Esposa por la mañana de
Lisa Kleypas
De haber justicia en el mundo, pensó, Leo hubiera debido ser una persona rechoncha y calva, con la cara picada por la viruela. No obstante, era un hombre apuesto, fornido y con un metro ochenta de estatura, de cabello oscuro, ojos celestes y sonrisa arrebatadora. Lo peor de todo era que no parecía en absoluto el bribón que realmente era, sino que tenía el aspecto de un ser íntegro, limpio y honorable, el caballero más agradable que uno pudiera conocer.
Sin embargo, aquella ilusión se desvanecía en cuanto abría la boca. Leo era verdaderamente perverso, locuaz e irrespetuoso. Nadie se libraba de su irreverencia, y menos él mismo. En el año que hacía que se conocían, había hecho gala de casi todas las cualidades desagradables que un hombre podía poseer, y cualquier intento de corregirlo era tanto peor, sobre todo si ese intento venía de parte de Catherine.