Estupor y temblores de Amélie Nothomb
Entraba en el siglo. Puede parecer extraño que, tras mi arranque de locura, las cosas volvieran a la normalidad como si nada grave hubiera ocurrido. Es cierto que nadie me había visto correr desnuda por los despachos, ni caminar sobre las manos, ni pegarle un revolcón a un honesto ordenador. Pero, de todos modos, me habían encontrado durmiendo bajo el contenido de un cubo de basura
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