Cuento de Navidad de Charles Dickens
Pero estoy seguro de que siempre he pensado en Navidad, a medida que se acercaba la fecha (dejando aparte la veneración que se debe a su sagrado nombre y origen), como una entrañable fiesta; una ocasión de sentirse amable, caritativo, inclinado al perdón; es la única fecha, durante todo el año, que yo conozco en que los hombres y las mujeres parecen, por mutuo concenso, abrir libremente sus aprisionados corazones y reconocer a la gente que está por debajo de ellos como si realmente fueran compañeros que marchan hacia la sepultura, y no otra raza de seres con destino a otros viajes. Por lo tanto, tío, aunque la Navidad no ha puesto nunca en mis bolsillos el menor pedazo de chatarra de plata u otro, siento que me ha hecho bueno y que me hará bueno: y por eso digo: ¡Que Dios la bendiga!
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