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Críticas sobre Kentukis (37)
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sansavanilla
 19 September 2020
Perturbador, inquietante. Dentro de esa "moda" distópica de la que forman parte series como Black Mirror que a mí, por una simple cuestión de gustos, no termina de convencerme demasiado... A pesar de ello, Schweblin ha conseguido engancharme, quizá por la diversidad de personajes, con sus múltiples historias, las subtramas, que se engarzan bien entre sí y te llevan por múltiples escenarios de esta vida moderna que no deja de plantearme conflictos éticos.
Leer este libro ha sido una autorreflexión, una introspección, me ha hecho pensar mucho sobre asuntos que no dejan de rondarme la mente y es que quedan expuestos sin conclusión. Parece que la autora mira y escribe sin juzgar, una actitud con la que me identifico y desde la que soy capaz de reconocerme en esas tramas de escasa profundidad, no sin cierta culpabilidad, en ambos lados de la moneda, los que tienen y los que son.
La superficialidad de las tramas, que muchos critican, me parece un acierto, porque deja mucho espacio a la imaginación lectora, creo que todos podemos imaginar continuaciones desde la propia experiencia y eso enriquece, desde mi punto de vista, la lectura de una obra que pretende invitar a la reflexión crítica.
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corga79
 15 September 2020
Libro con una serie de historias cortas de la vidas de varias personas que no se entrelazan entre si, solo comparten la particularidad de pertenecer a l grupo de personas que tienen como accesorio un Kentuki, tal como dice la sinopsis, es un muñeco peluche que tiene como objetivo, ser el receptor de un huésped que por medio de una cámara y conexion a internet, se vuelve en observador de la persona o personas que adquieren dicho muñeco, estos sin tener conocimiento alguno de quien sera quien lo esta observando, si es hombre o mujer, si es joven o adulto mayor pero que conscientemente acepta que alguien en algún lugar del mundo lo observa constantemente.

Un libro perturbador pero al mismo tiempo fascinante de leer, pues es en cierta manera el reflejo de la sociedad actual donde todos participamos en uno u otro papel, el ser observadores o ser observados, por medio de las redes sociales al publicar nuestras vidas las exponemos al escrutinio de otros que jamas veremos y no sabremos que idea se forman de nosotros pero que al mismo tiempo están al pendiente de nuestros movimientos o viceversa, somos quienes estamos al pendiente de que es lo que publica la persona de nuestro interés, pero en este caso, en el caso de los Kentukis, es una critica que lleva al desastre cuando como seres humanos nos abandonamos al hecho de dejar que nuestra necesidad de atención sea mas importante que vivir nuestra propia vida.

hay algunas historias que son cortas y terminan rápido, otras que tienen una continuidad pero que el final de cada historia es tan tragico como hilarante, no pude dejar de sentir el vacío que te da el saber que la vida en realidad no tiene finales felices. la misma sensación que me dio cada capitulo de la serie Black Mirror
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Relatosymas
 09 May 2020
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Jeraviz
 14 October 2019
Samanta Schweblin parte de una premisa muy interesante: los kentukis, unos bichos que tienes en tu casa que sirven de cámara para que otra persona pueda ver todo lo que haces en la intimidad de tu hogar.
Este inicio que parece de Black Mirror le sirve para explorar los límites del anonimato, la privacidad y hasta el vouyerismo.
Muy interesante todo este planteamiento pero se queda un poco corta al explorarlo. Se centra en historias pequeñas del día a día de las personas y no en todos los posibles caminos que ocurrirían si existiese esto. Pero por otra parte, creo que lo hace intencionadamente porque incluso uno de los personajes lo plantea en un momento del libro.

Por eso, 3 estrellas que significan que me ha gustado, que Samanta Schweblin escribe muy bien y que merece la pena leerlo.
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MiTijuanaLectora
 14 May 2019
En el libro nos encontraremos con las historias de varios usuarios de Kentukis, intercaladas capitulo a capitulo, los cuales a pesar de tratarse de temas tecnológicos, resultan bastantes sencillos de leer sin perder el hilo entre una historia y otra, además de contar con cierto ápice de misterio que nos mantendrá expectantes capitulo a capitulo, siendo precisamente esto lo que hizo que no cumpliera del todo mis expectativas, pues esperaba que más de una historia diera un giro que fuera más allá del voyerismo de los usuarios.

Básicamente, los Kentukis son animales robóticos, quien sea usuario de un Kentuki puede maniobrarlo, ver y escuchar a través de una tableta o computadora gracias a una conexión pre pagada la cual se enlaza al equipo elegido y del cual una vez perdida la conexión no se podrá volver a utilizar para enlazarlo con otro Kentuki. En cuanto a los que son llamados “amos” son los dueños del robot, es decir, quien lo compro para tenerlo como mascota o juguete y que debe de procurar que no sufra algún daño o perderá la conexión y quedara obsoleto. Tanto usuario y amo deben de estar en sincronía para que el objeto logre cargarse, ya que si se termina la batería dejara de funcionar definitivamente, lo que resultara en pérdida para ambos.

La cuestión es si los que tienen al objeto en su casa son realmente los amos como se les hace creer o quien tiene el control es el usuario que está maniobrando al Kentuki, siempre percatándose de lo que hacen en el lugar donde se encuentra el objeto, conociendo las rutinas, los familiares cercanos, gustos, horarios y demás.

A pesar de ser una historia no muy alejada de la realidad, es triste darse cuenta la necesidad que tenemos las personas de conectar con alguien más, como nos podemos llegar a encariñar con un objeto creyendo que es como una mascotita que nos hace compañía pero que no demandara limpieza ni alimentos, solo un cargador siempre conectado a la corriente y con fácil acceso para que el Kentuki se recargue solo. Es precisamente ese punto el que me hace analizar el comportamiento de las personas, como preferirían tener un objeto a su en lugar de un ser vivo, como piensan que conseguir un Kentuki y ver a través de un aparato los haría estar más cerca de sus familiares, cosa que no sucede pues no se elige a que Kentuki se realizara la conexión.

Ahora veamos el otro extremo, la persona que podría estar las 24 horas “espiando” en otra parte del mundo, cumpliendo las carencias de alguien más y las propias; inclusive la atención a los niños puede ser remplazaba por un Kentuki con el que jugaran u observaran en otro lugar, dependiendo lo que elijan ser. Pero analicemos, ¿No es muy parecido a la actualidad? ¿No se les proporcionan a los niños tabletas o celulares para entretenerse sin estar al pendiente de que es lo que están viendo ahí? Pero que sucede cuando el usuario se percata que en otro extremo del mundo a donde está ligada su conexión está sucediendo algo, algo que no está bien, llámese violencia, delitos, etc, ¿debería de buscar la manera de intervenir o limitarse a observar?

Enlace: https://mitijuanalectora.blo..
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lector_salteado
 01 February 2019
Muchos problemas en este libro. El tema es aburrido, obsoleto hace varias décadas. La objeción paranoica contra la irrupción de la comunicación global de la tecnología en la vida cotidiana ya era vieja y algo ridícula en los libros de Negroponte. Además, los dispositivos tecnológicos que funcionan como animalitos de Philip K. Dick ponen un estándar de calidad literaria bastante alta que deja muy mal ubicados a estos kentukis. Quizás un cuento breve hubiera sido mejor, más gótico rioplatense como Pájaros en la boca, que es trivial, pero por lo menos le habría permitido a Schweblin proliferar en ese sadismo teenager que tanta taquilla le ha regalado. Los procedimientos narrativos me parecieron sin vida. Quizás sea intencional de Schweblin, pero en este libro no encontré a nadie. El recurso que sobresale es la redundancia. Insoportable. Ejemplo, abro al azar, página 140: “Sus dos hijas se plantaron frente a la góndola de los kentukis. Estaban en el supermercado, unidas por primera vez en un berrinche conjunto”. La lectura creo que opera tanto por lo explícito del texto, como por las inferencias que activa, creo que “implicature” es el término técnico que usan en pragmática para esta representación de lo inferido. La idea es que una buena parte de la lectura es inferencia, implicación. Si en el español que se habla en Argentina alguien dice “dos hijas”, activa un pensamiento de conflicto. Por eso, el Martín Fierro advierte que mejor los hermanos sean unidos, que no se peleen. Es decir, al leer “dos hijas” queda una hipótesis automática de confrontación. Entonces viene la redundancia: “unidas por primera vez en un berrinche conjunto”. Y empeora. Decir “góndola” en español argentino activa la idea de “supermercado”. Entonces, otra redundancia, también en la segunda frase: “Estaban en el supermercado”. Este efecto estético deriva en una desvalorización de la sucesión de frases. Si ya lo pensé desde la primera frase, cuando me lo explicita en la segunda frase me aburre, me pesa, me desvaloriza la lectura. No logro entender qué lector imaginario pensó Schweblin para este libro.
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AlinaLectora
 25 November 2018
Kentukis es una novela que atrapa desde la primera línea.
Los kentukis , inofensivos peluches en forma de conejitos o cuervos u ositos pandas ,se transforman en ojos que observan y establecen con sus dueños relaciones que pueden devenir en el horror más absoluto
Los límites y la relación con la tecnología, el mirar y el ser mirados, el miedo a la soledad, la perversidad de los seres humanos son algunos de los temas que esta novela nos invita a pensar y repensar.
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