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Críticas sobre El cielo es azul, la tierra blanca (31)
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Lizvzcrz
 16 June 2021
Este es un libro justo para las personas, es pequeño, es simple y esta lleno de reflexiones y de amor.
Ver como la relación entre esta joven de 38 y su antiguo maestro iba creándose de manera tan natural, fuera de tabús y de prejuicios, llenos de aprendizaje y de idas y venidas te toca el corazón, es corto, pero es lo justo algo más habría arruinado la historia, el final te estremece el corazón pero eso es lo que uno necesita a veces. Un libro hermoso que deberían de leer.
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AndreaAlvarG
 21 July 2020
Estamos ante una de las obras más celebradas de la increíble escritora japonesa Hiromi Kawakami, por no decir la que más. En esta imprescindible novela se narra la historia de amor entre Tsukiko y su antiguo profesor de universidad, al que llamará «maestro»; una historia de amor muy distinta a lo que estoy acostumbrada a leer, y es que entre los dos protagonistas se establece un tipo de amor muy personal, formado a fuego lento entre casualidades y silencios.
Se desarrolla de una manera pausada, sin adelantar ningún acontecimiento. Desde el primer momento se nos muestra a dos personajes solitarios que anhelan, aunque de manera silenciosa, la compañía de alguien. Kawakami une sus caminos mediante un lenguaje muy suave que transmite sensaciones muy variopintas: desde alegría y amor hasta nostalgia y tristeza.
Está narrado desde el punto de vista de Tsukiko y de una forma no lineal, como si quisiesen mostrarnos solo las partes más bonitas de su historia para que algo se mueva dentro de nosotros. A través de unos diálogos escuetos y simples,‘El cielo es azul, la tierra blanca' se esfuma en un abrir y cerrar de ojos, y cuando lo terminas no puedes evitar sentirte vacío; sin quererlo, hiciste tuya la historia de dos desconocidos.
Enlace: https://leteonoticias.com/20..
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Slawka
 05 June 2020
Con lo mucho que me gusta la literatura japonesa admito que he tardado en leer algo de Hiromi Kawakami. El título "El cielo es azul, la tierra blanca. Una historia de amor" me intimidaba, algo no me convencía. Eso me dio mucho a pensar y al final miré el título original: "Sensei no Kaban". El maletín del maestro. ¿Por qué? ¿Por qué el cambio? ¿Lo decidió la traductora Marina Bornas Montaña o la editorial Acantilado? ¿O había título alternativo en japonés? de todos modos el libro es precioso. Ahora ya me da igual el título. 📚
La sensación de leerlo me resultó muy extraña. Parecía que estaba aspirando cada frase. El estilo muy sencillo me transmitía tantos sentimientos que de vez en cuando tenía que parar. Dejarlo reposar, sentirlo más despacio. A ratos somnolienta, a ratos desesperada, a ratos perdida la protagonista nos relaciona su reencuentro con su viejo maestro. Ella ya adulta, pero se siente más niña que nunca. El igual de serio que siempre. Una amistad inesperada. Dos personas que tienen más en común de lo que nadie esperaba. Una preciosa evolución de la relación entre ellos, la vida puesta en palabras. Conmovedor y poético, sin abusar de palabras grandes. Romántico sin ser demasiado dulce. Me ha encantado.
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Leereslomas
 04 April 2024
Tsukiko tiene poco más de treinta años, es soltera y solitaria. Ve a su familia con poca frecuencia y tiene pocos amigos. No porque sea desagradable, sino porque simplemente lo prefiere así. Un día se topa con un ex profesor de secundaria, “Sensei”. Es al menos treinta años mayor que Tsukiko, de repente los dos se sienten unidos en compañía.

Esta historia es una historia escrita de forma muy sencilla, pero hay algo muy atractivo en su redacción. Es sobria pero sofisticada. Está escrito en primera persona desde el punto de vista de Tsukiko. Hay algo melancólico en su relato cuando recuerda el tiempo que pasó con Sensei, evoca el tiempo de una relación pasada y consigue traerlo al presente cuando lo lees. Hay un humor sutil en las conversaciones de la improbable pareja. A menudo me recordaban a un matrimonio de ancianos que discutían entre sí por trivialidades; a veces pasan períodos sin hablarse.

“Hasta ahora, pensaba que, de alguna manera, había disfrutado de mi vida sola”.

Ambos se topan con viejos conocidos que presumiblemente harían “mejores” parejas. Sin embargo, siguen volviendo el uno al otro. A medida que crece su vínculo platónico, surgen las preguntas. ¿Cuánto importa realmente la edad? ¿Cuánto pueden compartir? El autor hace un excelente trabajo al lograr que el lector se identifique con Tsukiko, a pesar de las diferencias.

Esta fue la primera vez que leí a Hiromi Kawakami y me ha cautivado.
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Guille63
 06 March 2023
Todo es sutil en este relato sobre Tsukiko, una mujer cercana a los cuarenta que se siente sola, que siempre se ha sentido sola, con la tristeza de no formar parte de nada ni de nadie.

“Había algo en aquella casa que me provocaba incomodidad. Era como si encargara varias piezas de ropa hechas a medida y al probármelas descubriera que unas eran demasiado cortas y otras eran tan largas que las arrastraba por el suelo al caminar. Entonces me quitaba la ropa, estupefacta, comprobaba de nuevo las medidas y me daba cuenta de que eran exactas. Así me sentía con mi familia.”

Tsukiko no se gusta, está convencida de caer mal y sospecha que algo no debe de andar del todo bien en cualquiera que quiera acercarse a ella. La soledad muchas veces responde a eso, a no querer a nadie a nuestro alrededor que nos recuerde constantemente lo poco que nos gustamos, lo deficientes que somos. Quizá por ello entabla relación con Matsumoto, su antiguo profesor ya jubilado y abandonado por su esposa hace más de quince años, al que encuentra por casualidad en una taberna en la que se entregan a placeres que ambos comparten, la comida y el sake.

“Nos encontrábamos por casualidad, paseábamos por casualidad y bebíamos sake por casualidad. Cuando le hacía una visita en su casa, me presentaba sin previo aviso. A veces estábamos un mes entero sin vernos.”

Nada parece suceder durante buena parte del relato. Con una exquisita sencillez, todo parece inane, sin sentido, y, sin embargo, todo lo tiene, todo nos revela un sentimiento, una sensación, un pensamiento, cada encuentro es significativo, alegórico.

No sé si esto quedará como el principio de una gran amistad con la literatura asiática por la que casi siempre he sentido cierto rechazo, pero no cabe duda de que me han entrado muchas ganas de pasarme por una taberna japonesa a ver si se repite el encuentro feliz que con esta he vivido.
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entrealgunoslibros
 23 September 2022
Tsukiko, es la protagonista de esta novela, quien para intentar llenar el vacío que rodea su vida, acude a un bar a beber sake y cerveza.
Un día se da cuenta que el hombre mayor al que ve casi a diario junto a ella en la barra, es su antiguo profesor de instituto.
Después de presentarse, se establece una relación en la que cada vez que se encuentran cenan y beben, o dan paseos alrededor de su barrio. Una relación atípica, porque Tsukiko tiene 38 años y el maestro 70, sin embargo se encuentran bien juntos, buscan la compañía del otro y les cuesta separarse.

Destaco la tranquilidad con la que se desarrolla esta novela, ese plus que tiene la literatura japonesa que la hace especial, tanto en sus paisajes como en la sensibilidad para retratar situaciones y personajes únicos. Con una prosa simple pero profunda, Hiromi Kawakami cuenta una historia de amor muy especial, y en cuyo trasfondo se puede ver la soledad en la que se encuentran sus dos personajes principales.

Esta es una novela que además te hace pensar en el futuro, en la vejez, en las oportunidades, en el amor, en la soledad y en la amistad. El libro me generó mucha ternura, me gusto muchísimo
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Ruby
 23 February 2021
La novela ganadora del prestigioso galardón Tanizaki El cielo es azul, la tierra blanca nos presenta una historia que nos habla de la vida, la soledad y una atípica historia de amor. No obstante, sería injusto reducir la novela solo a estos tres temas ya que abarca tantas facetas narradas desde la cotidianidad y sencillez que no parece a primera vista que encierre tantos aspectos transcendentales para los individuos que pueblan este relato.

Hatsurana Matsumoto es un profesor de japonés jubilado que dio clases en el instituto a Tsukiko Omachi. Ambos se encuentran por casualidad en una taberna en la que comparten gustos gastronómicos parecidos y de ahí surgen unos esporádicos encuentros que irán evolucionando en una relación de amistad y camaradería. Tsukiko cuenta ya con 38 años y se encuentra muy sola, los momentos que comparte junto al profesor la sacan de su aislamiento y es así como encuentra un punto de apoyo en el profesor para afrontar la vida. La gastronomía como la bebida es el hilo que los une y la taberna se convierte en primera instancia en su lugar de reunión. Los encuentros no son premeditados ni concertados, simplemente acuden allí en espera de encontrar al otro.

La sutileza de Kawakami para mostrar la melancolía, la ternura y los sentimientos de los personajes están muy logrados. Como suele ser habitual en la literatura japonesa, hay un ejercicio de contención, de silencios, de cosas que no son expresadas ni narradas que quedan en la periferia y que se intuyen que son verdaderamente importantes. Como si se tratara de una poesía o un haiku, la historia se va desgranando y avanzando delicadamente en una prosa hermosa que contiene por igual la belleza de la proximidad con otros seres humanos, así como el dolor, la imposibilidad y distancia que establecen normas sociales y el distinto nivel cultural de ambos. Aunque se trate una historia de amor con diferencia de edad y pudiera parecer un tópico muy recurrente, bien es cierto que Kawakami le imprime ese carácter diferenciable propio de sus escritos. El profesor, al que Tsukiko le llama maestro, es un hombre cultivado que a lo largo de la novela citará a poetas afamados de Japón mientras que ella no se ha preocupado demasiado en adquirir conocimientos tanto en su época de estudiante, cuando era alumna suya, ni después de la secundaria. de hecho, ella misma se considera infantil. La relación de ambos pasará por altibajos y será realmente cuando exploren lugares nuevos de reunión fuera de la taberna, en la naturaleza o espacios urbanos, donde los lazos se irán estrechando. La existencia de un tercer personaje, un antiguo compañero de Tsukiko, llamado Kojima que mostrará interés amoroso en ella complicará los eventos que están por venir.

El cielo es azul, la tierra blanca es una historia magnética que atrapa por la sencillez y cercanía de su narración. Profunda y con gran sensibilidad trata al fin y al cabo de las cosas más importantes que hay en la vida que es cómo combatir nuestra soledad y la necesidad de sentirnos queridos.
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chibiriquete_negro
 01 March 2020
Harakiri
leo y leo este libro

no sé si lo estoy leyendo
o me le estoy enterrando

Claudio Bertoni, en "Dicho sea de paso", 2006, p.p. 49.


—¿Sabes qué es el karma, Tsukiko? —me preguntó.

—¿Una especie de destino que te une a otra persona? —aventuré, tras reflexionar detenidamente.

El maestro sacudió la cabeza con expresión de disgusto.

Kawakami, H., El cielo es azul, la tierra es blanca, 2001, p.p. 249.


El karma es una posesión, en dos sentidos. Lo poseemos y ordenamos nuestra siguiente vida, o nos posee y nos determina. Imaginemos un par de átomos en un mismo coágulo de materia, justo en el momento del Big Bang, juntos, constituyéndose mutuamente, pero que, durante la explosión vivificadora del mundo, se separan y toman cada uno un rumbo en la velocidad indistinta del vacío. de ahí en adelante cada átomo tomará un curso diferente, pasará por distintas voluntades, distintas representaciones de sí, e irá acumulando karma: Hasta el encuentro, nuevamente. Un átomo enamorado quiere volver al enlace inicial, anterior a la creación del mundo. El átomo vive de tal manera que pueda reencarnar en una estudiante, y un día, en una taberna, reencontrarse con su profesor de japonés de la escuela, que lleva, en medio de lo fortuito, ese átomo al que estuvo unido, desde el principio. El amor brilla como el nirvana para Tsukiko, la protagonista de El cielo es azul, la tierra es blanca, la novela de Hiromi Kawakami, bióloga y jardinera de palabras.


—¿Qué árboles son los del jardín? —inquirí.
—Son cerezos —me respondió.
—¿Sólo tiene cerezos?
—Sí. A mi mujer le gustaban.
—En primavera deben de ser preciosos.
—Se llenan de bichos. En otoño la hojarasca cubre todo el jardín, y en invierno están tristes y marchitos.

Kawakami, H., El cielo es azul, la tierra es blanca, 2001, p.p. 45.

Kawabata había dicho, cuando visitó en kimono por primera vez Estocolmo, que una de las características distintivas del arte japonés se puede resumir en una simple frase poética: «La época de la nieve, de la luna, de los cerezos en flor: entonces, más que nunca, pensamos en quienes amamos». al contemplar la belleza de la nieve, de la luna llena, de los cerezos, es decir, cuando realmente despertamos ante las bellezas de las cuatro estaciones y entramos en contacto con ellas, cuando sentimos la felicidad de habernos encontrado con la belleza, es cuando más pensamos en quienes amamos y deseamos compartir con ellos esa felicidad. Los cerezos del Maestro, como se refiere al profesor, son una belleza llena de insectos, lo que es bello, igualmente sufre, para Kawakami la belleza es frágil y la base, el fundamento de todo radica en un realidad etérea y evanescente, absolutamente incontrolable, que son los sentimientos. La novela es un álbum amatorio de imágenes, diminutas postales, que detrás llevan escritas un mensaje en caligrafía escolar, diciéndonos que la soledad es una estación inevitable, y que el amor reboza siempre hasta en el suelo blanco de la nieve.

El cielo es azul,
la tierra es blanca.

Haikú incompleto, la novela redondea la poesía desde la precisión de lo mínimo. Es una elegía de la ausencia. Hace falta ese verso de siete sílabas para una sensación de completud, pues, su futilidad y su ayuno de adjetivos nos deja irrealizados, anhelando esa concreción de la belleza de la que no nos damos cuenta, ya está puesta sobre la mesa.

Es un haikú con siete sílabas en blanco, diciéndonos, en silencio, que hace frío y que el alma se encoge con la respiración de un diálogo.

Lo mínimo desata, con la precisión de la palabra, la totalidad que lo comprende. Cuando Kawakami escribe un vaso de sake sobre la mesa del comedor, la oración cobra la sensación de las cuatro patas, imaginamos la silla, un suelo, un departamento, una calle de una capital de un imperio, en un globo que gira vertiginosamente. El amor es un cerezo, y Kawakami usa la flor para hablarnos de las raíces del árbol. Su escritura es una jardinería de la representación, Kawakami es una jardinera de bonsáis, retoños de palabra que florecen en sus manos.

–No son más que piedras, ¿no? –comentó Keiko, con la expresión radiante y juvenil de siempre–. Por la forma en que las miras, juraría que ves una especie de belleza potente y añeja que irradia de ellas. Pero una piedra es una piedra... Recuerdo el ensayo de un poeta haiku, según el cual, si se observa el mar día tras día y luego se contempla un jardín rocoso de Kioto, se comprenderá el significado real de estos jardines.
–¿El mar en un jardín de piedras? Por supuesto, si uno piensa en el océano o en los grandes peñascos y acantilados, un arreglo de piedras en un jardín no pasa de ser la obra de un hombre.
Kawabata, Y., Lo bello y lo triste, 2009, p.p. 171.

La novela de Kawakami da la sensación de contemplar un jardín rocoso. El jardín japonés simboliza la vastedad de la naturaleza, y del corazón. Mientras el jardín occidental tiende a ser simétrico, el jardín japonés es asimétrico, porque lo asimétrico tiene mayor fuerza para simbolizar lo múltiple y lo vasto. Esta asimetría, desde luego, se apoya en el equilibrio impuesto por la delicada sensibilidad del hombre japonés. Sus imágenes son tan auténticas que parecen haber estado ahí, inmóviles, desde el comienzo de la tierra, como piedras, esforzadas por su belleza, dan cuenta que han sido ordenadas por un jardinero que ha sabido representar la dureza del agua, el abismo del mar, sus peñascos imposibles de sobrevivir, que son, en últimas, una sensación de lo sublime. Lo bello es una tranquila contemplación, un acto reposado, mientras que la experiencia de lo sublime agita y mueve el espíritu, causa un temor embriagante, como un vaso de sake en medio del invierno. El mismísimo Kant asegura que es imposible encontrar lo sublime entre las obras de arte, pero, Kawakami, como jardinera, escribe un bonsái de la naturaleza, el bonsái de una tormenta, y de una avalancha de nieve blanca. Lo sublime se insinúa, el jardín no es la naturaleza misma, pero cuando se mira, da la sensación de recrear un profundo acantilado en el que es imposible morir. Esa es la sensación inasible de leer a Kawakami.
El maestro sonrió complacido y me explicó que él se limitaba a recopilar cosas que siempre habían existido.
—Mi problema es que soy incapaz de tirar nada —añadió, mientras volvía a entrar en la otra habitación. Regresó cargado de bolsas de plástico.
Kawakami, H., El cielo es azul, la tierra es blanca, 2001, p.p. 59.

De la misma manera que el jardinero de piedras recoge fragmentos que han existido por siempre y los coloca en un orden que les da sentido de nuevo, en Kawakami coleccionamos el lenguaje, palabras que parecen inamovibles, y las recopila, como el Maestro, acumulador de pequeños recuerdos que enlazan una vida de dolorosa soledad, pero de permanente belleza. Así está escrita El cielo es azul, la tierra es blanca.

Era una sensación curiosa, como si me hubiera comprado un reloj nuevo y no quisiera quitar el plástico adherente que protegía el cristal
[…] Cuando coincidíamos en la taberna y nos tratábamos como perfectos desconocidos, me sentía como el reloj que ha perdido el plástico adherente.
Kawakami, H., El cielo es azul, la tierra es blanca, 2001, p.p. 299.

Kawakami es el testimonio de un Japón increíblemente diferente, trasformado, supremamente lejano al Tokio de Kawabata, pero sin esa banalidad consoladora de Murakami. Las imágenes de Kawakami parecen haber migrado sin la interferencia del ruido del jazz, hay una esencia en su escritura que parece reencarnada, por alguna maniobra del karma, directamente de Matsuo Bashō y de Kawabata, pues, hay una armonía dolorosa, preciosa, Kawakami es un como un árbol tupido al que vuelan las mil grullas de Kawabata al atardecer de la literatura japonesa.

Eso sí, esta no es más la casa de las bellas durmientes, en donde los ancianos duermen con mujeres sedadas, en Hiromi Kawakami presenciamos una voluntad que empieza en la escritura y termina en la sensualidad, ¡las mujeres también tienen la vocación de la soledad!

El coche del tabernero era un turismo blanco. No tenía nada que ver con los modelos aerodinámicos que circulan por la ciudad hoy en día. Era un sencillo coche viejo y compacto de los que solían verse antes.
Kawakami, H., El cielo es azul, la tierra es blanca, 2001, p.p. 339.

Podemos hablar de la novela misma como del coche blanco del tabernero. La de Kawakami no es literatura aerodinámica, como los catálogos de autos BMW y Audi de los que habla Murakami, se trata de un viaje disminuido por la belleza del paisaje. Con la frescura de una primavera que no es una vejez ni una añoranza de una literatura del pasado, de la vieja tradición japonesa, se trata más bien un circulo de estaciones de la literatura japonesas, en donde Kawakami es una nueva primavera, sus flores son realmente esbeltas.

—Este termo me lo regaló un alumno. Es una antigualla fabricada en América, pero es de mucha calidad. El agua de ayer todavía se mantiene caliente.
Kawakami, H., El cielo es azul, la tierra es blanca, 2001, p.p. 102.

Ahora, la traducción de la editorial catalana Acantilado logra que el español sea ese recipiente metafórico del Maestro, en donde el lenguaje permanece como el agua caliente, así mismo, las imágenes permanecen fuertes, sin el enfriamiento de la traducción, conservada, sin la contaminación aparente de una lengua radicalmente extranjera. Casi, podemos leerla con la misma limpidez que leemos los poemas sagrados del sacerdote Dôgen:

En primavera, flores de cerezo;
en verano, el cuclillo.
En otoño, la luna, y en invierno,
la nieve fría y transparente.



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KAWAKAMI, H., al cielo es azul, la tierra blanca, en la traducción de Marina Bornas Montaña, 2011; Barcelona, Acantilado.
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Diana20
 28 August 2019
Lo primero que quiero destacar de Hiromi Kawakami es su estilo narrativo reflexivo y pausado. al igual que cuando leí "Amores Imperfectos", la autora se centra en las emociones de sus personajes y en sus reflexiones, aportándole ese estilo tan intimista. Y esto es algo que admiro profundamente de la literatura japonesa -que es la única que he leído hasta el momento de la literatura asiática-, porque saben apreciar los silencios y plasmar las emociones más puras de cada uno de sus personajes.

Hiromi Kawakami me ha sorprendido en esta novela. Me ha gustado mucho como me ha mantenido en tensión durante toda la historia hasta su desenlace, además de que me ha enamorado profundamente de su estilo narrativo y su forma de llevar las novelas; centrándose en el diálogo.

La historia gira entorno a nuestros dos protagonistas, quienes se encuentran por casualidades del destino en un bar que suelen frecuentar mucho. Desde el principio ya veía venir que Kawakami me iba a hacer esperar para saber que ocurría realmente con ellos dos y ese magnetismo que tenían ambos.

La relación entre ambos me gustó muchísimo porque se centraba en compartir momentos juntos y en empezar a dejar atrás el pasado para seguir adelante. Y como toda historia de amor, hay pequeños percances que harán dudar a Tsukiko sobre sí debería enamorarse de su profesor y eso, le suba tensión a la historia.

Por otro lado, Tsukiko será quien nos narre la historia, por lo que conocemos su versión y sus pensamientos en más profundidad que los de Harutsuna. Aun así, gracias a sus reflexiones, me ha dado la impresión de leer la mente de Harutsuna, porque a veces era un poco predecible.

Como último punto: la ambientación. Kawakami nos sitúa en Japón, la mayor parte del tiempo en la concurrida ciudad de Tokio, pero hay momentos en los que nuestros protagonistas se desplazan hacia otras localidades cercanas, lo que me ha encantado.

Es una lectura que te sumerge en una historia basada en el respecto y en un amor que se cuece a fuego lento. La autora utiliza los diálogos y las reflexiones de Tsukiko para darle ese carácter a la novela tan intenso.

Os la recomiendo muchísimo por sus personajes y por la historia de amor que crece dentro de ellos. Es una novela que te mantendrá en tensión hasta el final y que te hará desear más y más de los encuentros fortuitos entre Tsukiko y Harutsuna
Enlace: https://lacolecciondelasletr..
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srta_devoralibros
 05 February 2024
Una de mis novelas japonesas contemporáneas favoritas. Una mujer algo solitaria se vuelve a reencontrar de manera casual con quien fue su maestro y comienza una relación atípica y llena de ternura entre cenas, izakayas y excursiones.

Un libro costumbrista y dulce que te emocionará y a la vez te dará hambre.
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