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Fernando de Valenzuela (Traductor)
ISBN : 8490662037
304 páginas
Editorial: Tusquets (12/01/2016)

Calificación promedio : 4/5 (sobre 6 calificaciones)
Resumen:
Mientras Tamina, una joven viuda en el exilio, quiere recuperar sus diarios íntimos para reconstruir con ellos sus cada vez más vagos recuerdos de su vida matrimonial, Mirek, en Bohemia, trata, en cambio, de recobrar unas antiguas cartas de amor para borrar parte de su pasado. Como dice el propio autor, «es una novela sobre Tamina y, en el momento en el que Tamina desaparece de la escena, es una novela para Tamina. Ella es el personaje principal y el principal espec... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (2) Añadir una crítica
Guille63
 19 September 2023
Desde que leí hace un porrón de años su celebérrima novela “La insoportable levedad del ser”, no había vuelto a acercarme al autor. Recuerdo que terminé aquella lectura algo cabreado: tanto me estaba gustando que cuando llegué a… no sé a qué llegué, no me acuerdo, solo conservo la sensación de una gran bajona de pronto (tengo que volver a esa novela para descubrir qué fue aquello). El caso es que ahora se repite la sensación, aunque más lo que me ha gustado que el derrumbe, ahora un mero y ligero deslizamiento de tierra. Yo creo que en ambas novelas el problema deriva de la actitud conservadora que tomó el autor en su exilio tras abominar de su pasado comunista.

Pero vayamos al libro que esto va a ser largo. La novela se divide en siete partes y toma como punto de partida formal las variaciones de Beethoven: “Todo este libro es una novela en forma de variaciones. Las distintas secciones van una tras otra como distintos trozos de un camino que va hacia adentro del tema”. El resultado es una sucesión de textos diversos con una prosa leve y un contenido denso que nos hablan desde la ficción, desde la autobiografía, desde la crónica, desde la reflexión acerca de la música y su fatal evolución hacia el ruido, de la proliferación incesante de escritores nacidos de una nueva y casi universal necesidad de escribir, del sexo convertido en una sucesión de movimientos ridículos, de la idea de progreso que parece haber tomado un camino hacia el fin… pero sobre todo nos habla de la risa y el olvido.

“La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”

El deseo de todo poder es mantenerse incólume, y para ello es necesario enterrar en el olvido todo aquello que pueda suponer una brecha que socave la columna magnífica e imponente erigida con aspiraciones de eternidad. Son muy conocidas y llamativas esas fotografías en las que hacen desaparecer a una de las figuras de la imagen por haberse hecho incómoda al poder, pero son miles los ejemplos, no solo en las dictaduras, en las que políticos de muy distinto pelaje tratan por todos los medios de enterrar un pasado que ahora no les conviene. No es algo que hagan solo los políticos. En la novela es muy curioso cómo un comunista arrepentido quiere recuperar unas cartas de amor que en otros tiempos enviara a una todavía ortodoxa comunista. Todos querríamos olvidar cosas de nuestro pasado, algunos tienen la suerte de conseguirlo, a otros se les impone en la memoria una y otra vez, precisamente esas, las que no querrían recordar jamás.

“… el pasado está lleno de vida y su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo. Los hombres quieren ser dueños del futuro sólo para poder cambiar el pasado.”

Bien es cierto que en el caso del pasado de los otros el trabajo por el olvido tiene mucho terreno abonado. Pasa a diario, temas que llenan portadas de periódico un lunes apenas aparecen ya un martes.

“El asesinato de Allende en Chile eclipsó rápidamente el recuerdo de la invasión de Bohemia por los rusos, la sangrienta masacre de Bangladesh hizo olvidar a Allende el estruendo de la guerra del desierto del Sinaí ocultó el llanto de Bangladesh, la masacre de Camboya hizo olvidar al Sinaí, etcétera, etcétera, etcétera, hasta el más completo olvido de todo por todos…”

En frente está la lucha de algunos contra esos olvidos, la lucha por el recuerdo de hechos y personas que les dote a ellos de dignidad y a nosotros nos sirvan de una alarma que nos avise del peligro, que no se olvide a todo aquel que cayó, a todo aquel al que se le apartó de su vida, marginado, separado de su trabajo, enfrentado a familiares y amigos (qué les voy a contar sobre lo que algunos han impedido y quieren seguir impidiendo en mi propio país).

“En la plaza de Wenceslao, en Praga, hay un hombre vomitando. Otro hombre pasa a su lado, lo mira y hace un triste gesto afirmativo con la cabeza: «Le acompaño en el sentimiento...»”

Y a su lado está la lucha individual e íntima de, por una parte, el que teme desaparecer “desoído y desapercibido en un universo indiferente” y cree poder perpetuarse en palabras, y, por otro lado, la de aquellos que sienten como se les va borrando el pasado, cómo se van diluyendo en la memoria aquellos que en otro momento eran el centro de su vida y que ahora, sin ellos, ya apenas es suya y ya apenas es vida.

“El volumen de su ser es sólo aquello que ve allá atrás, a lo lejos. Y a medida que su pasado se hace más pequeño, se pierde y se diluye, también Tamina disminuye y pierde sus rasgos… Porque si la lábil construcción de recuerdos se derrumba como una tienda de campaña mal levantada, quedará de Tamina sólo el presente, ese punto invisible, esa nada que se desliza lentamente hacia la muerte”

Tamina es la protagonista de la historia más conmovedora y dura de las que aquí se cuentan. Tamina huyó de su país junto a su marido, él murió en el exilio, y la novela, nos dice Kundera, es “sobre Tamina y en el momento en el que Tamina desaparece de la escena, es una novela para Tamina”.

¿Y la risa? Kundera nos habla de los dos extremos de la risa, la del ángel y la del demonio, la del fanático seguro poseedor de la verdad y la del escéptico que proclama que nada tiene sentido, y las dos se llaman “risa” y pueden ser indistinguibles. La primera sería la de los próceres comunistas, entre muchos otros. La segunda, nos reprende Kundera, es la que se extiende por occidente a caballo (y aquí aparece el corrimiento de tierra al que me refería al principio) de la progresía que tiende a la levedad, a la banalidad de lo sagrado que tiene un claro ejemplo en el tratamiento del cuerpo y el sexo. Personalmente, tengo que decir que, entre otros, me molestó este párrafo:

“Existen muchas clases de ideas progresistas y los Clevis tenían siempre la mejor posible. La mejor de las ideas progresistas posibles es la que contiene una dosis suficiente de provocación como para que su partidario pueda estar orgulloso de su carácter exclusivo pero, al mismo tiempo, atrae un número suficiente de partidarios como para que el riesgo de quedarse aislado se vea inmediatamente eliminado por el estrepitoso asentimiento de la mayoría triunfante.”

Supongo que escapar del tremendismo comunista para llegar a un occidente que parece conducirse sin darse cuenta cabal de su existencia y situación tiene que ser un choque difícil de asimilar. Quizás este sentimiento de rechazo a la “superficialidad” occidental derivara de ese otro del que Kundera también nos habla y que lleva por nombre la intraducible palabra checa litost, “un estado de padecimiento producido por la visión de la propia miseria puesta repentinamente en evidencia” cuya única e impotente solución es buscar la aflicción inmediata y en la forma que sea de aquel que nos lo hizo sentir.

En lo que sí le doy la razón es en su idea de que occidente parece encaminarse hacia una sociedad infantil poblada de niños sin pasado —“no debemos permitir que el futuro se hunda bajo el peso de la memoria”—, fáciles de manejar, viviendo egoístamente en un presente continuo en el que impera la inmediatez, la rapidez, un mundo en el que, como se dice en el tango “Cambalache”, “Todo es igual, nada es mejor/Lo mismo un burro que un gran profesor”, un mundo irreflexivo, instintivo, en el que se persigue el placer instantáneo e incesante de recibir un like sin importar gracias a qué, en el que se persigue el placer instantáneo e incesante de dar, junto a otros muchos, un like sin importar mucho por qué.

“…los dioses griegos participaban en un principio apasionadamente de las historias de los hombres. Después permanecían ya en el Olimpo, miraban hacia abajo y se reían. Y hoy hace ya tiempo que están dormidos.”

En fin, intentemos no perder nunca, a pesar de todo, la otra risa, la gozosa, la que no es ni angelical ni demoniaca, la que surge de un sentimiento de plenitud que no excluye ni menosprecia a nadie…

“… reír de veras, más allá de la broma, de la burla, del ridículo… risas estalladas, proseguidas, atropelladas, desencadenadas, risas magníficas, suntuosas y locas… Oh risa, risa del goce, goce de la risa; reír es vivir tan profundamente… la expresión del ser que se alegra de ser.”
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luis_benitezd
 03 April 2020
Este libro nos deja lecciones sobre el amor, el pasado y la risa.
Una visión interesante sobre el por qué nos enfocamos tanto en el pasado, hacia dónde vamos y la importancia de la risa en situaciones trágicas y graciosas.
Mientras transcurren los relatos, el autor agrega sus pensamientos y reflexiones.
Como todas las lecturas de Kundera, este libro es indispensable para entender la vida.
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Citas y frases (2) Añadir cita
NoniNoni04 September 2021
Ya han pasado ocho años desde aquel momento pero en mi cabeza siguen resonando sus palabras, que volaban a través de las ramas florecidas de los manzanos.
Niños, vosotros sois el futuro, dijo y yo sé ahora que aquello tenía un sentido distinto de lo que pudiera parecer a primera vista. Los niños no son el fututo porque algún día vayan a ser mayores, sino porque la humanidad se va a aproximar cada vez más al niño, porque la infancia es la imagen del futuro.
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luis_benitezdluis_benitezd03 April 2020
El joven la mira a los ojos, la escucha y luego le dice que lo que ella llama recuerdo es en realidad otra cosa: no hace más que contemplar, como hechizada, su propio olvido.
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