Fue lo primero que pensé: que, si hubiese estado cinco años saliendo con esa chica que tenía delante, esa que me hacía sonreír cada vez que hablaba, habría echado de menos oír su voz, esa constante alrededor, el sonido suave pero firme. Nunca me había cruzado con alguien que tuviese tanto que decir y que a mí me apeteciese tanto escuchar.
|