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Hotel Iris de Yoko Ogawa
—Estamos rodeados de gente y sin embargo tengo la sensación de que estamos los dos solos en el mundo —le dije. —Siempre estamos completamente solos. No necesitamos a nadie más. |
Calificación promedio: 5 (sobre 94 calificaciones)
/La novela que lanzó a la fama a Yoko Ogawa. Un canto a la amistad, el amor y el respeto, y una apasionante introducción al mundo de los números. Una madre soltera entra a trabajar como asistenta en casa de un viejo y huraño profesor de matemáticas. Sin embargo, no es un profesor cualquiera: antaño fue un reconocido matemático pero, tras un trágico accidente, solo recuerda lo ocurrido en los últimos ochenta minutos. Aunque siguen apasionándole los números y la resolución de problemas matemáticos, debe apuntar las cosas importantes en post-its para repasarlas todos los días, incluida la identidad de quienes lo rodean; una situación que lo vuelve muy vulnerable. Sin embargo, el profesor irá aceptando en su vida la irrupción de la asistenta y de su hijo, Root, de diez años, con quien comparte una pasión: el béisbol. Poco a poco se irá fraguando entre los tres una hermosa relación fundada en el afecto y la transmisión del saber. Una novela que devuelve la fe en el alma humana.
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Hotel Iris de Yoko Ogawa
—Estamos rodeados de gente y sin embargo tengo la sensación de que estamos los dos solos en el mundo —le dije. —Siempre estamos completamente solos. No necesitamos a nadie más. |
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La policía de la memoria de Yoko Ogawa
Jamás poseeremos por completo nuestra memoria, nunca seremos dueños de ella. La memoria siempre será capaz de liberarse de nuestro férreo puño, que intenta agarrarle y detenerla. Tampoco nos ofrecerá una prueba o evidencia de en qué consiste exactamente, qué guarda o qué forma tiene.
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El museo del silencio de Yoko Ogawa
Intenté imaginarme aquel lugar transformado en museo. Taquillas, vitrinas carteles de exposición, flechas que señalan el sentido de la visita, toda clase de objetos para sellar la memoria de los muertos…
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Hotel Iris de Yoko Ogawa
Yo misma no tenía claro el significado de ese “perdón, por favor”, pero se trataba, al menos, de un grito, de una expresión de mis angustia.
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La residencia de estudiantes de Yoko Ogawa
Su manera de hablar no había cambiado en absoluto. Suspiré aliviada, pues sonaba exactamente como siempre: lo recordaba íntimamente ligado a aquella voz tan peculiar. Espiró con lentitud, como si estuviera respirando profundamente, y habló con voz ronca. Era una voz tan huidiza, que me preocupaba que aquel aliento tan profundo pudiera tragárselo en el momento menos pensado.
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Los Tiernos Lamentos de Yoko Ogawa
Tenía el corazón saturado de una calma singular. Por mucho que los pájaros siguieran gorjeando en el exterior, por mucho que intercambiáramos algunas palabras, aquella calma pesaba como si se levantara una bruma espesa que parecía absorber los sonidos de los instrumentos musicales que Nitta fabricaba.
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La fórmula preferida del profesor de Yoko Ogawa
"Todos los problemas tienen un ritmo, ves. Es igual que la música. Si consigues encontrar el ritmo al enunciarlo, leyendo en voz alta, descubres la totalidad del problema e incluso puedes adivinar las partes sospechosas en las que puede haber una trampa escondida"
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Amores Al Margen de Yoko Ogawa
- ¿Qué te ha resultado difícil taquigrafiar? - Era una mesa redonda sobre política. Cuando digo difícil, no hablo del cansancio físico de los dedos, sino de los sentimientos. Si transcribo rápidamente una palabra llena de sentimiento, la emoción que reverbera en la atmósfera queda atrapada de forma instantánea en mi bolígrafo. Es como un fósil. Por supuesto, no hay ningún problema cuando la emoción es hermosa, pero los sentimientos que se aprecian hoy en día en las mesas redondas son desagradables y mezquinos. Las palabras y los hombres han herido mis dedos. |
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Destellos de ámbar de Yoko Ogawa
"Sobre sus cabezas, el viento juguetón hace caer pétalos de las flores de mimosa, que caen sobre el pelo de todos ellos, sobre las alas, sobre la crin, como si de amarillo confeti se tratara. Todos cantan. El rumor del suave viento que acompaña el correr de las páginas amortigua y absorbe las voces y las notas del órgano, que no llegan a alcanzar nuestros oídos. Solo ellos lo escuchan, y sus ecos quedan encerrados en las páginas de cada tomo de las enciclopedias custodiadas por su guardián: el señor Ámbar"
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Gregorio Samsa es un ...