A diferencia de otras obras del autor como "Birdboy", "Decorado", "Sangre de unicornio" y "Unicorn wars", esta es más una compilación teológico-filosófica de vicisitudes de una ardillita llamada Judas. Al margen de la simbología religiosa que está bien marcada de principio a fin, las situaciones son de verdad difíciles de digerir a simple vista. Este autor siempre se ha destacado por recrear escenas fuera de lo común, harto estrafalarias, la mar de extravagantes. Desde el tema parabólico y semiológico, que no hace falta señalar, ha presentado un sinfín de circunstancias sobrecargadas de simbología grecorromana, bajo inspiración de fabulistas clásicos, apólogos sacros y cuentos decimonónicos. Jugando entre lo sagrado y lo profano, el autor parece hacer una vehemente crítica a la hiperreligiosidad epocal (sectarismo), resaltar antivalores y traer a colación temáticas siniestras y tabúes (la drogadicción, la depresión, el suicidio, etc.) a tal punto que es imposible no percibirlo. Claro que hay plenitud de animales antropomórficos y humanos zoomórficos de los que podemos nombrar algunos: la ardilla, el lobo, los pájaros, los peces, el maestro sapo, entre otros. Vernel, Dinky y Sandra hacen un cameo, al igual que la silueta de "Decorado" (como ser vacío). El personaje Micael sí que da miedo, hasta parece un demonio atrapado en el cuerpo de un ave. Respecto al arte en sí, ya sabemos que Alberto es un excelente ilustrador monocromático, de hecho, podemos apreciar algunas bellas pinturas a lo largo del libro, mezclado con viñetas de la historia. Los diseños deformes son conocidos para los que solemos leer sus obras con regularidad, ello no quita que no podamos apreciar los fondos entintados que plasma como quien no quiere la cosa. La combinación entre seres deformes y paisajes pintorescos resalta como vela en cementerio. La amalgama de realismo y verosimilitud nos parece menos clara que en otras de sus obras, a pesar de que en este caso da a conocer lo que piensa respecto al lúgubre mundo de la edición, pues el tema de la pseudocrítica también nos atañe a nosotros que reseñamos y juzgamos lo que consumimos. Es verdad lo de la mediocridad camuflada de profesionalismo a través de reseñadores medio pelo, cuyo trabajo se limita a emitir juicios poco creíbles de las obras que analizan. A nosotros, por suerte, no nos va ni nos viene que nos critiquen por lo que hacemos. Como forma de demostrar su inconformidad con el mundo del cómic, el autor esboza una crítica de la reconocida obra "Mause" de manera implícita al mencionar "La jeringuilla del nazismo" de Jonny Zarigüeya. Es aquí donde se da a entender que el universo literario es injusto, triunfan algunos y otros tantos quedan en el camino (en el laberinto de la falsa felicidad). Lo que se juzga, al parecer, no es el talento del artista, sino su posibilidad de hacer buenos contactos con compañías opulentas. Ah, el tema de la procrastinación sí que estuvo fuerte, y más aún la decisión final de JC, nada peor que recibir un no como respuesta de parte del agente literario luego de haber pasado una eternidad trabajando en un proyecto que no verá la luz jamás. Nada más duro que la realidad misma. Mimolandia, la paradoja del mundo perfecto, donde la felicidad (artificial) es más una imposición que una opción (inspirado quizás en el capítulo de los Simpson en el que Ned Flanders es el amo supremo del mundo, el de "La máquina del tiempo"). Esto es una referencia directa al paraíso terrenal, el Cielo, el Edén, la Tierra Prometida, el Nirvana, etcétera; un fuerte puñetazo de hiperrealismo a la teosofía. Está muy bueno eso de considerar la libertad y la felicidad como someras ilusiones, utopías, imposibilidades. Más que nihilismo, esto es pasarse todo por la entrepierna. Ya de por sí el hecho de que el protagonista sea mudo (no habla en ningún momento del relato) le da un toque particular, casi macabro. El desenlace, como no podría ser de otra manera, acaba por dejar más cabos sueltos que cualquiera de sus películas. No es algo malo, simplemente no satisface del todo a lectores más exigentes. Judas no fenece, vomita lo que ha reprimido durante toda su oscura existencia (en sentido literal). Desde un enfoque psicológico, se lo podría analizar con plenitud de detalles; creemos que ofrece más de lo que aparenta mostrar. Los delirios del protagonista y las visiones oníricas (cuasiquiméricas) rozan lo patológico, se asemejan a brotes psicóticos. Es difícil no sentir lástima por la pequeña ardilla que padece las peores torturas inconscientes. De haber sido rechazada por un lobo que le arrebata su hogar hasta ser eliminada de la lista de fanzines con un futuro prometedor. La antropomorfización del tiempo está buena, dudamos de que haya algo más cruel que el correr de los días a niveles alterados, y más si consideramos los efectos nocivos de la drogodependencia, como es el caso del protagonista que, al ver que, en virtud de no poder hacerle frente a la realidad, se mete en el mundo de las drogas. El usar narcóticos como medio de escape es y ha sido tema sensible desde hace décadas. No por nada este autor es considerado uno de los polemistas más rígidos del género. En resumidas cuentas, la obra presentada posee una temática bien definida, un desarrollo de trama bastante intrincado, nunca se sabe qué pasará luego (no es predecible), las cosas se van haciendo más y más oscuras a medida que transcurre el tiempo. En cada sección del libro, los escenarios son terroríficos, manchados con la nigérrima tinta del absurdismo, y, por qué no, del pesimismo. Hasta acá nuestro análisis. + Leer más |