Estupor y temblores de Amélie Nothomb
Por suerte, no cometí la estupidez de dejarme llevar por lo que, en semejantes circunstancias, hubiera sido el reflejo normal: intervenir. Sin duda eso habría agravado la suerte de la inmolada, por no hablar de la mía. No obstante, me resultaría imposible pretender sentirme orgullosa de mi sabia abstención. La mayoría de las veces, el honor consiste en ser idiota. ¿Y acaso no vale más comportarse como un imbécil que deshonrarse? Todavía hoy, me avergüenzo de haber preferido la inteligencia a la decencia. Alguien tendría que haber intervenido, y ya que no existía ninguna posibilidad de que otro se arriesgara a hacerlo, yo debería haberme sacrificado.
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