Así como hay contagio en la enfermedad y en la tristeza, no hay nada en el mundo tan irresistiblemente contagioso como la risa y el buen humor
|
Así como hay contagio en la enfermedad y en la tristeza, no hay nada en el mundo tan irresistiblemente contagioso como la risa y el buen humor
|
-Hay algunos en este mundo tuyo- contestó el Espíritu-, que afirman conocernos y cometen sus actos de cólera, orgullo, rencor, odio, envidia, fantatismo y egoísmo en nuestro nombre, pero que nos son tan ajenos a nosotros y a nuestros familiares y amigos como si nunca hubiesen vivido. Recuerda eso y cúlpales a ellos de lo que hagan, no a nosotros.
|
Algunos se burlaron al ver el cambio que había experimentado, pero él dejó que se burlaran y poco caso les hizo, pues era lo bastante sabio para saber que no ha ocurrido nunca nada bueno en esta vida de lo que algunos no se hayan hartado de reír al principio, y, como esa gente iba a seguir ciega de todos modos, consideró que tampoco pasaba nada porque les salieran arrugas alrededor de los ojos de tanto reírse, en lugar de desarrollar la enfermedad de formas peores. A él le reía el corazón, y con eso le bastaba.
|
¡Ay, con qué mano más férrea lo manejaba todo Scrooge! Era un viejo pecador agarrado, aprovechado, ahorrativo, cicatero y codicioso. Duro y afilado como un pedernal del que jamás acero alguno había extraído un generoso fuego; reservado, independiente y más solo que la una. El frío de su interior helaba sus ancianos rasgos, le cortaba la nariz puntiaguda, le arrugaba las mejillas, lo agarrotaba al andar; le volvía rojos los ojos y azules los finos labios, y hablaba con astucia a través de su chirriante voz. Tenía una gélida escarcha sobre la cabeza, las cejas y la enjuta barbilla. Siempre llevaba su baja temperatura con él; congelaba su despacho en la canícula y no lo deshelaba ni un grado en Navidad.
|
Scrooge era el ogro de la familia. La sola mención de su nombre cubrió la celebración de una negra sombra que tardó cinco minutos en desvanecerse.
|
Si me pudiera salir con la mía–dijo Scrooge indignado–, a cada idiota que va por ahí diciendo «feliz Navidad» lo herviría en su propio budin navideño, y lo enterraría con una estaca de acebo clavada en el corazón. ¡Ya lo creo que sí!
|
Al cabo de un tiempo jugaron a las prendas, porque es bueno ser niño alguna vez, y nunca mejor que en Navidad.
|
Tal vez, la experiencia de lo pasado me hace suponerlo, esto te produzca aflicción. Dentro de poco, muy poco tiempo, ahuyentarás todo recuerdo de ello, alegremente, como se ahuyenta el recuerdo de un sueño desagradable, del cual surge felizmente la alegría de lo que se encuentra al despertar.
|
Poco influían en Scrooge el frío y el calor externos. Ninguna fuente de calor podría calentarle, ningún frío invernal escalofriarle.
|
¡Oh muerte fría, fría, rígida y atroz, eleva aquí tu altar y vístelo con esos pavores que sólo a ti obedecen porque este es tu reino! Pero en tus terribles propósitos no podrás volver odioso un solo rasgo ni tocar un solo cabello de los rostros amados, honrados y reverenciados. Y no es porque la mano sea pesada y se desplome al soltarla, ni porque se hayan parado los pulsos y el corazón, sino porque ERA una mano abierta, generosa; fiel; porque era un corazón valiente, cálido y tierno; porque el pulso era un pulso de un hombre de verdad. ¡Golpea, sombra, golpea y verás cómo manan de la herida sus buenas obras para sembrar en el mundo vida inmortal!
|
Su trama cuenta la historia de un hombre avaro y egoísta llamado: