Con esta pequeña joya literaria de apenas sesenta páginas,
Stefan Zweig hace tambalear el más fuerte de los caracteres poniéndonos un nudo en el corazón. Jakob Mendel, pasa sus días en el café Gluck dedicado a los libros, su vida son los libros y vive por y para ellos. El café es su hogar y el variopinto grupo de personas que transitan por él su familia. Pero un día, la guerra y la amenaza nazi llegan para trastocar totalmente la vida de este judío ruso afincado en Viena. Una novela de sentimientos, de dolor, que como una brisa que pasa en un instante, nos enseña el valor del recuerdo, la desazón del olvido y las miserias humanas. Relato corto, que se lee en un suspiro, pero que deja honda huella en el corazón.
En mi caso, una relectura que se me ha hecho agridulce, porque quizá conocer la historia de antemano ha hecho que me dejase más fría, pero que no por ello borra las sensaciones que me trajo la primera vez. Muy recomendable, y mucho más todavía el autor, que me enamora con cada una de sus historias, un erudito también en el arte de la biografía, asignatura que, por cierto, todavía tengo pendiente.
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