Llevaba su camisón favorito color azul claro. Lo tenía desde hacía años; cada vez que él le preguntaba si quería cambiarlo, ella se negaba. Algunas cosas eran mejores suaves y cómodas.
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Llevaba su camisón favorito color azul claro. Lo tenía desde hacía años; cada vez que él le preguntaba si quería cambiarlo, ella se negaba. Algunas cosas eran mejores suaves y cómodas.
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Él era su otra mitad, su complemento perfecto. Serían jóvenes juntos y después envejecerían juntos. Se tomarían de la mano y se mudarían al campo, y tendrían hijos, muchos hijos.
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Violet había decidido que su misión en la vida sería ver a sus ocho hijos felizmente establecidos, y en general, no le molestaban las miles de tareas que eso conllevaba. Había fiestas, invitaciones, modistas y sombrereros, y eso solo para las mujeres. Sus hijos requerían la misma atención, si no más.
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Tenía un marido con el que la mayoría de las mujeres solo podía soñar: era apuesto, divertido, inteligente, y estaba tan enamorado de ella como ella de él. Michael la hacía reír. Hacía que sus días fueran alegres y sus noches, una aventura. Le encantaba hablar con él, pasear con él o simplemente sentarse en la misma habitación que él y mirarse furtivamente mientras ambos fingían leer un libro.
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La mitad de las veces lo volvía loco, pero era una locura agradable, y aunque a veces se unía a los suspiros de sus amigos y asentía con aire cansado cuando todos se quejaban de sus esposas, en el fondo sabía que era el hombre más afortunado de Londres. Diablos, incluso de Inglaterra. De todo el mundo.
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Lucy había sido su mundo entero. Luego tuvieron a los niños, y ella ya dejó de ser todo para él, y sin embargo, siempre fue el centro de su universo. El sol. Su sol, alrededor del cual giraban todas las cosas importantes.
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-Nunca conocerá a papá -observó Daphne con voz queda. -No-respondió Violet-. No lo conocerá. Todo el mundo calló; entonces Francesca, la pequeña Francesca, dijo: -Podemos hablarle de él. Violet reprimió un sollozo. No había llorado frente a sus hijos desde ese primer día. Se había guardado las lágrimas para cuando estaba sola, pero en ese momento no pudo reprimirlas. |
—La vida no siempre ha sido fácil sin tu padre —prosiguió Violet— pero siempre ha valido la pena. Siempre.
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—Te amo —dijo, sus labios tocaron los de ella mientras deslizaba las manos debajo de su falda. —Yo te amo más —jadeó ella, porque las cosas que él le estaba haciendo… deberían estar prohibidas. —Pero yo… —murmuró él, besándola mientras descendía por su pierna y luego… ¡cielo santo! volvía a subir— te amaré. |
—Nueve —dijo con dulzura, y abrió los ojos para mirar a las dos recién nacidas que aún no tenían nombre. Ni cabello—. ¿Quién se habría imaginado que tendríamos nueve hijos? —Seguro que mi madre dirá que cualquier persona sensata se habría detenido en los ocho. |
¿Cuál es el título nobiliario de Anthony?