Los bisontes de Altamira

Sin paños calientes:
El libro es muy malo, carece de rigor histórico, ni siquiera lo pretende, la trama es absurda y está escrito en boinés cerrado, pero oye...que risa.

Los bisontes de Altamira es una recreación absurda y exagerada de lo que pudieron ser aquellos tiempos.
Vázquez Figueroa interpreta a su modo, la forma de vida y la relación con otras tribus.

Tras una breve introducción sobre hábitos y costumbres de los Ghamana (tribu de la cuevita) envían a dos jóvenes a rastrear las huellas de bisontes, animal muy apreciado por entonces.

Será su primera misión e hilo conductor de la novela, Ansoc (nuestro pintor rupestre) y su compañero pierden de vista la costa cantábrica, se despistan un poquito y aparecen en las placidas playas mediterraneas; unos 800 kilómetros de despiste cavernícola, que a pie, debe cansar lo suyo.

En su viaje, estos dos avispados rastreadores tropezarán con tribus tan singulares como la de las mujeres violadoras, que los apresarán y los utilizaran como sementales.

El paraiso, dirán algunos...bueno...las amazonas tenían cierta alergia al agua como elemento de aseo y aquello olía...¡¡siiiiiiiiii!! Peor que el culo de un templario.

Es solo un ejemplo de la dinámica de una novela muy semejante a ese chiste horroroso que te saca una carcajada.

El escritor canario, se aleja por una vez de la crítica, con un humor limpio, de los que no escuece, liberandote de reflexiones.

Tratada con cariño, le reconozco la dudosa virtud de entretener sin expectativas. Descanso neurológico.

Me quedo con el ratito y la gran frase de picasso:

Desde Altamira, todo es decadencia.