—Anoche, cuando me acosté, puse el arbolito de usted muy cerca de mi almohada y soñé con él. Y al despuntar el día y el maravilloso sol rojo… ¿Es rojo el sol, padre?
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—Anoche, cuando me acosté, puse el arbolito de usted muy cerca de mi almohada y soñé con él. Y al despuntar el día y el maravilloso sol rojo… ¿Es rojo el sol, padre?
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Algunas personas se reían al ver el cambio, pero él las dejaba reírse sin prestarles atención pues era lo bastante sabio para darse cuenta de que nada bueno sucede en este globo sin que determinadas personas se harten de reír al principio; sabía que tales personas siempre estarían ciegas y consideraba el malicioso brillo y arrugas de sus ojos como una enfermedad cualquiera, con manifestaciones menos atractivas. Su propio corazón reía y con eso le bastaba.
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Me siento tan ligero como una pluma, tan feliz como un ángel, tan conrento como un colegial. Estoy tan embriagado como un borracho. ¡Feliz Navidad a todos, feliz Año Nuevo para el mundo entero! ¡Hola eh! ¡Yuupy! ¡Hola!
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Haré honor a la Navidad en mi corazón y procuraré mantener su espíritu a lo largo de todo el año.
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Es una ley de la compensación justa, equitativa y saludable, que así como hay contagio en la enfermedad y las penas, nada en el mundo resulta más contagioso que la risa y el buen humor.
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Me habría gustado, lo confieso, haberme tomado las libertades de un niño siendo un hombre capaz de conocer su valor.
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Arrastro la cadena que en vida me forjé.
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Está ordenado para cada uno de los hombres que el espíritu que habita en él se acerque a sus congéneres humanos y se mueva con ellos a lo largo y a lo ancho; y si ese espíritu no lo hace en vida, será condenado a hacerlo tras la muerte. Quedará sentenciado a vagar por el mundo -¡ ay de mí! y ser testigo de situaciones en las que ahora no puede participar, aunque en vida debió haberlo hecho para procurar felicidad.
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Pero estoy seguro de que al llegar la Navidad -aparte de la veneración debida a su sagrado nombre y a su origen, si es que eso se puede apartar- siempre he pensado que son unas fechas deliciosas, un tiempo de perdón, de afecto, de caridad; el único momento que concozo en el largo calendario del año, en que hombres y mujeres parecen haberse puesto de acuerdo para abrir libremente sus cerrados corazones y para considerar a la gente de abajo como compañeros de viaje hacia la tumba y no como seres de otra especie embarcados con otro destino.
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¡Feliz Navidad! ¿Qué derecho tienes a ser feliz? ¿Qué motivos tienes para estar feliz? Eres pobre de sobra.» «Vamos, vamos»- respondió el sobrino cordialmente-.«¿ Qué derecho tienes a estar triste? ¿Qué motivos tienes para sentirte desgraciado? Eres rico de sobra. |
Su trama cuenta la historia de un hombre avaro y egoísta llamado: