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Críticas sobre El infinito en un junco (75)
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Homolectus
 02 May 2022
“El infinito no es un número.” —Decía con un tono prepotente el profesor de cálculo más despreciable como individuo que he conocido en mi vida. — “Es un concepto, una cantidad inabarcable, casi inoperable.” Este es mi recuerdo más nítido sobre el infinito y el que fue mi pensamiento más recurrente mientras piano piano me deslizaba entre las páginas del libro de Irene. Todo ello con una pregunta sencilla, contundente y hasta medio existencial: ¿Cabe el infinito en un junco?

El Infinito en un Junco es un libro que habla sobre libros. Este es el primer elemento que llama la atención pues sin duda, hablar de los libros es hablar de nosotros mismos, los humanos. Esta es la tesis que Irene desarrollará en su ensayo y que conforme recorre el mundo clásico, irá hilando para mostrarnos el bello tapiz que es la historia de los libros. Tapiz por cierto inacabado, pues acá seguimos escribiendo su historia.

Irene nos propone ver la historia a través del filtro de los libros. Propone un recorrido por los grandes hitos del mundo antiguo en los cuales están involucrados los libros. Viajamos a través de la oralidad —la cuasi edad oscura de las palabras—, la aparición de los primeros sistemas gráficos, el alfabeto fenicio, el griego, el latín, el papiro, el pergamino, el papel y una lista que tiende a infinito de pequeños adelantos que fueron brotando aquí y allí a lo largo y ancho del globo. Sin duda hemos tejido historias a la par que construido ciudades.

Todas estas historias sobre el pasado son hiladas en torno a uno de los personajes más influyentes de la antigüedad y por el cual Irene no escatima en demostrar la admiración que le profesa. Alejandro Magno es ese punto de encuentro que en esta historia de ida y vuelta de los libros sirve como punto de inicio, como impulso de la sociedad griega posterior a él y que aún perdura entre nosotros en forma de eco, casi como una radiación cósmica de fondo cultural. Sin duda, resulta extraño que un dirigente como Alejandro, que tenía todo el poder del caso haya abierto el panorama de su conquista y haya trasladado parte de su interés por los libros, un detalle que no pasa desapercibido ni siquiera hoy día y que en su momento jugó un papel decisivo en el cambio de actitud de Grecia frente a Macedonia y que le abrió las puertas al Helenismo que hoy reconocemos. No sorprende que esta figura sea una de las centrales del libro de Irene, pues Alejandro y sus ideas parecen permearlo todo, incluso hoy.

La historia de la Biblioteca de Alejandría bien podría dar para un libro entero. Un libro que abarque con lujo de detalle cada hito de su existencia, cada fechoría cometida en su nombre y cada canallada que haya colaborado a que paulatinamente se desangrara y desapareciera de entre los mortales en medio de un extraño silencio. Este no es ese libro, pues si bien está presente mucha de la información fundamental de la historia, Irene la sabe usar con fines muy específicos y muy luminosos sobre nuestra realidad como lectores. Con la información que Irene nos presenta pensé tendidamente sobre dos hechos: un proyecto como la Biblioteca de Alejandría no sería posible en nuestros tiempos. Las bibliotecas de nuestras casas son las dignas sucesoras de la de Alejandría: Un lugar dentro del recinto dedicado a los libros.

Si bien el libro está especialmente centrado en el mundo clásico y en la época anterior a ella, hay mucha información sobre la actualidad y sobre el pasado más reciente de la literatura. Resumir cada tema de los que Irene detalla en su libro me tomaría mucho tiempo y no le haría justicia suficiente al libro. Esperen encontrarse con un libro que hable sobre la oralidad, su papel en el mundo anterior a la escritura, el nuevo lugar que cobró en un mundo que se volvió escrito; el alfabeto, la democratización del saber que este impulsó y el cambio de paradigma para la construcción de relatos que vino de la mano con la materialización de los sonidos de nuestras bocas. Esperen encontrarse con un libro que los hará viajar por el imperio que construyó Alejandro, por el mundo romano, por algún que otro callejón medieval y por algunas de los referentes más importantes del mundo de los libros que tenemos en la actualidad. Esperen sorprenderse porque el libro que tienen entre sus manos mutará cada tanto: a ratos es de papiro egipcio, a ratos es de pergamino, a ratos es de papel delicado y fino traído desde China, y en otro momento será un libro iluminado recién salido de las manos de un monje medieval. Esperen encontrarse con un libro que les permita plantearse cuestión de largo meditar, algo del tipo ¿Sería posible la sociedad actual sin la escritura?

Y sí, como ya lo dije es un libro sobre libros, pero no solo habla de libros. de repente El Infinito se convierte en una experiencia transmedia que te lleva a abrir Google para ahondar más en una historia, un personaje o en un libro de los que ella menciona; que te pone a buscar una canción en YouTube, una película en Netflix, HBO o en cualquier otro lado. Todo esto es una muestra increíble de la capacidad asociativa de Irene y de la cultura que ha vivido. Es magnífico que tanto de ella tenga cabida en el libro.

De todas las ideas sobre los libros que Irene aborda en su libro yo me quedo con varias. La primera es la entender que nuestros libros están vivos en ambos sentidos. Vivos porque provienen de un ser vivo que en algún momento creció en un bosque y porque toman vida cada vez que tenemos uno entre nuestras manos. Que potencia la de esa doble imagen. El siguiente hecho que no escapó a mi lectura fue la simpleza del libro como objeto. El camino para tener el objeto que hoy conocemos como libro ha sido largo y lleno de grandes retos y dificultades, pero la simpleza y practicidad que se logró tardará mucho en desaparecer o mejorarse. Por último, no escapó de mi lectura el hecho de que los libros parecen estar condenados a la eterna censura cada vez que algún egomaniaco se acuerda de ellos y su poder. Algo tendrán ellos que siempre despiertan miedo y son la diana eterna para la represión.

Fue una maravilla descubrir que no siempre hemos leído en voz baja, que la lectura fue durante mucho tiempo algo que se hacía entre más de una persona, que era un regalo. Fue genial descubrir que leer en voz alta es regalar letras por partida doble: es pensar en que el fragmento en cuestión puede ser interesante para la persona lo suficiente como para que viva a través de mi voz para el otro —así que cuidado con a quién le regalan los fragmentos en voz alta—.

Sin duda, el alfabeto fue un gran paradigma en la historia y cambió a los griegos, no los hizo mejores, pero sí diferentes y les amplió el panorama de una forma que ni siquiera las naves o las armas habían hecho. Inventar el alfabeto derribó el muro que había entre clases y ayudó a que el conocimiento, la creatividad y la capacidad imaginativa se derramaran por todo el mundo griego. Sin duda, con la expansión de la escritura en el mundo griego, se expandió también el hecho de ser griego.

El Infinito hace especial énfasis en la relación con los libros de Grecia y Roma y del papel que estos jugaron en ambas sociedades. Junto a esto y todo lo que he venido mencionando está una historia paralela: la relación de Irene con los libros. Esta parte tan íntima requiere de mucho coraje para ponerse en un libro, pues es desnudar parte de tu alma y que miles de lectores conozcan cómo empezó tu relación más duradera de la vida. No cualquiera está preparado para hacerlo.

Como no quiero que quede a forma de conclusión el asunto, creo que es hora de mencionar los puntos que para mí tienen menor brillo dentro del libro. El primero surge en este juego de contar los hitos del pasado remoto con algunos más actuales y una que otra anécdota personal, el libro parece ir varias veces por las ramas y perder el hilo de lo que se quiere contar. Es algo con lo que no todo lector se logra acostumbrar y que a veces desconecta de la lectura. El otro punto —y que espero que sea fruto de un delirio mío— es una sensación de que tiene fragmentos repetidos, de que hay párrafos que están en uno y otro lugar. Es extraño porque no es usual que se sienta algo así, pues si bien una idea sí puede ser retomada dentro de un texto no es usual que se haga con las mismas palabras y acá tuve esa sensación en varias ocasiones.

Irene se esmera —y lo hace de manera esplendida— por desentramar el lugar de la mujer en el mundo antiguo y en la historia de la literatura. Cada mujer importante que nos podamos imaginar del mundo antiguo y que tenga nombre tiene cabida dentro del libro junto con información relevante sobre los retos que tuvo que afrontar y su perspectiva del mundo. Las que no tienen nombre, porque desafortunadamente la historia se encargó de borrarlas, son boceteadas y puestas en todos los puntos donde tienen cabida.

Libros así deben aflorar cada cierto tiempo, pues si bien gracias al lenguaje, los textos y la literatura somos capaces de conservar los pilares de la civilización —sin ellos sería imposible comenzar desde cero en cada generación—, a veces parece inevitable olvidar la profunda conexión que tenemos con nuestro pasado y que en él es dónde labramos nuestro futuro. Damos por sentado muchas cosas sobre nuestra cotidianidad, pero basta detenerse un momento a pensar en cada historia que hay detrás del libro: el papel, el alfabeto, la imprenta, etc. para concluir que el camino no ha sido fácil, es largo y seguimos andando por él. Esta es una de las reflexiones más importantes que me deja el libro.

Con El Infinito en un Junco me sucedió algo muy particular: Lo leí luego de haber escuchado a Irene en el Hay Festival de Colombia y al hacerlo fue inevitable que la voz de ella aflorara cada vez que me sumergía en sus páginas. En este sentido el libro es muy ella, es pausado, delicado, lleno de cariño y dulzura, con cada palabra justa y con la sonoridad que cada momento amerita. Pocas veces he leído un libro con alguna voz en particular y este es uno de esos; seguro de este hecho hablaré por siempre.

Cerca del final y justo antes de que caiga el telón, Irene hace gala de su faceta académica y nos ofrece una corta disertación sobre los clásicos. En ella ofrece una recapitulación de las definiciones de las definiciones dadas por otros y que ya conocemos y propone una enmarcada en todos los datos y situaciones que nos ha contado. Es un apartado que vale la pena leer muchas veces y bajo muchos puntos de vista diferentes, pues seguramente aportará ideas nuevas a nuestro discurso y sentido a nuestras lecturas.

Es curioso que el libro se haya vuelto “viral” en medio del loco 2020, cuando todo parecía perdido y cuando el término tomó un sentido cargado de miedo entre nosotros. En medio de todo esto, El Infinito surgió como un faro en medio de una noche nublada para recordarnos que los libros siempre han estado ahí para nosotros en todos los momentos que podamos imaginar y que nos han unido a través de los ideales que comunican más allá de cualquier lugar en el que estemos o lenguaje que hablemos. No tengo dudas de que el libro fue la más bella serendipia de todas.

Los lectores somos una larga, extraña y a veces no bien vista estirpe que comenzó su viaje en Alejandría. Luego de eso hemos encontrado momentáneamente algún punto de encuentro en el cual hemos podido sentirnos reconfortados. Estamos aquí porque antes de nosotros cada generación anterior de lectores ha hecho una que otra locura cuando algún libro —e incluso todos— ha estado en peligro. La historia de los lectores es la historia de cada anónimo que con sus actos altruistas permitió que el mundo fuera lo que es hoy.
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Begolibros
 01 August 2020
Un libro estupendo que cuenta la historia del libro, es un ensayo muy entretenido y apasionante, para los amantes de los libros, de las historias que ya sabemos y de las que se han perdido por el camino, libro altamente recomendable , de esos libros que no quieres que se acaben nunca, y de esos que hay que tener en la estantería para volver a releer de la misma forma, o por capítulos y siempre siempreeee descubriremos algo nuevo que se nos había pasado por alto.
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Leidy43
 25 February 2024
Está lectura está cargada de historia,datos y mucho conocimiento,la autora poco a poco nos adentra en el nacimiento y la inversión de los libros que desde la antiguedad nacieron con la necesidad de expresarnos, de narrar, de dejar huella. En el principio todo fue de forma oral pero luego a través de la escritura y el lenguaje muchas grandes obras quedaron para la posteridad, la narración es muy orgánica y ligera, permite un viaje a través de las transformaciones del libro, sus prohibiciones, penurias, sus momentos más oscuros y su gran victoria al aún permanecer vitales y necesarios en nuestra vida.
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Isthar
 21 August 2023
Es un libro para leer sabiendo que vas a subrayar, vas a poner señalizadores y vas a anotar impresiones, que leerás parándote a buscar entre tus otros libros o entrando en Internet para solucionar, comprobar o refrescar tu memoria.... Es un libro que te lleva, te conduce a otras lecturas y a otros momentos. Si te gustan los libros y su historia, si te gusta leer y conocer cómo ese objeto rectangular -la más de las veces- es tan indispensable para algunas personas -puede que tú entre ellas-, es un libro que te llenará. al menos es una lectura que te reconforta. Irene Vallejo escribe como habla, o viceversa, con pasión por los libros, tanto como objetos en sí como contenedores de un saber antiguo que aún resuena en nuestros días. No negaremos que es una lectura exigente, a veces se repite -como un maestro que nos recuerda la lección para seguir avanzando-, pero es una lectura muy amena y divulgativa, una lectura que denota que en su escritura se puso mucho amor por ese objeto "casi perfecto" que es un libro. 
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marta_lo
 02 October 2020
Este libro es harto interesante tanto para los amantes de la literatura como para aquellos que encuentran las culturas clásicas como el pilar fundamental de la cultura actual.

Aunque la autora nos lleva en un viaje por el tiempo por la antigua Grecia y Roma, también hace saltos en el tiempo que, en mi opinión, añaden interesantes reflexiones y comparativas entre culturas y épocas. Así, va tejiendo un texto fácil de entender y seguir, con numerosas anécdotas que hacen de ella una lectura amena e incluso en ocasiones divertida.

También se aprende sobre el origen de muchas palabras y expresiones que usamos hoy en día, como viñeta, pedagogo o hablar largo y tendido. de hecho, estas son las que más interesantes me han parecido, y no creo que se me olviden fácilmente.

Este es uno de esos libros que habla de numerosos temas imprescindibles, pero no ahonda demasiado en ellos. He echado en falta, por ejemplo, que se centrara más en el tema de mujeres griegas y romanas que aportaron a la literatura. Es cierto que habla de ello, pero me hubiera gustado más que tratara el tema aún más.

En alguna ocasión me ha parecido que el texto resultaba repetitivo, pero en líneas generales me ha gustado mucho el libro, ya que he aprendido bastante sobre libros, Grecia y Roma. Además, este es uno de esos libros de los que puedes sacar una buena lista de lecturas posteriores. En mi caso, releeré alguna, y ya me he apuntado otras que me parecen importantes.
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soniagpan
 19 August 2020
EL INFINITO EN UN JUNCO, IRENE VALLEJO.

Decididamente, este ha sido mi libro del confinamiento. Tras variadas lecturas en dispositivos electrónicos, la llegada de esta obra supuso recuperar el placer de recibir un libro físico, abrirlo, pasar sus páginas, marcarlo, subrayarlo, llenarlo de post-its... Y la casualidad quiso que fuera precisamente El infinito en un junco, ese libro dedicado a los libros, a la historia de su expansión y supervivencia, y a la que esta pandemia ha contribuido con un capítulo más. de hecho, este ensayo o novela, en fin, este homenaje a los libros tan bien escrito por Irene Vallejo, ha sido uno de los libros más vendidos durante estos momentos de demanda cultural para curar las heridas de una pandemia (en una nueva versión del Decamerón)



El infinito en un junco, con ese título tan poético que nos conduce a las fértiles riberas del Nilo, es un ameno paseo por la historia del libro acompañados en todo momento por la cálida voz de su autora, Irene Vallejo. Comienza el viaje en lejanos parajes de Oriente, donde descubrimos el nacimiento de la escritura y el alfabeto, y seguimos por rutas que conducen a Grecia y Roma, experimentando con los distintos soportes, guardados como auténticos tesoros en las incipientes bibliotecas, hasta dar con ese formato sencillo pero ingenioso e insuperable que es el libro tal y como lo conocemos hasta hoy.
En este viaje literario, los nombres del pasado cobran vida, son reales, y entendemos que sus pasiones lectoras preceden a las nuestras. Es el caso de Alejandro Magno y su loca empresa de la legendaria biblioteca de Alejandría, símbolo que nos permite comprender quiénes somos, trazando una línea que nos une a los lectores actuales con los del pasado. Como dice Irene, en Alejandría “se inventó una patria de papel para los apátridas de todos los tiempos”, entre los que se incluye la propia autora.
Leyendo El infinito en un junco, adentrándonos en esa Alejandría por la que también pasó Kavafis, nos sentimos acogidos en el infinito mundo de las letras. Con su mirada actualizada del pasado (en la que conecta su amplia cultura cinematográfica, literaria, artística…, última versión del humanista del siglo XXI), Irene Vallejo nos regala un libro lleno de curiosidades y un mensaje claro: la humanidad supo alcanzar a ver el valor de los libros y se aferró a su conservación, dejándonos el mejor legado. Y es que somos la civilización que somos, hemos llegado hasta donde hemos llegado, gracias a los libros.


Nuestra guía de viaje, Irene Vallejo, es casi un personaje más dentro de su libro. Lejos del academicismo, su voz tranquila y serena, pero apasionada al hablar de aquello que ama, la ha encumbrado al salón de las costureras de la palabra. Uno de los capítulos más logrados del libro es el dedicado a las mujeres narradoras. Pues bien, Irene se ha ganado, sin duda, un puesto junto a ellas en esa transmisión femenina: por su dominio de las metáforas, por su capacidad de contar y divulgar con la sensibilidad de las auténticas maestras, por la perfecta costura de anécdotas y los pequeños retazos en esta obra total.
El entusiasmo con el que comunica se contagia, por eso se abre un diálogo constante con el lector. A veces es solo un dato desconocido, otras una idea que ya estaba, pero que Irene sabe expresar con tanto acierto que de repente parece nueva…En mi caso, cada página tiene un subrayado, una anotación, una respuesta a una pregunta vibrante.
En ocasiones, Irene incluso se atreve con confesiones personales que se alejan de la Historia con mayúsculas y entonces sientes el susurro de una voz cercana que te cuenta las anécdotas, las curiosidades de un mundo no tan lejano, que se parece mucho al nuestro. En un momento va más allá: es el caso de las desgarradoras confesiones sobre su infancia marcada por el bullying (una palabra que entonces no existía, y por ello, estos comportamientos permanecían en el silencio, ocultos bajo la expresión "es cosa de niños") y cuya salvación vino a través de los libros.

Y es que El infinito en un junco es un libro necesario, imprescindible para reconocernos como lectores, un espejo en el que mirarnos: a veces veremos reflejadas nuestras manías lectoras, otras hallaremos consuelo a nuestros males (como en el capítulo desgarrador en que nos habla de casos extremos de personas que sobrevivieron a los campos de concentración alemanes o a los gulags rusos gracias al poder inspirador de los libros)...
En cualquier caso, su lectura nos ayudará a entender que crecemos como sociedad cuando nos apoyamos en los escalones que antes construyeron otros con tanto esfuerzo. Irene nos hace sentirnos unos privilegiados, a la vez que unos pequeños guardianes de los libros. Desde esta consciencia, en nuestras casas y bibliotecas, contándoles cuentos a nuestros hijos, hablando de literatura a nuestros alumnos, nos sentimos un eslabón más y comprendemos que el libro, ese invento tan sencillo y frágil, pero mágico y perfecto, pervivirá siempre.


Con pena y ganas de más cierras El infinito en un junco, pero compensa saber que el libro no acaba aquí, aquí solo empieza una serie de enseñanzas que pueden transmitirse en futuros años de docencia. Es un libro al que volver una y otra vez, hasta el infinito.





Enlace: https://www.librosymas.site/..
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EmilianoPD
 01 June 2023
Ningún hombre es una isla (y menos las mujeres, tradicionalmente tejedoras, urdiendo el hilo invisible que nos une a lo Bueno, lo Verdadero, lo Bello) y es el lenguaje el instrumento que nos permite ir más allá, ¡siempre más allá!, de nuestros confines y compartir y construir entre todos un mundo mejor, en el que podamos vivir de un modo más enriquecedor.

Celebérrimo y muy justamente exitoso a nivel mundial, en este bello y sentido ensayo (híbrido bendito, aunque muchos no le perdonen que nos cuente el cómo quién y por qué de El nombre de la rosa: ilusxs), @irenevallejomoreu
además de contarnos acerca de la invención del alfabeto, de la escritura, los formatos, las bibliotecas y librerías, los catalogadores, recitadores, los títulos y los índices, la biblioclastia y la censura; mezclando la erudición con la libérrima y fogosa narrativa, los recuerdos personales con las más granadas citas de nuestros santos antepasados, nos habla también, arrolladora como un torrente en los bosques, de la esclavitud y el acoso, la educación, la ilustración y emancipación por el poder del saber, y el entusiasmo, sobre todo del entusiasmo.
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soniagpan
 21 July 2021
Decididamente, este fue mi libro del confinamiento. Tras variadas lecturas en dispositivos electrónicos, la llegada de esta obra supuso recuperar el placer de recibir un libro físico, abrirlo, pasar sus páginas, marcarlo, subrayarlo, llenarlo de post-its... Y la casualidad quiso que fuera precisamente El infinito en un junco, ese libro dedicado a los libros, a la historia de su expansión y supervivencia, y a la que esta pandemia ha contribuido con un capítulo más. de hecho, este ensayo o novela, en fin, este homenaje a los libros tan bien escrito por Irene Vallejo, ha sido uno de los libros más vendidos durante estos momentos de demanda cultural para curar las heridas de una pandemia (en una nueva versión del Decamerón)

Con ese título tan poético que nos conduce a las fértiles riberas del Nilo, El infinito en un junco es un ameno paseo por la historia del libro acompañados en todo momento por la cálida voz de su autora, Irene Vallejo. Comienza el viaje en lejanos parajes de Oriente, donde descubrimos el nacimiento de la escritura y el alfabeto, y seguimos por rutas que conducen a Grecia y Roma, experimentando con los distintos soportes, guardados como auténticos tesoros en las incipientes bibliotecas, hasta dar con ese formato sencillo pero ingenioso e insuperable que es el libro tal y como lo conocemos hasta hoy.
En este viaje literario, los nombres del pasado cobran vida, son reales, y entendemos que sus pasiones lectoras preceden a las nuestras. Es el caso de Alejandro Magno y su loca empresa de la legendaria biblioteca de Alejandría, símbolo que nos permite comprender quiénes somos, trazando una línea que nos une a los lectores actuales con los del pasado. Como dice Irene, en Alejandría “se inventó una patria de papel para los apátridas de todos los tiempos”, entre los que se incluye la propia autora.
Leyendo El infinito en un junco, adentrándonos en esa Alejandría por la que también pasó Kavafis, nos sentimos acogidos en el infinito mundo de las letras. Con su mirada actualizada del pasado (en la que conecta su amplia cultura cinematográfica, literaria, artística…, última versión del humanista del siglo XXI), Irene Vallejo nos regala un libro lleno de curiosidades y un mensaje claro: la humanidad supo alcanzar a ver el valor de los libros y se aferró a su conservación, dejándonos el mejor legado. Y es que somos la civilización que somos, hemos llegado hasta donde hemos llegado, gracias a los libros.

Nuestra guía de viaje, Irene Vallejo, es casi un personaje más dentro de su libro. Lejos del academicismo, su voz tranquila y serena, pero apasionada al hablar de aquello que ama, la ha encumbrado al salón de las costureras de la palabra. Uno de los capítulos más logrados del libro es el dedicado a las mujeres narradoras. Pues bien, Irene se ha ganado, sin duda, un puesto junto a ellas en esa transmisión femenina: por su dominio de las metáforas, por su capacidad de contar y divulgar con la sensibilidad de las auténticas maestras, por la perfecta costura de anécdotas y los pequeños retazos en esta obra total.
El entusiasmo con el que comunica se contagia, por eso se abre un diálogo constante con el lector. A veces es solo un dato desconocido, otras una idea que ya estaba, pero que Irene sabe expresar con tanto acierto que de repente parece nueva…En mi caso, cada página tiene un subrayado, una anotación, una respuesta a una pregunta vibrante.
En ocasiones, Irene incluso se atreve con confesiones personales que se alejan de la Historia con mayúsculas y entonces sientes el susurro de una voz cercana que te cuenta las anécdotas, las curiosidades de un mundo no tan lejano, que se parece mucho al nuestro. En un momento va más allá: es el caso de las desgarradoras confesiones sobre su infancia marcada por el bullying (una palabra que entonces no existía, y por ello, estos comportamientos permanecían en el silencio, ocultos bajo la expresión "es cosa de niños") y cuya salvación vino a través de los libros.

Y es que El infinito en un junco es un libro necesario, imprescindible para reconocernos como lectores, un espejo en el que mirarnos: a veces veremos reflejadas nuestras manías lectoras, otras hallaremos consuelo a nuestros males (como en el capítulo desgarrador en que nos habla de casos extremos de personas que sobrevivieron a los campos de concentración alemanes o a los gulags rusos gracias al poder inspirador de los libros)...
En cualquier caso, su lectura nos ayudará a entender que crecemos como sociedad cuando nos apoyamos en los escalones que antes construyeron otros con tanto esfuerzo. Irene nos hace sentirnos unos privilegiados, a la vez que unos pequeños guardianes de los libros. Desde esta consciencia, en nuestras casas y bibliotecas, contándoles cuentos a nuestros hijos, hablando de literatura a nuestros alumnos, nos sentimos un eslabón más y comprendemos que el libro, ese invento tan sencillo y frágil, pero mágico y perfecto, pervivirá siempre.
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Con pena y ganas de más cierras El infinito en un junco, pero compensa saber que el libro no acaba aquí, aquí solo empieza una serie de enseñanzas que pueden transmitirse en futuros años de docencia. Es un libro al que volver una y otra vez, hasta el infinito.






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pasiondelalectura
 21 April 2021
Es una tarea difícil escribir un billete sobre un texto tan monumental, solo escribiré acerca de una parte ínfima del contenido, lo que refleja una selección totalmente subjetiva. El título del libro es acertado, bello, preciso y poético. El libro tenía otro título "Una misteriosa lealtad", en homenaje a Borges (que fue bibliotecario) : “Nos acercamos a los libros con un previo fervor y una misteriosa lealtad”.
Es un libro tan rico en cultura europea, pienso que no se debe leer solo una vez, sino dejarlo en la mesilla de noche y leer párrafos de vez en cuando. El libro no está escrito de manera académica, sino que está escrito de manera que no atosiga, que agrada. Los capítulos son bastante cortos y muy variados. Es realmente una lectura terapéutica, que hace bien a la psiquis porque es esperanzadora para aquellos que aman los libros. Es una oda hacia los libros y todas las profesiones que gravitan alrededor : autores, traductores, escribas, bibliotecarios, etc. También rinde homenaje a la memoria perdida de la oralidad porque antes de la escritura todo se transmitía con cuentos y leyendas que alimentaban las mentes y hacían perdurar el saber.

Los libros en la antigüedad se escribieron sobre tablillas de piedra, arcilla, marfil , superficies enceradas hasta que los egipcios inventaron el papiro, producto del junco. Los papiros se conservaban en rollos y eran frágiles.

Alejandro Magno tuvo la idea de almacenar todos los conocimientos humanos de la época en una biblioteca, él, que no se desprendía de su ejemplar de la Ilíada que consultaba a menudo. Después de Alejandro fue la dinastía de los Ptolomeos que continuó con el desarrollo de la Biblioteca de Alejandría que colindaba con un Museo. Incluso Ptolomeo III fundó una segunda biblioteca fuera del recinto del palacio. El esplendor de la biblioteca de Alejandría coincide con el reinado de los cuatro primeros ptolomeos. En el siglo II a.C. Ptolomeo V estaba muy molesto con la biblioteca rival de Pérgamo (Turquía) creada por el rey griego Eumenes II; para castigarlo, suspendió la entrega de papiros, en mala hora para él porque el grave percance motivó Pérgamo a desarrollar la escritura sobre cuero, lo que dio el pergamino que cambiará la fisionomía y la cultura de los libros.

Había mucho dinero en Egipto en aquella época porque era el granero de la Antigüedad. Y ese dinero contribuyó a poder almacenar todos los libros (tablillas y papiros) que se podían comprar, robar u obtener hasta con piratas.

Para escribir textos se necesitó un alfabeto. Nuestro alfabeto actual tiene una historia oscura, no se sabe a ciencia cierta de donde provienen los signos escritos que aparecieron en Mesopotamia hace 6000 años. Tiempo después y de manera independiente aparecieron escrituras en Egipto, India y China. al principio estas escrituras fueron necesarias para establecer listas de riquezas que era imposible mantener oralmente. Y escribe Irene Vallejo al respecto…somos seres económicos y simbólicos. Empezamos escribiendo inventarios, y después invenciones (primero las cuentas; a continuación los cuentos).

Y la historia de la literatura es maravillosa porque a pesar de que las mujeres no hacían parte del mundo intelectual en la cultura griega, si las hubo. El primer autor del mundo que dejó una obra firmada fue una mujer, 1500 años antes que Homero, Enheduanna, poeta y sacerdotisa que escribió un conjunto de himnos que aún resuenan en los Salmos de la Biblia.

En el mundo romano de la cultura casi todo se copió de los griegos; el mundo romano era un mundo de guerreros conquistadores en campañas interminables, la cultura vino después. Y cuando vino, se dio bastante bien porque los ricos gastaban en libros que eran raros, y se transmitían por contactos. Cuando un autor terminaba un libro, encargaba un número de copias que repartía a diestra y siniestra de sus conocidos. Y cuando el libro gustaba, pertenecía al dominio público, se copiaba y se difundía entre interesados. En la cadena del libro sólo se remuneraba por cada línea copiada al que escribía, excepto si se utilizaba un esclavo doméstico ( muchos de los esclavos romanos eran rehenes eruditos del Medio Oriente o griegos, más cultos que los amos).

A los primeros autores romanos solo se les permitió temas muy respetables como historia, guerra, derecho, agricultura o moral. No estaba bien visto que un romano de buena familia dedicara su tiempo a la poesía y si se dedicaba a una actividad artística o literaria, debía ser de manera totalmente desinteresada. Los conocimientos no podían mezclarse con el lucro so pena de un total desprestigio. Los oficios intelectuales de mayor sabiduría como la arquitectura, la medicina o la enseñanza eran propios de clases bajas. Los patricios y aristócratas valoraban el saber y la cultura, pero despreciaban la docencia con la paradoja que era innoble enseñar lo que era honorable aprender.

Otro tema muy bonito (entre tantos) es el rescate que hace la autora de varias mujeres de la Antigüedad romana que a pesar de muchos impedimentos dejaron escritos parcelares, hechos añicos sobre temas « autorizados » como la lírica, elogios, epigramas, elegías, sátira, cartas y memorias.

A lo largo de los tiempos, han sido sobre todo las mujeres las encargadas de desovillar en la noche la memoria de los cuentos. Han sido las tejedoras de relatos y retales. Durante siglos han devanado historias al mismo tiempo que hacían girar la rueca o manejaban la lanzadera del telar. Ellas fueron las primeras en plasmar el universo como malla y como redes. Teñían de colores la monotonía. Entrelazaban verbos, lana, adjetivos y seda. Por eso textos y tejidos comparten tantas palabras : la trama del relato, el nudo del argumento, el hilo de una historia, el desenlace de la narración; devanarse los sesos, bordar un discurso, hilar fino, urdir una intriga. Por eso los viejos mitos nos hablan del tejido de Penélope, de las túnicas de Nausícaa, de los bordados de Aracne, del hilo de Ariadna, de la hebra de la vida que hilaban las moiras, del lienzo de los destinos que cosían las nornas, del tapiz mágico de Sherezade.

Un libro precioso en su forma y contenido. Me faltan estrellas para darle.
Enlace: https://es.babelio.com/livre..
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sonechka
 09 February 2021
"Los libros nos convierten en herederos de todos los relatos: los mejores, los peores, los ambiguos, los problemáticos, los de doble filo. Disponer de todos ellos es bueno para pensar, y permite elegir."

La compra de "El infinito en un junco" fue algo casual, impulsiva. Mi idea era aprovechar el día del libro para traerme otro título, pero en un visita a la librería en circunstancias tan atípicas preferí no demorarme buscando sino ir a lo seguro. Y "El infinito en un junco" tenía que estar.

Aunque no había querido indagar mucho, sí había leído algunas reseñas que me hicieron pensar (y temer un poco) que en él encontraría mucha historia antigua. Por suerte para mí no se reduce a eso y aquí Irene nos cuenta la historia de la escritura, de los libros, de las bibliotecas y librerías, de los que escribían y de los que leían, pero no es una historia ajena porque también es nuestra historia y de ese modo Irene entremezcla pasado, actualidad y futuro con una cercanía muy agradable. Eso ha sido precisamente lo que más he disfrutado de "El infinito en un junco": la sensación de que estamos unidos a nuestros antepasados por un vínculo que ellos idearon y que todavía hoy pervive. Me llena de admiración y de gratitud, pero también me hace sentir privilegiada ser capaz de disfrutar de algo tan cotidiano como un leer un libro y poder compartir ideas con otros lectores (qué loco que tantas personas hablemos de libros y de todo en @lecturasenlatribu). Otra de las virtudes de "El infinito en un junco" es que invita a reflexionar sobre temas que no han perdido vigencia como la censura, la multiculturalidad o el papel de la mujer en todo esto.

Como punto negativo, al principio me costó engancharme y además siento que se repiten algunas ideas de forma casi textual. Lo que me llevo, además de emocionarme hasta las lágrimas con las últimas páginas de la segunda parte, son las ganas infinitas de seguir disfrutando con los libros.
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