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“Sucede sin que apenas te enteres. No sentirás dolor ni fatiga. Una mañana de un día cualquiera, al despertar, algo se habrá esfumado de tu vida, dejando intacto lo demás, y, entonces, tan solo percibirás un tibio desajuste con respecto al día anterior.” ~ La policía de la memoria de Yoko Ogawa. Una isla en el medio de ninguna parte sufre desapariciones; esto es, las cosas desaparecen y al mismo tiempo se desvanecen de la memoria de los habitantes. Una joven escritora es la que nos narra la historia de estas desapariciones pero, claro, ella también va perdiendo los recuerdos de las cosas que desaparecen. Existe, además, una Policía de la Memoria que se encarga de asegurarse de que se pierden los recuerdos porque hay una parte de la población que no se ve afectada por estas desapariciones y sigue conservando la memoria. Una de estas personas es el señor R, editor de la joven que, viendo el peligro al que se expone su amigo, decide esconderlo en su casa. En esta aventura le acompaña un anciano con quien la joven mantiene amistad. El señor R se afana en que sus amigos recobren los recuerdos y a ello contribuye la joven poniendo a disposición objetos que su madre, quien también tenía la facultad de recordar, escondía y evitaba que desapareciesen. Este libro es de los que te encantan o te provoca hastío y aburrimiento. La premisa de la que parte es fantástica y a mi me atrapó desde el primer momento y he disfrutado de la lectura del libro completo aunque a veces le ha faltado un poco más de ritmo y de contundencia y me han quedado algunos flecos por explicar. Además me ha pasado una cosa curiosa con esta historia y es que no he podido dejar de ver un paralelismo entre lo que le sucede a esta población de la isla con lo que le sucede a tantas personas que conocemos que sufren de Alzheimer y eso sí que me ha puesto la piel de gallina. Me he puesto a pensar en lo que significan los objetos para nosotros y en qué pasaría si desapareciesen de nuestra vida. Posiblemente habría muchos que no echaríamos de menos y podríamos vivir sin ellos –lo que nos da una muestra de la cantidad de cosas que acumulamos que no sirven para nada– pero otros que son esenciales –léase libros o las palabras en si–. En el libro la población se va adaptando a la pérdida pero porque tampoco recuerdan qué es lo que se ha perdido pero ¿nos adaptaríamos si mantuviésemos la memoria? La verdad es que el debate sobre el trasfondo con este libro está asegurado y nos lleva a otro concepto y es hasta qué punto son importantes las palabras para que los objetos existan. O sea, ¿es posible tener algo en la memoria si no tiene un nombre asociado? Ahí lo dejo. + Leer más |
La novela que lanzó a la fama a Yoko Ogawa. Un canto a la amistad, el amor y el respeto, y una apasionante introducción al mundo de los números.
Una madre soltera entra a trabajar como asistenta en casa de un viejo y huraño profesor de matemáticas. Sin embargo, no es un profesor cualquiera: antaño fue un reconocido matemático pero, tras un trágico accidente, solo recuerda lo ocurrido en los últimos ochenta minutos. Aunque siguen apasionándole los números y la resolución de problemas matemáticos, debe apuntar las cosas importantes en post-its para repasarlas todos los días, incluida la identidad de quienes lo rodean; una situación que lo vuelve muy vulnerable. Sin embargo, el profesor irá aceptando en su vida la irrupción de la asistenta y de su hijo, Root, de diez años, con quien comparte una pasión: el béisbol. Poco a poco se irá fraguando entre los tres una hermosa relación fundada en el afecto y la transmisión del saber. Una novela que devuelve la fe en el alma humana.