Cuento de Navidad

—¿Quién y qué es usted? —preguntó Scrooge.
—Soy el espíritu de las navidades del pasado.

Para empezar, digamos que Marley estaba muerto. De eso no cabe duda alguna.

Los caminos de los hombres permiten augurar ciertos finales a los que, si perseveráis, os conducirán - dijo Scrooge - Pero, si abandonáis los caminos, los finales serán otros.

Lo que prometimos que sería felicidad cuando nuestros corazones no eran más que uno solo, se ha convertido en miseria ahora que somos dos.

Pero estoy seguro de que siempre he pensado en Navidad, a medida que se acercaba la fecha (dejando aparte la veneración que se debe a su sagrado nombre y origen), como una entrañable fiesta; una ocasión de sentirse amable, caritativo, inclinado al perdón; es la única fecha, durante todo el año, que yo conozco en que los hombres y las mujeres parecen, por mutuo concenso, abrir libremente sus aprisionados corazones y reconocer a la gente que está por debajo de ellos como si realmente fueran compañeros que marchan hacia la sepultura, y no otra raza de seres con destino a otros viajes. Por lo tanto, tío, aunque la Navidad no ha puesto nunca en mis bolsillos el menor pedazo de chatarra de plata u otro, siento que me ha hecho bueno y que me hará bueno: y por eso digo: ¡Que Dios la bendiga!

Haré honor a la Navidad en mi corazón y procuraré mantener su espíritu a lo largo de todo el año. Viviré en el Pasado, el Presente y el Futuro; los espíritus de los tres me darán fuerza interior y no olvidaré sus enseñanzas. ¡Ay! ¡Dime que podré borrar la inscripción de esta losa.

Una ocasión de sentirse amable, caritativo, inclinado al perdón; el único momento, que yo sepa, en todo el largo calendario del año en que los hombres y las mujeres parecen, por mutuo acuerdo, abrir libremente sus aprisionados corazones.

¡Oh, fría, helada, rígida y espantosa muerte, eleva aquí tu altar y adórnalo con los terrores que te son propios, ya que estás en tus dominios!