz de su madre, que, cuando le había hablado aquella noche, era la música más deliciosa que jamás hubiera oído. Y se completaba con la suavidad de la piel y del pelo de su madre, que había acabado transformando aquel abrazo en una prolongada y sedosa caricia.
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Golpéate el corazón de Amélie Nothomb
Diane dejó de ser una niña en aquel mismo instante. Sin embargo, no se convirtió ni en una adulta ni en una adolescente: tenía cinco años. Se transformó en una criatura desencantada cuya obsesión fue no hundirse en el abismo que esa situación había abierto dentro de su ser.
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Golpéate el corazón de Amélie Nothomb
En las fiestas le gustaba que los chicos estuvieran exclusivamente pendientes de ella, y se encargaba de no mostrar preferencias por ninguno; que les consumiera la angustia de no ser los elegidos, ¡Qué placer sentirse constantemente provocada, mil veces deseada, nunca libada!.
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El crimen del conde Neville de Amélie Nothomb
Si hubiera habido premeditación, a nuestro entorno le habría parecido inadmisible. Matar a un invitado en un momento de cólera desprende clase, es chic. Premeditar el asesinato de un invitado equivale a demostrar, como el colmo de la grosería, que ignoras el arte de la recepción.
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Ácido sulfúrico de Amélie Nothomb
Llegó el momento en que el sufrimiento de los demás ya no les bastó: tuvieron que convertirlo en espectáculo.
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Estupor y temblores de Amélie Nothomb
Por suerte, no cometí la estupidez de dejarme llevar por lo que, en semejantes circunstancias, hubiera sido el reflejo normal: intervenir. Sin duda eso habría agravado la suerte de la inmolada, por no hablar de la mía. No obstante, me resultaría imposible pretender sentirme orgullosa de mi sabia abstención. La mayoría de las veces, el honor consiste en ser idiota. ¿Y acaso no vale más comportarse como un imbécil que deshonrarse? Todavía hoy, me avergüenzo de haber preferido la inteligencia a la decencia. Alguien tendría que haber intervenido, y ya que no existía ninguna posibilidad de que otro se arriesgara a hacerlo, yo debería haberme sacrificado.
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Diario de Golondrina de Amélie Nothomb
Aquel espacio de sufrimiento y plenitud ya no ocupaba mi pecho, que ya no se sentía nunca más ni dañado ni irrigado. En su lugar, había una bomba mecánica fácil de ignorar.
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Higiene del asesino de Amélie Nothomb
A decir verdad, que aquel sedentario adiposo hubiera sobrevivido hasta la edad de ochenta y tres años llenaba de perplejidad a la medicina moderna.
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Riquete el del Copete de Amélie Nothomb
Las alumnas más jóvenes no dejaban de instarle a que utilizará menos mantequilla y nata en sus platos, por más que Honorat les jurase que hacía mucho tiempo que había dejado de comprar esos ingredientes. - Y entonces, ¿por qué la comida está tan rica? -se sublevaron las bailarinas. - Porque la preparo con amor. -¿El amor engorda? Usted es un esférico. |
El crimen del conde Neville de Amélie Nothomb
Henry sentía una rabia comparable a la del general inglés descubriendo, al final de El puente sobre el río Kwai, que uno resistentes de su campo se disponían a hacer explotar el puente que los soldados japoneses les obligaban a construir: sentía afecto por la monstruosidad que tanto esfuerzo le había costado.
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El crimen del conde Neville de Amélie Nothomb
-¿Cómo puedes darle tanta importancia a la limpieza de una copa sabiendo lo que va a ocurrir mañana? -Es una de las enseñanzas de Buda:« cuando friegue los platos, friega los platos». |
Estupor y temblores de Amélie Nothomb
Entraba en el siglo. Puede parecer extraño que, tras mi arranque de locura, las cosas volvieran a la normalidad como si nada grave hubiera ocurrido. Es cierto que nadie me había visto correr desnuda por los despachos, ni caminar sobre las manos, ni pegarle un revolcón a un honesto ordenador. Pero, de todos modos, me habían encontrado durmiendo bajo el contenido de un cubo de basura
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Pétronille de Amélie Nothomb
Beber intentando evitar la embriaguez resulta tan deshonroso como escuchar música sacra protegiéndose contra el sentimiento de lo sublime.
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Pétronille de Amélie Nothomb
La embriaguez no se improvisa. Es competencia del arte, que exige dar y cuidar. Beber sin ton ni son no lleva a ninguna parte.
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Higiene del asesino de Amélie Nothomb
Aunque por la noche ceno bastante ligero. Me conformo con cosas frías, como unos chicharrones, cuajada de cerdo, tocino crudo, el aceite de una lata de sardinas (las sardinas no me gustan demasiado, pero perfuman el aceite: tiro las sardinas, guardo el jugo y me lo tomo tal cual). Dios mío, ¿qué le ocurre? —Nada. Siga, por favor. —No tiene buen aspecto, se lo aseguro. Con eso, me tomo un caldo muy grasoso que he preparado antes: durante dos horas, pongo a hervir unas cortezas de tocino, pies de cerdo, unas rabadillas de pollo, huesos con mucho tuétano y una zanahoria. Le añado un cucharón de manteca de cerdo, quito la zanahoria y lo dejo enfriar durante veinticuatro horas. Sí, me gusta beberme este caldo cuando está frío, cuando la grasa se ha endurecido y forma una tapa que lustra los labios. Pero no tema, no desperdicio nada, no crea que tiro a la basura unas carnes tan delicadas. Tras esa larga ebullición, han ganado en untuosidad, en proporción a lo que han perdido en jugo: estas rabadillas de pollo cuya grasa amarilla ha adquirido una consistencia esponjosa son una delicia... ¿Pero qué le ocurre? —No... no lo sé. Claustrofobia, quizá. ¿Podría abrir una ventana? + Leer más |
Higiene del asesino de Amélie Nothomb
—Señor Tach, con un hombre como usted no utilizaré las perífrasis habituales en mi profesión. Así que me permito preguntarle cuáles son los pensamientos y el estado de ánimo de un gran escritor consciente de que está a punto de morir. Silencio. Suspiro. —No lo sé, caballero. —¿No lo sabe? —Si supiera cuáles son mis pensamientos, supongo que no me habría hecho escritor. —¿Insinúa que escribe para saber finalmente cuáles son sus pensamientos? —Es posible. No estoy muy seguro, hace mucho tiempo que no escribo. |
Ácido sulfúrico de Amélie Nothomb
Resulta mucho más difícil golpear a un individuo cuando conoces su nombre.
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Ácido sulfúrico de Amélie Nothomb
Dios resulta tanto más necesario cuanto más evidente es su ausencia.
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¿En que año nació Marcel Proust?