"Durante mucho tiempo el abuso había formado parte del juego, pero ahora las reglas estaban cambiando."
Hace más de diez años que sigo a Camila Läckberg.
La princesa de hielo me hizo descubrir la novela nórdica y a esta autora que ha conseguido afianzarse en los primeros puestos de mis escritores preferidos. Desde aquella primera novela y en todas y cada una de las siguientes me ha ganado con ese estilo personal capaz de hacer converger en un punto dos y a veces más momentos temporales y varias tramas, capaz de hacer coherentes historias que a primera vista no tenían nada que ver.
En la jaula de oro se rompe esa tónica y se ve alterado el hilo narrativo habitual, y aún así, fui capaz de reconocerla entre esas líneas, lo cual no me ha ocurrido en esta ocasión.
Este relato largo o está novela corta, de poco más de doscientas páginas podría haber sido escrita por cualquier autor distinto a Camila Läckberg.
No me ha desagrada do la trama, no desmerecen los personajes, pero me han resultado personajes poco desarrollados, únicamente perfilados, unos personajes a los que no he encontrado el fondo, tal vez demasiado planos.
La trama, por su parte, me ha parecido simple, demasiado lineal y si me apuráis incluso predecible.
Había confundido con bondad su carácter silencioso, quizá porque en la infancia identificaba la maldad con los gritos y la estridencia.
Es cierto que se lee en un rato y que como he dicho no es mucho más que un relato con el que poder disfrutar, una historia que lleva al extremo el #Metoo que tantas portadas y tantos noticiarios ha llenado, pero sigo decantándome por lo que de esta autora más me gusta, su capacidad de sorprenderme y de encajar piezas que, a priori, parecen imposibles de encajar.
En esta novela, el desarrollo de la trama, con escasos giros y su final, eran lo esperado desde el principio.
Los barrios residenciales eran una cárcel sin rejas para las mujeres, que se quedaban en casa por obligación o por amor a los niños.
En resumen, una historia para pasar el rato sin mucha más expectativa.